De todos es bien conocida la buena sintonía que mantienen Jordi Turull y Marta Rovira, secretarios generales de Junts y Esquerra, respectivamente. Muy diferente de las intrincadas relaciones entre ambas formaciones independentistas que, nuevamente, parece imposible que vayan de la mano para, en este caso, presionar de cara a la investidura de Pedro Sánchez. Ya ocurrió tras el revés electoral de las municipales del 28 de mayo, cuando resultó en vano el ejercicio de trazar una hoja de ruta hacia las generales. Tras un nuevo traspiés, pero con un peso determinante en la configuración del Gobierno del Estado, han sido públicos los mensajes para “aprovechar esta oportunidad de oro”. Tampoco tiene visos de que esta vez vaya a cuajar. Primero, porque la rivalidad entre sendas fuerzas es máxima, casi ya con el botón de encendido en marcha de cara a las próximas autonómicas y después de haber implosionado su coalición en la Generalitat. Y, sobre todo, porque desde JxCat no se fían de los pasos de los republicanos a la hora de poner en práctica todo aquello que demandan a base de titulares. De hecho, ERC no se ha escondido a la hora de deslizar su respaldo a Pedro Sánchez a cambio de prebendas como la del grupo propio en el Congreso –que también interesa a Junts– o la de presidir comisiones. Entienden desde el mundo que suplantó a Convergència –aunque aquel espectro ha quedado ya devorado por los sucesivos proyectos fracasados– que con los republicanos siempre hay una sima entre el dicho y el hecho. Un trecho que nunca acaban de recorrer.
Además, en Junts prima ahora el voto de silencio. Poco o nada se les escucha a sus líderes en los últimos días, reacios a exponer en público sus diferentes almas para no confundir a su electorado. Aunque el que no calla es Carles Puigdemont. Desde la noche del 23-J su cuenta oficial de Twitter ha visto cómo se multiplicaban sus análisis con diferente temática, pero siempre tratando de recuperar un foco que había perdido y que le ha devuelto el hecho de tener en la mano la llave de la gobernabilidad. Dirigida, más o menos, desde Waterloo, conviven en JxCat el sector más pragmático que aboga por subirse al carro de determinar las políticas del Estado, o el más escorado a las tesis del expresident, que lo dejan todo en el tejado de Sánchez y que colocan como líneas rojas a cumplimentar el referéndum y la amnistía, aunque parlamentariamente sea un escollo casi insalvable. Puigdemont, que desde luego no deshojará la margarita hasta el segundo final, tendrá que escoger entre condicionar la vida política española durante cuatro años o el abismo de volver al ostracismo de la irrelevancia parlamentaria si una repetición electoral le pasara una factura definitiva. No lo pone nada fácil una decisión como la de la Sala de Vacaciones del Constitucional, que aprovechó la mayoría conservadora del periodo veraniego para echarle atrás su recurso. Una actuación judicial que no ha llegado en plena investidura por casualidad.
Giró difiere de puigdemont
También hay quienes en Junts tratan de pergeñar una lista de medidas que haga más asumible vehicular la demanda de la amnistía para allanar el terreno de la negociación. De hecho, el exconseller de Economía Jaume Giró –que se había postulado para liderar la candidatura del 23-J y después dio un paso atrás en favor de Míriam Nogueras– recordaba esta semana en una publicación en las redes sociales que con las “necesidades y carencias“ que tiene Catalunya , no deberían “despreciarse lo que algunos, en tono displicente, seguro que llamarían migajas”. “Es cierto que tengo una visión propia sobre cuál debería ser el papel de mi partido, y del conjunto de los partidos soberanistas, en el Congreso”, comentó en su día. Otra historia es que ERC no tiene la misma vara de presión sobre Moncloa que la pasada legislatura al abaratarse el precio de sus votos, que insisten en que el PSOE “no puede dar por garantizados”.
Antes de los comicios, Esquerra ya vinculó el apoyo a los socialistas a que se ejecute el traspaso de Cercanías, la reversión del déficit fiscal y la continuidad de la mesa de diálogo. Ahora, demandan a Junts negociar de la mano para atraerles hacia el pragmatismo que, según sus antiguos socios, ha tenido escasos resultados en pro de la independencia. “No queremos renunciar a la “fuerza conjunta y necesaria de 14 diputados independentistas para negociar la investidura de Sánchez. “14 diputados coordinados estratégicamente pesan más que 7 por cada lado”, señaló Rovira. Un propósito que JxCat no se termina de creer.