Álava es un territorio, en líneas generales, extenso y poco poblado, y lo ha sido así desde siempre. Sus pequeños núcleos milenarios –buena parte de ellos figuran en la reja de San Millán de 1025– siguen vivos a día de hoy, pero cada vez es más difícil la renovación generacional por múltiples circunstancias y, tal y como señala el director de Reto Demográfico de la Diputación alavesa, Iñaki Guillerna, “no tenemos un problema gravísimo, no existe la Álava vaciada, pero estamos en un punto de inflexión”. Toca decidir si se quiere que el pueblo clásico alavés perviva sin perder su personalidad y esencia o si se prefiere dejarlo morir e invertir todos los esfuerzos en las cabeceras de cada municipio o en las localidades más pujantes.
Casi de forma mensual esta dirección foral revisa los censos de todos estos 426 núcleos para constatar que el problema demográfico alavés no está en Zuazo de Kuartango, en Espejo, en Maeztu o en Ribabellosa, sino en Igay, Musitu, Bóveda o Luna.
Por ello, Guillerna asegura que el liderazgo del reto demográfico en Álava tiene que partir de los ayuntamientos, de la mano de las juntas administrativas. “Los ayuntamientos tienen que redactar sus planes de ordenación urbana de acuerdo a cómo quieren que sea su futuro. Valdegovía tiene que decidir si Bóveda es viable o no, si Pinedo es viable o no”, afirma el director foral.
El papel de la Diputación, al margen del lógico diagnóstico común y del abordaje de medidas generales, pasa por garantizar que esos pueblos sean habitables, mediante el Plan Foral de Obras y Servicios y el de Obras Menores, que “han permitido llegar a 2022 y que esos pueblos sigan siendo viables; con agua, conducciones eléctricas y hasta fibra óptica”.
Sin embargo, insiste, cada municipio “tiene que saber lo que quiere”. En parte también porque no son las mismas circunstancias las de Samaniego, municipio de un único pueblo, sin pérdidas de población; que las de Asparrena, con un pueblo grande, un polígono industrial y muchos pequeños núcleos; que las de Valle de Arana, conformado por unas pocas y pequeñas localidades en una gran superficie.
La clave, la vivienda
¿Y cuál es la clave para romper esa inercia de pérdida de población en los pequeños pueblos? Guillerna lo tiene claro: la vivienda. “El gran problema es el déficit de vivienda, en estos momentos no hay vivienda en los pueblos, ni en venta ni en alquiler, y la construcción y rehabilitación es muy difícil por las normas urbanísticas, por una legislación nacional y de la comunidad que sirve igual para el centro de Bilbao que para un pueblo como Tortura. ¿Le vas a exigir dos plazas de garaje a alguien que quiera hacerse una casa en Tortura?”, se pregunta. Guillerna defiende una legislación más versátil, pero, eso sí, siempre con las garantías medioambientales pertinentes por delante, y respetando el carácter social y cultural de estos pueblos. “No podemos hacer construcciones acristaladas en mitad de Berantevilla”, apunta a modo de ejemplo.
Desde el Departamento de Equilibrio Territorial, explica por otro lado, se han aprobado ayudas a la rehabilitación, “pero nos damos cuenta de que no es suficiente, porque muchas de las viviendas que se rehabilitan no pasan al mercado inmobiliario, sino que se utilizan como segundas viviendas, y eso no genera población”.
Y sin población no hay servicios, pero es que sin servicios tampoco hay población. “Es una serpiente que se muerde la cola”, afirma. Para que alguien decida construir su proyecto vital en un pueblo pequeño necesita una serie de servicios más allá de los básicos de agua y luz. “La gran calidad de vida que te ofrece el ámbito rural alavés no es suficiente, tú te vas a vivir allí con los niños, pero los niños crecen. El servicio a la ikastola es estupendo, pero luego empiezan a jugar al baloncesto, salen con sus amigos, y no salen en Zuazo, van a Murgia o Vitoria”, explica.
Ahí entra en juego otro los pilares que ha de sostener la realidad rural alavesa, y que de hecho lo está haciendo, según Guillerna. “Puedo decir claramente, porque nunca ha sido competencia nuestra, que el transporte en Álava ha mejorado muchísimo” afirma. Guillerna considera en ese sentido que el taxi a la demanda encaja perfectamente en la realidad rural alavesa. “Es fundamental porque mantiene la estructura vital de los pueblos pequeños, te permite ir el lunes al consultorio para el análisis del Sintrom, el miércoles vas porque tienes enfermera y el viernes te miran la tensión. No es un tema de precio, que es bueno, sino de servicios”, afirma el director de Reto Demográfico. No solo eso, esta fórmula también permite acceder a las personas mayores (y a todas las que deseen o necesiten) a esos servicios bancarios cada vez más alejados de los pueblos, pero quedaría pendiente un paso más, atender al ocio infantil y juvenil. “Que un chaval pueda volver a casa a las tres de la mañana a un precio aceptable te permite vivir”, asegura Guillerna.
Otra pata para fijar población en los pueblos es el acceso a la educación, que según Guillerna funciona razonablemente bien, con un transporte adecuado pero con algunas carencias todavía, por ejemplo, en materia de haurreskolas, con todo lo que implica en cuestiones de conciliación.
426 Núcleos
Evolución. Aunque de entrada pueda dar la impresión contraria, no todos los pueblos pequeños del territorio alavés pierden población con los años, si bien es cierto que en muchos casos su evolución responde a la promoción de zonas dormitorio cercanas a núcleos como Vitoria o Agurain, que en la práctica no dan vida a un pueblo. La tendencia general es que la población de las cuadrillas alavesas se vaya concentrando en las cabeceras oficiales u oficiosas de los municipios, como Murgia, Zuazo de Kuartango, Espejo o Maeztu, pero entre los pueblos más pequeños del territorio el despoblamiento no es generalizado y depende mucho de las circunstancias de cada comarca. Así, la situación de Valle de Arana y la de cualquier municipio de la Rioja Alavesa son opuestas.
Pueblos que crecen. Hay muchos casos de núcleos pequeños del territorio alavés que vienen creciendo de forma más o menos lenta pero sostenida en los últimos años, como Egileta (Dulantzi), Azkoaga (Aramaio), Azazeta (Arraia-Maeztu), Durana y Zurbano (Arratzua-Ubarrundia), Gebara y Ozaeta (Barrundia), Antoñana (Campezo), Argomaniz (Elburgo), Arbigano (Ribera Alta), Gujuli-Ondona (Urkabustaiz), Mioma (Valdegovía), Trokoniz (Iruraiz-Gauna), Assa (Lanciego) o Peñacerrada.
Núcleos en peligro. De no revertirse la situación, varios pueblos del territorio podrían morir, como ha ocurrido con Ribera y Villamardones, en Valderejo. Núcleos como Arenaza, Ibisate o Musitu (Arraia-Maeztu), Ziriano (Arratzua-Ubarrundia), Mendieta (Artziniega), Lujo y Madaria (Ayala), Jauregi (Iruraiz-Gauna), Katadiano y Luna (Kuartango) o Acebedo (Valdegovía), tienen menos de diez habitantes.