El Panathinaikos, uno de los clubes históricos de la Euroliga, recibirá al Baskonia el próximo viernes en una situación casi desesperada por conseguir sumar un triunfo. El combinado griego, que no participa en un play off de la Euroliga desde 2019, lleva dos temporadas consecutivas de capa caída, lejos de la zona noble de la clasificación, y esta campaña va por el mismo camino pese a la inversión realizada por el club en verano para renovar la plantilla e intentar poner fin a su tendencia decadente, con contrataciones de renombre como Grigonis, Dwayne Bacon, Ponitka, Derrick Williams o Gudaitis.
Sin embargo, los resultados no están acompañando por el momento al conjunto dirigido por Dejan Radonjic, que suma solo un triunfo en seis partidos y es el farolillo rojo de la competición junto al Estrella Roja y al Bayern. La situación comienza a convertirse en insostenible y las habituales salidas de tono de su presidente Dimitris Giannakopoulos tampoco ayudan a que el ambiente en el OAKA sea precisamente idílico. Sin ir más lejos, tras la última derrota del equipo contra el Partizan el pasado jueves, el presidente del cuadro heleno llamó a la Euroliga en sus redes sociales “cubo de basura” y criticó el arbitraje, según sus palabras “espantoso” y un “amaño”. “Durante décadas mi familia y yo hemos estado gastando tiempo personal, energía y tirando cientos de millones de dólares en el cubo de basura llamado Euroliga“, escribió.
Lo que está claro es que a una afición caliente y acostumbrada a ganar como la del Panathinaikos se le está empezando a terminar la paciencia y seguro que se siente dolida al ver que al Olympiacos, el eterno rival, las cosas le marchan mucho mejor. El viernes, contra el Baskonia, estará en juego mucho más que una victoria.