La Durangoko Azoka cerró ayer sus puertas hasta la próxima edición. Son ya un total de 57 años que demuestran que hay un desencuentro entre el mundo de la cultura y el de la política. No llegan a fusionarse del todo, tan solo cuando algunos profesionales de la oratoria y diplomacia tienen que defender en alguno de los estands su nueva publicación.
La primera feria del libro y disco vasco se celebró en 1965. De hecho, fue uno de los primeros actos que organizó la recién fundada Gerediaga Elkartea. Bajo la dictadura del franquismo, la cita tenía un objetivo principal: dar a conocer la producción literaria y discográfica vasca. La feria ha tenido desde entonces numerosas localizaciones: al principio se celebró en los soportales de Santa María, en la plaza del mercado, en los diferentes solares donde se pusieron carpas, y finalmente en 2003, se trasladó al pabellón multiusos de Landako.
La primera Durangoko Euskal Liburu eta Disko Azoka se organizó en los soportales de Santa María y en vez de en diciembre, el 1 de noviembre, día de Todos los Santos. Hubo un total de 19 expositores. Hasta 1974 se organizó año tras año en los soportales del citado templo, ubicado en pleno centro de la villa. Pero hubo un año en el que se canceló. En 1967 no se organizó la feria porque se estaban llevando a cabo trabajos de restauración en Santa María y no se daban las condiciones necesarias para su organización.
Esa novena edición se organizó en la plaza del mercado. Según narra el exdirector de la feria, Jon Irazabal, la repercusión que habían conseguido las ediciones anteriores no era del gusto del gobernador civil de la época. Por ello, en busca de una excusa, y alegando razonamientos religiosos, prohibió la celebración de la misma en los soportales de Santa María. La solución fue organizarla en la plaza del mercado. “De alguna forma nos hizo un favor, porque en el mercado hacía menos frío. Lo curioso, sin embargo, fue que el gobernador civil anunció su clausura por ser un nido de rojos-separatistas y sin embargo tuvo enfrente a Marcelino Oreja, quien le espetó que si la prohibía lo haría con él presente, a ver si tenía huevos, con esas palabras. Y se pudo hacer”. Ahora bien, ni Marcelino Oreja apareció por la feria ni el gobernador civil. “Los dos se achantaron y, a raíz de ello, a uno lo cesaron de su puesto y al otro lo trasladaron. Al gobierno no le gustó lo que hicieron, que siendo del mismo régimen se pusieran en contra uno del otro”, apostilla Irazabal, quien estima que, si siguió funcionando la feria, fue por intermediación “de familias carlistas de Durango” vinculadas con Gerediaga Elkartea.
Del mercado a Landako
La trayectoria continuó bajo la denominación de Durangoko Euskal Liburu eta Disko Azoka en la plaza del mercado, de 1974 a 1996. En ese periodo de tiempo, Gerediaga Elkartea organizó durante tres años consecutivos la Euskarazko Liburu eta Disko Azoka. Fue desde 1986 a 1988. Pero esta apuesta no tuvo la repercusión que los organizadores esperaban y no volvió a organizarse. Por otro lado, y pese a que las primeras ediciones aprovecharon el periodo vacacional de Todos los Santos, desde 1980 se ha trasladado a los primeros días de fiesta de diciembre. Las cuatro paredes de la plaza de abastos se quedaron pequeñas y tuvieron que instalarse diferentes carpas blancas en los solares de Durango para dar cabida a los visitantes. A partir de 2002, la Durangoko Azoka aglutina a vascos llegados de los siete territorios en Landako Gunea y otras áreas.
Irazabal tiene una espina clavada de cuando fue director de la feria. “Que los políticos no la han aprovechado. Si fuera en Catalunya, el presidente Pujol hubiera estado cada año inaugurándola. Aquí, los lehendakaris han brillado por su ausencia. Hemos invitado cada año al lehendakari del momento. Garaikoetxea fue el primero que vino, a modo de visita privada, como también hace Urkullu. Solo Ibarretxe vino a la inauguración oficial un año. Ardanza la visitó en una ocasión a última hora. Patxi López ni apareció. Urkullu estuvo en el 50º aniversario en la entrega del premio de la Argizaiola, pero aún no ha venido a una inauguración oficial. A la feria de la máquina y herramienta, sin embargo, no suelen faltar”.
Irazabal evoca los primeros tiempos como los más duros, los del franquismo, incluso los años que siguieron a la muerte del dictador Franco. “Los libros legales estaban en el estand, a la vista, y los ilegales o problemáticos, escondidos y solo se vendían a personas de confianza. Sabíamos ya que había informantes de la Guardia Civil, como eran el Anta, el Rubio y el Moro, con el cabo Cuevas. Para nosotros eran disuasorios, no otra cosa”.
La editorial Hordago, afín a Euskadiko Ezkerra y ETA p.m. sufrió la censura en la feria. “Libros de Txiki y Otaegi o el proceso de Burgos se secuestraban. Por eso, se vendían a escondidas. La ciudadanía, más militante que ahora, tenía hambre de esas informaciones y, como estaban prohibidos, se vendían a cuentagotas y a quien se tenía confianza”. Lo mismo ocurrió con la editorial San Miguel de Txomin Saratxaga, afín al PNV. “Poseer más de cinco ejemplares de este tipo de libros era ilegal, se les acusaba de propaganda ilegal”, agrega Irazabal. También se investigaban obras impulsadas por Carlos Caballero Basáñez, docente del Politécnico de Jesús Obrero de Vitoria-Gasteiz. “Muchas se editaban sin depósito legal, por lo que eran consideradas como alegales”.
La Azoka de Durango ha sido además lugar de diferentes reivindicaciones políticas. En algunas ediciones no muy lejanas, cada día, en el exterior se protestaba por alguna causa o había alguna manifestación. En 2005, saltó a todo el Estado una noticia relacionada con la política ocurrida en la feria. Agentes de la Ertzain-tza y de la Policía municipal de la villa retiraron del recinto alrededor de 450 ejemplares de Zutabe, boletín propagandístico de ETA, encontrado en dos de las mesas del evento. “Tuve que ir, como director de la feria, a declarar por ello a Madrid exponiendo que nosotros no teníamos arte ni parte”, rememora Irazabal, quien sonríe al decir que la noticia “llegó hasta un medio de comunicación de Albacete. Fue más publicidad para la feria que otra cosa”. l