Desde que participan en el programa Kideak, del Gobierno de Navarra, Halim aprende euskera con Elur, Orreaga tiene que defenderse de la ironía que ella misma ha enseñado a Abde, Lola ve el futuro personificado en Tawfiq y Loubna ha encontrado en Marina a alguien con quien hablar y un sitio al que volver: un hogar. Todas estas personas han enlazado sus vidas gracias a la mentoría, una metodología social que permite a crear relaciones basadas en vínculos de confianza, en la que las personas voluntarias, adultas y experimentadas, ejercen de mentoras para acompañar, compartir tiempo y aconsejar a jóvenes sin acompañamiento familiar en Navarra que, al cumplir la mayoría de edad, han perdido la condición de menores tutelados y se quedaron sin ningún apoyo. Estos voluntarios/as se convierten en sus figuras de referencia, favoreciendo así su desarrollo personal y una sociedad más inclusiva.
Esta es la esencia de Kideak, un innovador proyecto que puso en marcha la Dirección General de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra en el verano de 2021 financiado con fondos REACT UE FSE y que recientemente ha sido escogido por la propia Unión Europea como un ejemplo de buenas prácticas y un modelo a seguir para ser replicado en otras administraciones nacionales, regionales y locales, que estén dispuestas a abordar con soluciones sostenibles las necesidades existentes relacionadas con la integración.
Kideak, que significa “compañeros/as” en euskera, ha brindado ya apoyo a cerca de 90 jóvenes —85 chicos y 5 chicas de entre 18 y 23 años— procedentes de países como Marruecos, Argelia, Ghana, Gambia, Senegal, Guinea Conakri y Perú que llegaron a Navarra sin apoyo familiar y sin adultos de referencia. Un apoyo en el que además de participar profesionales —educadores, psicólogos y trabajadores sociales— ha sido indispensable la figura de sus mentores y mentoras. Estas son algunas de sus historias.
Abde y Orreaga: pasos hacia la vida adulta
Kideak cuenta hoy con 42 parejas de mentoría —sin contar las que ya han pasado el periodo de prueba oficial de seis meses―, casi todas en la comarca de Pamplona / Iruña, aunque algunas también en la Ribera. No obstante, la mayoría extienden su relación voluntariamente más allá de la duración establecida en el programa, creando relaciones de amistad duraderas. Ese es el caso de Orreaga Ibarra y Abdessamad Ait Bah, que se ven aproximadamente una vez a la semana y chatean por Whatsapp todos o casi todos los días.
Abde, marroquí y estudiante de mecánica en Instituto Virgen del Camino de la Txantrea, no se me imaginaba hasta dónde iba a llegar su relación el día que se conocieron. “Mis educadores me habían explicado que la mentoría era una persona con la que juntarse, conocerse y con quien compartir conocimiento y experiencias”, explica, pero reconoce que ha sido mucho mejor de lo que pensó, nervioso, el día en que se conocieron en la UPNA junto con Eider, su educadora, y Unai, técnico de mentoría siempre presente en el primer encuentro.
Aunque las parejas se hacen tras un pequeño análisis psicológico de ambas partes, estas no saben quién será su par hasta el día en que se conocen. “Yo ni siquiera sabía si era chico o chica”, recuerda Orreaga. En su caso, esta orientación también ha ido dirigida a facilitar la búsqueda de una habitación donde vivir.
“A mí se me haría muy duro que un hijo mío estuviera solo viviendo en una habitación y que nadie se preocupara por él o le preguntara qué tal está. Me gustaría que no comiese solo, porque a veces ha tenido que compartir piso con personas que no le saludan ni le miran a la cara, pero encontrar una habitación es muy difícil por mucho que vaya con referencias mías”, confiesa esta madre de dos hijos. En esa línea, el siguiente paso que les gustaría dar es que Abde comparta piso con otros jóvenes. “Posibilidades hay, como el programa Pisukideak, pero los chicos de la universidad también tienen que tener la iniciativa de vivir con jóvenes que les aporten experiencias nuevas”, reivindica.
Halim y Elur: amistades que rompen prejuicios
Elur Ulibarrena conoció la mentoría social por casualidad a través de su trabajo en la red Civivox. “Organizaron un taller en el Condestable y me tocó estar de responsable. Había un educador y un chaval joven y la charla estaba enfocada en resolver dudas sobre la relación que se debe establecer, lo que espera un chaval joven y lo que se puede ofrecer desde aquí. Me gustó que fuera tan abierto y que cada experiencia fuera tan diferente a la otra”, afirma sentada en la cafetería del hotel Maisonnave, donde se ha reunido con Halim Eikhiraoui.
Tanto el educador como el joven que inspiraron a Elur eran parte de Kideak. Tras una primera reunión informativa, las personas interesadas reciben una formación más especializada. “Lo más importante es entender que la mentoría es un acompañamiento mutuo”, subraya Elur. En su caso, Halim le ha enseñado muchas cosas que “igual él ni sabe”, reconoce. Por ejemplo, muchos aspectos relacionados con su cultura, la marroquí, con su forma de pensar y con su espiritualidad. “Tenemos muchos prejuicios derivados de los medios de comunicación y cuando conoces una historia de primera mano, desmontas muchos mitos”, declara.
En esa reciprocidad, Halim ha hecho amistad con el hijo de Elur y ha aprendido mucho de ella y de su marido. “Me explican la historia de Navarra y eso me anima a estudiar y a conocer cosas nuevas. También me ayudan cuando tengo exámenes porque hay muchas palabras técnicas que no entiendo bien”, dice refiriéndose al curso de fabricación mecánica que estudia. Además de esos tecnicismos, Halim también aprovecha para aprender algo de euskera con Elur: “Eskerrik asko, agur, bai, ez, oso garestia, egunon, gabon y buenas tardes no me acuerdo, que es muy difícil”, se excusa. “Arratsalde on. Acuérdate, arrasca león”, le ayuda Elur entre risas.
Loubna y Marina: Un apoyo imprescindible
Un matiz importante de Kideak es que está dirigido a jóvenes sin apoyo familiar en Navarra, lo que en algunos casos no quiere decir que no tengan familia, sino que a menudo, por diversas circunstancias de la vida, esas personas adultas no están presentes en su vida o no pueden ejercer como adultos de referencia. Este es el caso de Loubna Bellit, que también ha podido formar parte de este proyecto y así mejorar su autoestima, verse respaldada y salir de una situación emocionalmente difícil. Para eso, tuvo que trasladarse de Tudela a Pamplona. “En ese momento, mi salud mental no estaba bien y necesitaba desconectar, airearme. Por eso, cuando me preguntaron que me gustaría hacer con mi mentora, respondí que andar”, relata.
Tras muchos paseos, la situación vital de esta joven de 20 años es completamente diferente. Vive sola en Pamplona, está a punto de terminar un grado medio en atención a personas en situación de dependencia, es voluntaria en Anfas y trabaja cuidando a dos niños pequeños y en otros trabajos esporádicos que le salen. “Tengo amigos, contactos y lo más importante, tengo a alguien que me acompaña y estoy muy motivada a seguir por el camino que he elegido porque veo que hay gente que valora mi esfuerzo”, se emociona junto a Marina, su mentora.
Marina Crespo, enfermera de emergencias rurales, animó desde el principio a Loubna a seguir sus estudios, ya que considera que tiene muchas salidas laborales. “Para mí, simplemente tener a alguien que me pregunte qué tal me ha ido un examen es increíble”, confiesa Loubna. Algunos de los trabajos que le han salido también han sido gracias a contactos de Marina, aunque esta sostiene que su papel no es solucionarle la vida. “Por supuesto que estoy ahí para lo que necesite, pero ella sola ya ha superado mucho más que yo en toda mi vida”, aclara.
Tawfiq y Lola: un colchón de responsabilidad afectiva
Tawfiq Salif llegó a Pamplona un poco antes de la pandemia de 2020 y reconoce que fue una época muy complicada, en la que debido al confinamiento apenas pudo conocer la ciudad, ni relacionarse con otros chavales ni conocer a nadie. No obstante, ha sido ahora gracias a Lola Vicente, su mentora, cuando ha encontrado alguien con quien socializar y sentirse arropado. Ahora está terminando un curso de soldadura y cuenta con orgullo cómo hace poco han reparado una de las lámparas ornamentales del Ayuntamiento de Pamplona. “¡Nos recibió hasta el acalde!”, cuenta entusiasmado cuando muestra una imagen de él y otros compañeros del taller en el salón de plenos del consistorio pamplonés.
No obstante, el acompañamiento que ofrece una mentoría va mucho más allá de la formación, los aspectos culturales o el apoyo habitacional. Apela, sobre todo, al ámbito emocional. Lola explica que Tawfiq, un chaval que dejó Ghana siendo todavía menor de edad, es una persona muy independiente y valiente, pero que no tiene mucha autoestima: “A veces me cuenta cosas disgustado y yo pienso que un chico que ha atravesado África y el Mediterráneo solo no puede dejarse avasallar por esas situaciones”. En esas ocasiones, Lola lo anima a seguir adelante y quizá por eso Tawfiq se da cuenta de que estaba equivocado: “Cuando me explicaron qué era la mentoría no lo entendí muy bien porque pensé que yo ya tenía una educadora y no necesitaba otra. Pero luego me he dado cuenta de que es totalmente diferente”.
Lola también ha recibido apoyo de Tawfiq cuando lo ha necesitado. El pasado junio murió su padre y todavía se emociona cuando recuerda lo cercano y pendiente que estuvo Tawfiq. “Fue una gran ayuda tenerlo cerca”, dice.
INSPIRAR A OTRAS PERSONAS
Además de ofrecer un acompañamiento personal, la mentoría social de Kideak tiene el objetivo de fomentar la corresponsabilidad social en la acogida de personas migrantes y de terminar con los prejuicios que imperan a en la sociedad navarra. Marina y Orreaga, por ejemplo, han conseguido que personas de su entorno se involucren en el programa y se hagan mentores gracias a su ejemplo y sus buenas experiencias, aunque la primera advierte: “Todavía falta bastante para la corresponsabilidad, estamos demasiado preocupados por nosotros mismos, defendiendo nuestros derechos, pero luego todos queremos a alguien que cuide nuestra madre o nos traiga la verdura al plato”.
Lola va un poco más allá y denuncia que “no es solo que toda la responsabilidad de integrarse recaiga sobre las personas que vienen, sino que además se encuentran con una sociedad que los trata como delincuentes, los mira mal y los rechaza”. En efecto, todas coinciden en que es difícil terminar con los prejuicios e ideas de la gente, pero creen que es fundamental que estas iniciativas se vayan conociendo porque la mentoría, además, siendo algo tan básico y antiguo como el acompañamiento mutuo, es una herramienta de intervención social muy innovadora que podría aplicarse también en otras áreas como la despoblación, el envejecimiento o la integración sociolaboral.
Si usted quiere conocer más sobre el programa Kideak del Gobierno de Navarra o si le gustaría participar en él como mentor o mentora, puede ponerse en contacto con kideak@zakan.org.