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Karla Sofía y nuestra paradoja

La actriz Karla Sofía Gascón. / EP

Hasta cuando queremos combatir estereotipos construimos otros. Karla Sofía Gascón se ha visto proyectada como emblema por ser una buena actriz, pero también por ser transexual. Y esa categorización arrastra otras que la han estereotipado en un sentido muy concreto y que, ante la polémica, han multiplicado la irritación de quienes la estaban aplaudiendo tanto o más que la de quienes se la estaban guardando.

Yo no sé si, cuando la actriz tuiteó sus descalificaciones del islam y los musulmanes, la inspiraba un ejercicio de ironía, como ella dice, o de intolerancia, como le reprochan. Resulta evidente que, por su condición de persona transgénero, se esperaba de ella que respondiera a los cánones que se atribuyen al progresismo. La sorpresa se torna indignación cuando no es así. Pero ahí está “el negro de Vox” -así se denomina a sí mismo Bertrand Ndongo- o, hace una década, el entonces vicepresidente del Frente Nacional de Le Pen, Florian Philippot, cuando anunció su condición homosexual.

Pero hemos establecido que una minoría estigmatizada no puede ser otra cosa que antifascista, antixenófoba, antidiscriminatoria y profundamente democrática. La paradoja de la condición humana y sus contradicciones, filias, miedos y clasismos nos desborda y corremos a la seguridad del estereotipo. Pero no. Existen los ultras gays, los inmigrantes homófobos e incluso antiinmigración, los socialistas xenófobos, las mujeres antifeministas, las feministas irritadas con la ley trans y los jóvenes que defienden la causa palestina agrediendo a otros al grito de “puto maricón”, como hace una semana en Bilbao. Si vamos a prender la hoguera, admitamos antes que Karla Sofía solo es una más de nuestras paradojas decepcionantes.

08/02/2025