Kamala Harris no solo ejerce como candidata de facto del Partido Demócrata a las presidenciales de noviembre. Actúa ya como presidenta in pectore, tal cual se comprobó tras la visita del matarife Benjamin Netanyahu a la Casa Blanca el pasado jueves.
Si bien el primer ministro de Israel tuvo su charleta con el marginado Joe Biden, fue la vicepresidenta elevada a aspirante hace menos de una semana la que compareció ante los medios para valorar su encuentro con el responsable de las operaciones de castigo en bucle contra la población civil de Gaza.
¿Y qué dijo? Pues, como ocurre en estos casos, cada cual puede escoger su aventura favorita, o sea, su interpretación. Para los medios favorables a la causa progresí, Harris puso firme a Netanyahu y le recordó los casi 40.000 muertos desde que comenzó la represalia tras los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023.
Equidistancia
También se destaca en las notas entusiásticamente laudatorias que le instó a aceptar el alto el fuego que le reclama la ONU desde el inicio de las matanzas, y proclamó que no se “quedará callada”. Desde luego, no está mal como declaración de principios, pero habría que decirle que hechos son amores y no buenas razones.
Y lo cierto es que, hasta la fecha, ni ella ni el todavía presidente han ido más allá de las manifestaciones de buenas intenciones. No hace falta ser un experto del copón de la baraja en materia de relaciones internacionales para saber que, si Estados Unidos quisiera, Netanyahu se quedaría colgado de la brocha. Y aunque es harto probable que eso no le haría cejar en su nada disimulada operación de exterminio del pueblo palestino, le costaría mucho más llevarla a cabo.
No es casualidad que el dirigente israelí aprovechara para agradecer “los cincuenta años de apoyo” de Washington a su causa. Tampoco que una buena parte del posible éxito de Harris en las presidenciales esté en manos -es decir, en los poderosos bolsillos- de los grupos de presión judíos en Estados Unidos.
Mientras eso sea así, estaremos en el terreno de las declaraciones pirotécnicas que no frenarán las carnicerías hebreas en Gaza.