Cuando te bajas de un coche recién llegado y no eres capaz de destacar nada en concreto, pero todo te gusta y satisface, sabes que fabricante ha acertado plenamente. Pocas veces la cabeza y el corazón estarán tan de acuerdo.
Hace unos cuantos años me comentaba un responsable comercial de una marca a nivel nacional que los usuarios europeos, debido al escaso volumen de nuestra población y por tanto de compras, éramos irrelevantes para las principales marcas fabricantes de coches y motocicletas con sede fuera del Viejo Continente; sin embargo, resultábamos de suma importancia porque nuestro criterio como consumidores era de gran valor para estas firmas. En definitiva, que nos les importábamos porque somos pocos, pero que sí les interesábamos porque sabemos lo que vale la pena y debe tener un buen coche y moto.
Así que cuando Kia anunció que la quinta generación del Sportage se haría al gusto europeo, la idea de ponerme a los mandos del nuevo modelo coreano se convirtió en una tentación irresistible. Sobre su diseño estético, les diré que me parece un producto logrado y atrevido en parte. Esa parte de atrevimiento le corresponde al frontal, con una rejilla delantera y un diseño de faros que rompe moldes. A mí me gusta, y más todavía porque combina y encaja armónicamente con una vista lateral que transmite solidez y deportividad, acompañada por una zaga excelentemente definida. El incremento de la presencia de metal frente a cristal en la parte trasera lateral, rematada por una lámina cromada que une ambos lados a través del portón posterior, se antoja elegante y aporta dinamismo.
Por dentro, todo está perfectamente definido, tanto en las formas como en la funcionalidad y los volúmenes. Espacioso, sobre todo en las plazas traseras, y cómodo, con unas butacas delanteras en las que uno encaja como un guante, con todo a mano y la sensación, nada más montarnos, de que es nuestro coche de toda la vida. Lo de la pantalla doble que incluye el cuadro de instrumentos, frente al conductor, y el manejo de la conectividad y sistemas de sonido, climatización, etcétera, ya en el centro, es realmente espectacular. Cuando Kia habla de sensación casi cinematográfica no exagera ni un pelo. Además, la calidad de los materiales es buena y los detalles abundan por doquier: climatización triple, tomas USB, freno de mano electrónico, colgadores diversos, etc. En todo este compendio de aciertos, sólo dos leves quejas, ambas compresibles: con semejantes ruedas, lógicamente lleva kit reparapinchazos, lo que de paso nos regala un maletero enorme (562 litros); y la visibilidad hacia atrás, debido a su decreciente superficie acristalada, sería crítica si no contáramos con la cámara de visión posterior que nos aporta una información vital al maniobrar.
Sobre el comportamiento al volante, hay que apuntar que el motor probado, el gasolina 1.6 T-GDI MHEV de 150 CV y 250 Nm con cambio manual de seis marchas y tracción delantera (también está disponible con caja automática de doble embrague y siete relaciones), convence por sus 189 km/h y 10,3 segundos, así como por un contenido consumo medio homologado de 6,5 litros a los 100 kilómetros. Con buenos bajos, excelentes medios y capaz de estirar con alegría hasta las 6.000 vueltas, su finura de funcionamiento, mínima sonoridad y agrado de utilización lo convierten en perfecto para un usuario medio que también demande eficiencia. El bastidor, como era de esperar, responde con la eficacia y dinamismo de un SUV moderno con aspiraciones. Dirección, frenos y suspensiones trabajan a pedir de boca, independientemente del trazado y estado del firme. No es un deportivo, ni lo pretende, pero le podemos exigir sin miedo porque responde con solvencia. Muy logrado a los mandos.
Por último, un aspecto fundamental en el que Kia brilla es el del equipamiento, con especial mención para el de seguridad, que es el que siempre debería ser prioritario para cualquier comprador. Para esta versión probada (gasolina 1.6 MHEV de 150 CV con cambio manual de seis marchas y acabado Drive), el precio de 27.866 euros se antoja muy razonable teniendo en cuenta la excelente dotación, sabedores además de que las terminaciones Tech y GT-Line todavía aportan más mecanismos de protección, ya a un nivel ciertamente sibarita. En resumen, un coche con el que el corazón y la cabeza se reparten sus conquistas a partes iguales, porque ambos aciertan plenamente.
El extenso equipamiento de confort y seguridad se alía con una belleza, espacio, comodidad y dinamismo que cautivan por completo
Kia se luce de nuevo con un Sportage que desde su nivel de potencia de acceso convence plenamente