Sus padres se acostaban todas las noches pensando que trabajaba en un supermercado que había justo justo debajo de casa de su tía, en Portugalete. A miles de kilómetros, en la aldea de Eneas Marqués (Brasil), no tenían motivo para sospechar. Su hija Kelly, licenciada en Administración de Empresas, había estado dos años residiendo en un piso de esa parienta en la ciudad de Curitiba. Ni siquiera ella imaginaba que allí mismo empezaría a vivir una pesadilla de la que ha logrado escapar físicamente, aunque todos esos recuerdos horribles, repulsivos y enloquecedores de los años en que fue víctima de trata sexual sigan almacenados en su memoria.
Su historia se asemeja a la de otras mujeres que, en cualquier lugar del mundo, cada día son raptadas o engañadas para ser obligadas a prostituirse. Kelly acabó en Portugalete con la promesa de su tía de que “me podía ganar la vida así, que tendría la vida solucionada y que podría volver a Brasil con mucho dinero”. Su tía hablaba desde la experiencia de quien había ejercido la prostitución en Bizkaia, aunque ella jamás regresó a su país de origen. Primero lo había intentado con otra sobrina de 15 años, pero al final fue Kelly quien quedó deslumbrada con aquella proposición que se esfumó tan pronto como llegó a la villa jarrillera.
La captación
En el país de origen
Alta vulnerabilidad
Dicen Ángel e Itxaso –agentes adscritos a la Oficina de Inteligencia de la Ertzaintza que conocen muy bien los entresijos de las redes de trata de seres humanos con fines de explotación sexual– que es muy habitual que las personas dedicadas a la captación de mujeres (son la inmensa mayoría) se aprovechen de las circunstancias personales –desempleo, escasez de recursos, falta de educación, delicada situación familiar…– para embaucar a las víctimas. Ambos recuerdan lo ocurrido hace unos años con el estallido de la crisis en Venezuela.
“Todas esas organizaciones criminales se aprovechan de las miserias humanas. Hubo muchas venezolanas que venían sabiendo que iban a ejercer la prostitución. Les decían que iban a ganar quince mil euros al mes, que iban a vivir en un chalé, lo dejas cuando quieras, tendrás este cochazo...”, ilustran en declaraciones a DEIA. Sin embargo, la realidad es otra bien distinta. Como mucho, consiguen un 50-50 [el dinero ganado se reparte a partes iguales entre la víctima y la madame] aunque la vara de medir suele arrancar del 60-40. Con suerte, comparten habitación con menos de una docena de chicas. Y según en qué casos incluso pueden salir a la calle; acompañadas eso sí del machaca de turno, y siempre amedrentadas por lo que pueda ocurrirle a su familia en su país.
En destino
Traslados continuos de casa
Amenazas y presiones
Kelly no fue de esas. No vio ni un euro durante el tiempo que estuvo obligada a mantener relaciones sexuales en la casa de sus tíos en Portugalete o allá donde era trasladada con frecuencia para intentar despistar a las policías que persiguen este delito. Tampoco era de las que podía abandonar la residencia familiar ni la ocupación a la que había sido empujada. “Enseguida veo que no quiero seguir, que me he equivocado y les digo que quiero marcharme a casa. No estoy a gusto. No me gusta. No me satisface. Creo que ha sido un gran error y decido que lo mejor es dejarlo y marcharme a Curitiba”, relataba. Es entonces cuando empiezan las amenazas de sus tíos captadores –y explotadores– en forma de intimidaciones y ultimátums. “Es frecuente amenazar tanto a la víctima como a su familia en el país de origen si esta no amortiza la deuda contraída por los gastos de viaje y gestión de documentos, comida, gastos de teléfono, ropa, pernocta, cigarrillos, droga, etc.”, detalla Itxaso, analista en la Oficina de Inteligencia de Bizkaia. Y Kelly no podía hacer frente a las cantidades que le reclamaban; incluso su tía le exigió pagar por los dos años que estuvo alojada en su casa de Curitiba, ofrecida en aquel entonces sin contraprestación, al igual que los billetes de avión y tantas otras cosas.
“Si no pagaba lo tendrían que hacer mis padres. Y mis padres tampoco podían pagarlo. Además, mis padres no sabían que me estaba prostituyendo”, explicaba la joven nacida en 1992 en el Estado de Paraná. La escena no es desconocida para Ángel e Itxaso, ni para los 33 agentes adscritos a una decena de comisarías de Bizkaia que conforman los equipos encargados del trabajo de campo: visitas a todos los lugares detectados donde se ejerce la prostitución y establecer contacto con las personas que ejercen. La última estadística que maneja la Ertzaintza (2019) estimaba que eran 468 y que en la geografía vizcaina este tipo de servicios eran ofertados en su mayoría en pisos (103) frente a los clubes (35). “La calle está en desuso” describe Itxaso, salvo los manidos ejemplos de la bilbaina calle Cortes y del cruce de Erletxe, en Galdakao.
“Sufrimiento y sinvivir”
Mayor explotación sexual
La víctima, la mercancía
Una vez más, Kelly se vio empujada a vender su vida; a traicionarse y a maldecir su mera existencia. “Sufrimiento y sinvivir”, telegrafiaba en una entrevista conducida por la agente Izaskun Gómez Leis. “No vi más salida que volver a prostituirme, conseguir el dinero y marchar a mi país con ellos”, apostillaba. Nada más lejos de sus pensamientos porque sus tíos empezaron a moverla por casas que alquilaban. Porque para ellos, su sobrina era una mercancía con la que ganar dinero. Pasó por Santander, también por Extremadura, Gasteiz…
“Los pisos ofrecen mayor privacidad y dinamismo, y ello ha influido en que tengamos una menor capacidad para detectar a las víctimas de trata ya que en la mayoría de los casos les hace invisibles y propicia una prostitución encubierta que puede derivar en una mayor explotación sexual”, redondeaba la analista en la Oficina de Inteligencia de Bizkaia. Y la tendencia es que este modus operandi –que aporta privacidad e itinerancia– sea el favorito de las redes criminales dedicadas a la trata de seres humanos con fines sexuales. No en vano las plataformas on line para alquilar viviendas están en el punto de mira de los analistas de la Ertzaintza para rastrear la posible comisión de delitos porque de un tiempo a esta parte han comprobado que son un recurso fácil y habitual cuando estas mafias quieren cambiar de ciudad sin dejar rastro.
“El problema es que se hacen más ocultos y dispersos y son más difíciles de detectar y, por tanto, se dificulta la posibilidad de ayudarlas”, insistía Itxaso. “Somos conscientes de que se trata de un delito muy oculto y que existen más víctimas de las que conseguimos detectar. Es más, muchas veces ni la propia mujer se reconoce como víctima de un delito, por lo que uno de los retos para afrontar esta problemática es identificar a las víctimas de trata lo que no es sencillo porque son mujeres que han sufrido graves violaciones de sus derechos, agresiones y manipulación por parte de los tratantes o amenazas tanto personales como a sus familias en el país de origen y generalmente desconfían de la Policía”, valoraba Ángel.
Prostitución y trata
Agentes, ONG, Servicios Sociales
Pesquisas y denuncias
Todos esos factores y más –están en situación administrativa irregular, desconocen el idioma...– dificultan que la mujer tome la decisión de revelar cuál es su verdadera situación cuando recibe las visitas regulares de los agentes de la ertzainetxea correspondiente o del personal de las ONG y Servicios Sociales que también están cerca de estas personas que ejercen la prostitución, potenciales víctimas de trata de seres humanos. Se estima que la cifra de mujeres que efectivamente son víctimas se situaría entre el 10% y el 15% de las personas en contextos de prostitución. Es precisamente el miedo a represalias lo que impide generar espacios de confianza entre todas esas piezas en los que compartir confidencias que aporten algo de luz a ese peligroso microcosmos. “El acercamiento a las víctimas es muy complicado. En Bizkaia observamos que se detectan muchas situaciones de posibles casos de explotación sexual que no cumplen los requisitos del delito de trata, pero que sí han dado lugar a investigaciones por prostitución coactiva”, ilustra Ángel.
La mayoría de los expedientes son abiertos a partir de pesquisas propias de la Policía Vasca. Algún que otro chivatazo anónimo cae de ciento en viento a través de la app Ertzaintza; o queda registrado cuando algún hombre denuncia haber sido estafado porque le han cobrado 300 euros por una botella de champán... Todo vale para que los agentes tiren del hilo y puedan recopilar pruebas para llevar a tribunales el expediente y rescatar del laberinto a esas víctimas de la trata con fines sexuales. Kelly lo consiguió. Estaba en Gasteiz cuando Juantxu y Juanma, dos ertzainas, le entregaron una tarjeta con un número de teléfono y ella lo memorizó antes de que su tío la rompiera. “Si tuviera que pasar por lo mismo no lo soportaría bajo ningún concepto. Me suicidaría”, confesaba con aplomo. La mayoría de los clientes no se plantean que esa mujer pueda ser víctima de trata, advierte Itxaso: “Piensan que están realizando la compra de servicios sexuales y que las mujeres que los venden lo hacen porque quieren”. También es cierto –reconoce la analista de Bizkaia– que “hemos tenido casos de clientes que nos han informado de lugares que les han infundido sospechas”.
Al detalle
Nacionalidades. El 36% de las víctimas procedían de Latinoamérica, destacando Nicaragua (muy relacionado con la explotación laboral), Colombia, Ecuador y Brasil; el 33% eran africanas, fundamentalmente de Nigeria; el 26% de China; el 5% de Europa del Este. Últimamente, el foco está puesto en Paraguay.
Los datos
- 39 Víctimas liberadas. Desde 2010 la Ertzaintza ha liberado a 65 víctimas (97% mujeres), principalmente por trata con fines de explotación sexual (81,5%). En Bizkaia han sido 39 las víctimas rescatadas. En 2011 fueron 5, dos años después fueron 6, en 2014 y 2015 una cada año, en 2016 fueron 11 (un pico atribuido a las mafias nigerianas), al siguiente otras 4 –las mismas que en 2019– y en 2021 fueron liberadas 7.
- 468 La prostitución. En 2019 se estimó que 468 personas ejercían la prostitución en Bizkaia. La mayoría (258) estaban en Bilbao. En Barakaldo se contabilizaron 42, otras 39 en Trapagaran, 20 en Leioa, 19 en Muskiz, 17 en Santurtzi, 13 en Galdakao y Zaldibar, y 11 en Erandio.
El apunte
Los engaños. Las redes de tratadores de Sudamérica ofrecen falsos contratos de trabajo como cuidadoras o de limpiadoras; las de Rumanía utilizan la figura del ‘lover boy’ consistente en la captación de mujeres de su misma nacionalidad enamorándolas y con el propósito de crear una dependencia hacia ellos; las de Nigeria, además de ser engañadas por falsas ofertas de trabajo, también someten a sus víctimas a un ritual de vudú (con pelo de pubis y semen) y las de China ofrecen falsos contratos de trabajo en peluquerías o centros de masaje.