Todos los caminos de tierra conducen a Michal Kwiatkowski, dos veces campeón de la Strade Bianche (2014 y 2017) y exultante en la Clásica de Jaén, su último logro en las carreras que abandonan el asfalto y se adentran en el terrenos terrosos.
El polaco, excampeón del Mundo, se esmeró y trabajó cada palmo de las sendas de tierra que conectan el callejero del mar de olivos para vencer vencer una clásica que le recompuso el ánimo después de un curso doloroso, tortuoso, derivado de unas dolencias en la espalda.
Kwiatkowski se reencontró con la victoria y con la emoción en una prueba estupenda que ensalzó a Ibon Ruiz. Fue tercero el gasteiztarra tras una actuación sublime. El último de los mohicanos de la fuga se agarró a la aristocracia para mostrar su talento. Se mostró en el rutilante escaparate.
Clásica de Jaén
Clasificación
1. Michal Kwiatkowski (Ineos) 4h00:25
2. Isaac del Toro (UAE) a 31’’
3. Ibon Ruiz (Kern Pharma) a 46’’
"Puede que sea uno de los días más bonitos de mi carrera, recuerdo otro en la Itzulia, cuando me alcanzó Alaphilippe cerca de Lodosa. Este podio es un paso más dentro del trabajo del invierno, lejos de la familia, de mi novia, de todos. Estoy emocionado por el estilo con el que me muevo en carrera, metiéndome en las escapadas. Es un pequeño premio al esfuerzo”, dijo.
Ruiz caminó junto a Kwiatkowski hasta que el polaco deshilachó al alavés, que tuvo que soportar también la carga final de Isaac del Toro, que emergió de las profundidades para superarle.
Sublime Ibon Ruiz
Sin embargo nada de eso le arrebató la felicidad al gasteiztarra, que festejó la tercera plaza con la coreografía que acompaña a las victorias. Empuñó el cielo y pegó un pequeño salto al atravesar la meta después de su odisea por el mar de olivos.
Ibon Ruiz, durante la fuga con Julen Arriolabengoa
Era consciente de su hazaña, de haber estado en fuga durante 148 kilómetros con el arrojo de los locos maravillosos y la resistencia de la dignidad intacta. Su actuación fue una oda al esfuerzo y un festejo para los humildes.
Una aventura extraordinaria que disfrutó con Julen Arriolabengoa hasta que un pinchazo le dejó sin aire en la Clásica Jaén, en la que Kwiatkowski tomó el relevo de Oier Lazkano, el vencedor del pasado curso de una prueba que también celebraron Lutsenko y Pogacar.
“Quería creer. Estoy muy orgulloso de lo que he hecho. Tuve problemas de espalda el año pasado y necesitaba volver a tener de nuevo estas sensaciones”, expuso el polaco tras su victoriosa travesía.
¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea!, exclamó Antonio Machado, que vivió en Baeza. De Úbeda es Joaquín Sabina, poeta de la calle, trovador de sueños y cantante de la melancolía.
En esa tierra donde se unen los genios de la poesía, la métrica y el esfuerzo y que huele a olivos y sabe a aceituna llegó la redención de Kwiatkowski y la Epifanía de Ibon Ruiz.
Ibon y Julen, en fuga
En Jaén entre olivos viejos y sabios, los corazones que bombean el oro de Andalucía, sobresalen las cicatrices de tierra, el camino de los recolectores de olivas. La ruta del esfuerzo y el trabajo hombro con hombro. Los surcos de las manos que se agrietan. Por allí discurrió el esfuerzo de Ibon Ruiz y Julen Arriolabengoa, hermanados en el estajanovismo de la humildad y el trabajo.
Los parias de la tierra que elevan el orgullo de quienes se rebelan en una carrera terrenal. Los olivos son los centinelas de esas sendas, vigilantes chatos del esfuerzo de los dos alaveses. Kwiatkowski y McNulty caminaban junto a Ruiz y Arriolabengoa, los héroes de la fuga, hasta que a este le descabalgó un pinchazo.
Ruiz, formidable, se ató al polaco y al norteamericano en la misma cordada. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, recitaba Machado. En el entramado labriego entre olivos, eran 30 los kilómetros sobre la tierra repartidos en 10 trechos, Van Aert perdió tracción.
Le sucedió también a Igor Arrieta, que se raspó, pero el navarro siguió en pie sin queja. El belga, en su primer contacto con la competición en carretera, sirvió de caballo de tiro para arar el terreno para sus compañeros. Detrás del trío, la carrera fue vapuleando voluntades entre los sendas polvorientas y el olor a aceitunas, el aroma de una carrera muy especial.
Egan Bernal, al hospital
En el grupo sobresalía el empeño de Egan Bernal, de nuevo sonriente tras sus triunfos en los campeonatos de ruta y crono de Colombia. Bernal contaba con la ayuda de tres alfiles hasta que se fue al suelo y acabó en el hospital con una probable fractura de clavícula.
El UAE tenía a Arrieta, Del Toro y Wellens. Por delante, cada equipo tenía a sus embajadores. Kwiatkowski por el Ineos y McNulty por el UAE. Ibon Ruiz, estupendo, era un verso libre, el asterisco.
Ibon Ruiz festeja su tercera plaza.
El gasteiztarra, inteligente, dejaba hacer al polaco y al norteamericano, empeñados en su misión. La apuesta del gasteiztarra era nítida incluso entre el aire opaco que provocaba el terreno. McNulty perdió gas cuando se le escapó el aire de la rueda trasera. Un rival menos.
El receso del estadounidense, aislado, provocó el cambio de paradigma. Kwiatkowski no se fiaba de Ibon Ruiz, excelso, sin cadena. Tuvo que desencadenarse el polaco en una zona dura para desenfocar al alavés en el retrovisor.
El estruendo del ataque llegó a los oídos de Del Toro, que embistió desde el grupo perseguidor como una estampida. Se enajenó el mexicano, que trataba de rastrear al polaco, pero no pudo alcanzarlo. Kwiatkowski encuentra el oro en Jaén.