Vida y estilo

“La comedia sigue siendo un género sobre todo masculino”

Aitziber Garmendia interpreta a un personaje secundario, pero muy potente, en la última película de Carlos Vermut, ‘Mantícora’, aunque tiene una larga carrera a sus espaldas llena de éxitos. Es una mujer que luce en todo momento una bonita sonrisa y se mu
Aitziber Garmendia está volcada en el teatro, pero sin renunciar a nada.

Es licenciada en Derecho, carrera que solo ejerció en unas prácticas en una notaría, y aunque le gustó mucho estudiar la carrera, desde primero sabía que no se iba a dedicar a ella. La toga y los tribunales no son lo suyo; ella prefiere meterse en la piel de otras personas y vivir realidades diferentes a la propia. Le gusta notablemente la comedia, aunque reconoce que aún hay muchas diferencias de aceptación hacia las humoristas. “La sociedad no nos ve en plan macarra y como gamberras, y a ellos sí”, sentencia. Ha trabajado como presentadora, pero sobre todo se reivindica como actriz, el mejor papel de su vida.

PERSONAL

Edad: 39 años (10 de diciembre de 1982).

Lugar de nacimiento: Zaldibia (Gipuzkoa).

Formación: Es licenciada en Derecho y estudió Artes Escénicas.

Inicios: Se estrenó con la obra de Darío Fo Hitz egin dezagun sexuaz (Hablemos de sexo). El teatro es el medio que más le engancha y con el que sigue más comprometida. 

Trayectoria: Le gustan la comedia y el teatro más clásico. Participó en el montaje que se hizo en Donostia en 2016 de la obra de Shakespeare Sueño de una noche de verano. En estos momentos está de gira con la función Sexberdinak junto a Telmo Irureta. Acaba de estrenar en el Festival de Sitges Mantícora, película de Carlos Vermut. Ha participado en otros títulos Como ocho apellidos vascos, Mugaldekoak, Txarriboda, Alaba Zintzoa, Txarriboda o La matanza, entre otros. Es muy conocida por sus programas en ETB-1, el último Barre librea, junto a Jon Plazola.

Película y obra de teatro: esta temporada va al completo.

Ja, ja, ja… Podría decir que sí. Llevo varias temporadas al completo, aunque siempre pienso que va a llegar el bajón, y de momento no llega. No quiero que llegue, pero hay veces que pienso: Ay, un descansito, qué bien me vendría.

Toque madera, que está usted en una profesión que resulta tan vulnerable como inestable.

Verdad, verdad, juro que estoy muy contenta de cómo me va. Es cierto que a veces estás cansada, pero mientras me salgan proyectos no paro, por si acaso. Esta racha está siendo especial y me están saliendo cosas muy interesantes. De repente, me ofrecen una película fuera de Euskadi y me han salido otras tres con personajes pequeñitos. Está siendo una temporada muy interesante. Estaba muy acostumbrada a no salir de aquí, de Euskal Herria, y me están surgiendo estos proyectos que me vienen muy bien.

¿Nunca se ha planteado irse a Madrid, que parece el epicentro de su profesión?

La verdad es que no. Trabajo mucho en Euskal Herria, y dejar todo esto para ir a probar suerte siempre me ha dado miedo. Si salen cositas, yo voy feliz de la vida, así que jamás me he planteado dejarlo todo aquí e irme. 

¿Cómo es su personaje en Mantícora, la película de Carlos Vermut?

Sandra es el personaje que arroja un poco de luz y optimismo en toda la historia. Es una de las jefas de una empresa de videojuegos y es amable, fácil de creértela. He disfrutado muchísimo haciendo este trabajo.

¿Podríamos considerarla una película de terror?

Es una historia de amor, o eso es lo que dice Carlos, pero es una historia de amor que habla de monstruos. 

Un simpático gesto de la actriz de Zaldibia.

¿Y habita algún monstruo en Sandra?

No lo he conseguido ver, aunque seguro que lo habrá porque en todos habita uno. Pero en Sandra ese monstruo no es tan visible. No es lo primero que se ve en ella.

¿Se parece usted al personaje, al margen de que le ha prestado su cuerpo y su sonrisa?

Sí. Creo que como yo, ella es muy entusiasta. Es una persona que asume el liderazgo con naturalidad y tiene un grado alto de empatía para con los demás, aunque la empatía juega a veces a favor y otras en contra. Es lo que en ocasiones me pasa a mí como Aitziber Garmendia.

Aunque usted es aún joven.

No tanto, tengo 39 años ya y llevo en esto unos 21. Empecé en el teatro profesional en Santurtzi a los 18. ¡Madre mía!

Y parece que está muy enganchada a los escenarios.

Es en lo que más he trabajado y una de mis mayores pasiones. Tiene una magia que engancha y que a lo mejor no la tienen las otras disciplinas, aunque nunca rechazo un proyecto que me guste en ninguna de ellas, pero si me pones una pistola en la sien me quedo con el teatro.

Y en televisión, lo mismo presenta que interpreta.

Sí, cierto, pero siempre digo que soy actriz, no me siento presentadora y considero que no lo soy. Las veces en las que he hecho de presentadora ha sido algo pasajero o un peaje a pagar por algún otro contenido que tenía ese programa. Ahí no me veo cómoda del todo. Si me preguntas qué es Aitziber Garmendia, te diré que actriz, nunca digo que soy presentadora. 

¿Hay alguien en su familia que se dedique a esta profesión?

No, en casa nadie se ha dedicado a nada artístico. Es verdad que yo he sido siempre como muy curiosa y bastante show-woman. A nada que viera un escenario o una cámara de fotos, corría a subirme a él o a ponerme delante de ella. No sé de dónde me viene, pero lo he llevado desde pequeña en la sangre, aunque por mucho que mire, en mi familia no hay antecedentes.

Pero no escogió Arte Dramático para estudiar, sino que es licenciada en Derecho.

Sí, y es una de las decisiones más absurdas de mi vida. Quería estudiar algo mientras me formaba en Artes Escénicas. Me quedaban las mañanas libres y pensé que algo tenía que hacer. Miré cosas que no tuvieran matemáticas.

Eran su ogro como estudiante, ¿no?

Exacto. Odio las matemáticas, soy pésima en esa materia, y me dije: Derecho, voy a probar a ver qué pasa. Como carrera me pareció superinteresante, pero desde el primer curso sabía que no me iba a dedicar a ello.

Así que no se veía con la toga puesta ante un tribunal, aunque sabrá que también ahí se puede hacer mucho teatro.

Ja, ja, ja… No, bajo ningún concepto. Hice una especie de prácticas en una notaría y me di cuenta de que no era lo mío.

¿Le sirve la carrera para estar segura a la hora de firmar un contrato?

Eso sí. Dicen que el saber no ocupa lugar. Cada vez que recibo un contrato tengo que leer alguna cláusula y en eso estoy un poco ojo avizor y te viene bien tener algunas ideas. Es verdad que las agencias de actores están siempre muy al tanto, pero reconozco que no me viene mal estar yo también en ello. 

¿Sigue en algún programa de entretenimiento de Euskal Telebista?

No, ahora no. El año pasado terminé Barre librea, uno de los programas más especiales para mí. Trabajé con Jon Plazaola, lo escribíamos, lo dirigíamos y lo explotábamos. Fue una apuesta muy potente, se acabó en 2021 y tenía claro que este año me quería dedicar a las obras de teatro que tenía pendientes, y luego, estos personajes que me han ido saliendo en el cine me han llenado mucho. Si estás en televisión andas como más limitada para salir fuera a trabajar. Quería hacer un poco de reciclaje de mí misma, y si te están viendo la cara todo el rato, la gente se puede llegar a cansar. 

Ha aparecido en el cartel de series tan exitosas como Allí abajo o Patria

Ja, ja, ja … En Patria estoy en una secuencia en la que no tengo ni nombre, creo que era la chica 3. Hay que ser sincera, no he tenido la suerte de participar en series grandes con personajes potentes. Estoy contenta con lo que me ha llegado, y aunque no he tenido esa suerte no tiro la toalla. Creo que en algún momento vendrá.

¿Qué es lo que más le atrajo de una profesión que no es la que más seguridad ofrece?

Quizá el ponerme en la piel de unos personajes que en la mayoría de las ocasiones se parecen muy poco a mí. Me gusta estar en otras pieles y entender otras realidades. Son experiencias que ayudan a afrontar la vida desde un punto de vista diferente. Es un juego, para mí siempre lo ha sido. Convertirme en otra persona es un juego muy atractivo, y eso es lo que me enganchó. Al principio nunca pensé que este sería mi oficio; solo era mi afición y se convirtió en mi profesión. Ser actriz no fue algo premeditado.

¿Y que le da este oficio, más alegrías o sufrimientos?

Al principio solamente me daba alegrías. Ahora, rozando ya los 40, diré que mitad y mitad, aunque por el momento gana más la balanza de las alegrías. Es verdad que es una profesión difícil, exigente, y en la que si no te encuentras en un momento psicológicamente fuerte te puede jugar alguna mala pasada. La autoexigencia, la exposición a la gente, te pueden pasar factura. Es difícil de explicar, solo se muestra lo maravilloso de este oficio, pero las aguas que van por debajo a veces son turbias.

Y a pesar de esas aguas turbias usted es la actriz de la eterna sonrisa.

Ja, ja, ja… Sí, a veces soy como Freddie Mercury en la canción de The show must go on. A veces he estado rota por dentro de verdad y he salido al escenario a hacer reír a la gente. Esa eterna sonrisa a veces oculta muchas dudas, muchos miedos… Soy humana, y hacer reír a las personas me parece una de las mejores terapias. He llegado a subirme al escenario bastante mal, nerviosa, ansiosa, triste en diferentes épocas de mi vida, y cuando ha terminado la función he dicho: Por Dios, qué bien me ha sentado hacer esto

¿Es la recompensa por hacer reír al público?

Supongo que sí. Hacer reír a la gente te da un no sé qué hormonal que te coloca en otro estado de ánimo. Puedo empezar regular, pero acabo con una sensación de bienestar. Para mí es muy importante conseguir hacer reír, por la gente y también por mí.

Sin embargo, se están poniendo muchos límites al humor.

Creo que estamos en la peor época para hacer humor. Mira que llevo años haciendo este género, y nunca ha sido tan difícil. Las sensibilidades están ultradesarrolladas. De repente te surgen dudas sobre si puedes hacer humor con esto o con lo otro. Te preguntas dónde está el límite.

¿Y dónde está el límite?

Donde se hiere a la otra persona. Pero, ¿qué es herir? ¿Dónde está el baremo de cada uno en lo que hiere o no hiere? Hace unos años se hacía humor con menos miedos. Podías hacerlo mal o mejor, lo que no hacías era trabajar desde el miedo a poder herir u ofender. Ahora vivimos la cultura del ofendido, tenemos la piel más fina que nunca y esto es un hándicap para hacer mi trabajo.

Esta es una pregunta que siempre hacemos a las mujeres. ¿Están actualmente tan bien consideradas las humoristas como los humoristas?

No. La comedia sigue siendo un género sobre todo masculino. Se les permite mucho más a los humoristas que a las humoristas. En el teatro, en una obra, está todo más equiparado, pero de diez monologuistas que salen, dos son mujeres y ocho hombres. Todavía nos queda mucho para conseguir la igualdad. Hemos avanzado, pero la sociedad no se acostumbra a vernos macarras y gamberras, siempre se nos ha exigido estar en otro lugar.

¿Qué lugar?

Ese en el que siempre estamos complacientes y bonitas, arregladas y guapas, por supuesto. Los personajes feos no están reservados para las mujeres. Yo intento defender otro tipo de personajes y de estéticas, para que todo el mundo tenga lugar en la comedia.

Otra de sus pasiones es la escritura.

Sí, es una de mis pasiones y también una salvación. En esta profesión en la que todo es tan inestable, tener otra alternativa, otra baza que no sea estar en el escenario o delante de las cámaras, sino poder estar detrás, es una solución y un arma muy potente. A veces siento que con lo que estoy escribiendo me estoy desnudando mucho, pero supongo que es una sensación que tienen muchos autores.

Dicen que la interpretación es un refugio para las personas tímidas.

Agradezco mucho que digas esto, porque cada vez que digo que soy tímida nadie me cree. Lo soy y vivo la interpretación como si fuera un refugio.

Pero en un escenario.

Soy consciente de que me están mirando trescientas, quinientas personas, y no me siento abrumada en absoluto, pero es verdad que en la calle, en mi día a día, lo que quiero es pasar desapercibida y no llamar la atención. No me gusta sentirme observada.

¿Mejor ser invisible?

No tanto, pero no me gusta que se fijen en mí. Supongo que es por mi timidez, pero cuando estoy delante de un personaje la pierdo.

Sexberdinak es la obra de teatro con la que está girando en estos momentos. ¿Un texto incómodo?

Habla de dos tabúes increíbles, el sexo y la discapacidad. Juntos, estos dos términos se convierten en un cóctel molotov. Es cierto que la gente se incomoda y se plantea cosas en las que nunca había pensado. Es una obra que es una realidad gracias a la valentía de Telmo Irureta y de decirle a la gente cómo se siente. Yo estoy en el escenario, pero al servicio de la historia de él, y la estoy disfrutando más como espectadora que como actriz. 

Para terminar la charla, ¿tiene algún proyecto nuevo a la vista?

Estoy ensayando una obra de teatro que se estrenará en enero, Nunca he estado en Dublín, una comedia muy divertida que juega mucho con lo absurdo.

29/11/2022