Finalizada la guerra civil provocada por el alzamiento fascista de 1936 se vieron sumidos en una profunda crisis. Los alimentos más elementales escaseaban en sus casas y en su entorno las oportunidades laborales brillaban por su ausencia. Confiaban en que, con el paso de los años, su situación mejoraría; pero pronto se percataron de que para garantizarse un futuro digno no les quedaba otra opción que abandonar el que hasta entonces había sido su hogar.
Son las personas que durante la Dictadura franquista recalaron en Azpeitia atraídas por la demanda de mano de obra que requería su pujante industria. Procedentes de diferentes puntos del Estado, y en especial, del extremeño valle de la Serena, llegaron prácticamente con lo puesto a la villa del Urola; un lugar extraño que había perdido la guerra y cuyas gentes se expresaban en una lengua que había sido prohibida, despreciada y marginada por las autoridades de la época.
Ante esa realidad, es fácil deducir las difíciles condiciones que se encontraron los nuevos vecinos para integrarse en la sociedad azpeitiarra. Los primeros migrantes llegaron a comienzos de los pasados años 50 y se asentaron en la zona de Errebal y los centenares que recalaron durante las décadas posteriores hicieron lo propio en Sanjuandegi; un populoso barrio obrero que inicialmente fue denostado por la ciudadanía autóctona por concentrar a una población castellano parlante que, con el paso del tiempo, consiguió echar raíces e integrarse a la perfección en la vida de Azpeitia.
Un documental
El Consistorio local hace tres años que planteó al bertsolari, guionista, director y creador de diversos contenidos culturales Jon Maia la realización de un trabajo que plasmara el sentir y las vivencias de todas esas personas que un día se armaron de valor y dejaron sus hogares para buscar una vida mejor en Azpeitia.
Según explica la alcaldesa, Nagore Alkorta, “le pedimos que hiciera algo así como un ejercicio de memoria histórica que sirviera de reconocimientos a todas y todos los azpeitiarras que, si bien nacieron en otros lugares del Estado, tienen su sitio en la historia de este pueblo”. Hijo de madre y padre extremeños, Jon Maia recibió “con mucha ilusión” el encargo del Ayuntamiento “porque es la historia de mi propia familia y tengo muy interiorizado lo que supuso la migración a Euskal Herria durante la época de Franco”. Maia se propuso “hacer un documental para conocernos mejor, incorporar a esas personas migrantes al relato de la historia de Azpeitia y terminar con los prejuicios, clichés y estereotipos”. Para ello, recabó los testimonios “valientes y sinceros” de una veintena de vecinas y vecinos; rescató imágenes del Azpeitia de otra época y se trasladó hasta el valle de la Serena para documentar el lugar de origen de buena parte de los azpeitiarras de adopción. De hecho, en esa zona de Extremadura pudo recoger los testimonios de personas que habían regresado a su localidad natal después de haber pasado parte de su vida en la localidad del Urola.
Fruto de esa intensa labor, realizada “no como una mirada al pasado sino como un ejercicio necesario para construir un futuro mejor” es el documental Kastellanuek; un trabajo en el que el euskera adquiere una gran relevancia “por ser el factor más importante para la integración de aquellos migrantes y sus descendientes en la vida del pueblo”.
Titulado ‘Kastellanuek. Francoren garaian Azpeitira etorritako migranteen testigantza bat’ el documental tiene una hora y media de duración y se estrenará el próximo día 26 de noviembre (a las 18.00 horas) en el teatro Soreasu. Las personas interesadas pueden adquirir en Sanagustin kulturgunea o a través de la web municipal las invitaciones para acudir al acto, que contará con la participación de Jon Maia y varios protagonistas como Irune Boo, Filo Pérez o Felipe Murillo, quienes este viernes han acompañado al director y a la alcaldesa en la presentación.