En el año 2005, cinco amigos, entre ellos Karlos Arguiñano, comenzaron el sueño de realizar su propio txakoli y en 2010 lo vieron cumplido cuando tuvo lugar la salida al mercado de un vino novedoso con la característica de disponer sus propias lías y la aportación profesional de un enólogo, el prestigioso Lauren Rosillo, que se estrenaba en la realización del fermentado de Hondarribi zuri.
El origen del proyecto nace en el año 2005. El chef disponía en su caserío de una plantación de viñedos que cada año consumía en familia. Disfrutando de una buena cosecha y compañía, supongo, decidieron hacer su propio vino. Así comenzó la aventura. Era muy importante para ellos que fuese un txakoli diferente, gastronómico y que no existiese hasta el momento. Esa fue la clave y el pueblo de Aia el lugar. Situado a 300 metros de altitud, en un sitio privilegiado y dentro de la denominación de origen de Getariako Txakoliña.
Eligieron 15 hectáreas de viñedos propios y las plantaron en espaldera para conseguir mayor aireación. También mejor maduración, con un rendimiento de un kilo y medio por cepa de una uva que se adapta bien en el suelo y al clima, por lo que con las maceraciones en frío pueden disponer de muchos aromas. En todos estos años, sin fallar ninguno, han conseguido realizar txakolis de nivel.
Su característica principal es la acidez, pero en el manejo de las lías se pueden conseguir vinos muy equilibrados. Con la climatología como un factor muy importante y el suelo de grano de pizarra del que se dispone, obtienen caldos con carácter y estructura.
Ahora han puesto en el mercado Kaiaren, un hijo nuevo en la familia, que viene precedido por otros como el K pilota y K5. Aprovechan una añada fantástica como la de 2016, tras una selección manual de racimos, prefermentado en frío y fermentado en tanques de acero inoxidable, con levaduras indígenas, temperatura controlada y sin aporte de madera, para comercializar este nuevo txakoli.
La crianza es de 48 meses, sobre sus lías, el embotelladlo se realizó en marzo de 2021 para después de conservarlo durante 24 meses en botella, comercializarse de una edición limitada de 6.700 botellas y con diseño del artista Iñigo Manterola.
Es un vino con gran capacidad de guarda, que se puede acompañar con platos fríos como pescados en salazón o escabeches, toda la gama de sushis, nigiris y derivados o quesos.