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La complicada vuelta de Xavi

Sin haber cumplido un año en el banquillo del Camp Nou, las críticas se ceban en su gestión del vestuario y cuestionan sus aptitudes técnicas
El técnico del Barcelona, Xavi Hernández, protesta durante el último encuentro de su equipo, frente al Villarreal (3-0).

Cuando aún no ha cubierto un año en el banquillo del Camp Nou, donde recaló como la gran esperanza, Xavi Hernández habita en el centro de la diana. Su figura está siendo abiertamente censurada desde diversos frentes. Se le señala como un mal gestor de vestuario y sus aptitudes para dirigir un equipo que es sinónimo de “ganar”, como él mismo reconoció a su llegada, son cuestionadas con acritud. A modo de indicativo del clima creado a su alrededor sirva esta declaración, ya sin opciones de seguir en la Champions y en vísperas de visitar el Bernabéu, donde el Madrid se impuso con autoridad: “Si no lo ven claro me iré para casa, no seré un problema para el Barcelona, el día que vea o que crea que no soy la solución”.

Cuenta Xavi con la red de Joan Laporta, su principal avalista y máximo interesado en que el tiempo y los ingentes medios invertidos en la confección de la plantilla traigan un período de estabilidad. Entre las dos últimas ventanas del mercado se han contabilizado hasta una docena de incorporaciones. De la invernal solo queda Ferran Torres, a quien se añadieron Koundé, Christensen, Bellerín, Marcos Alonso, Kessie, Raphinha y Lewandowski, además del portero Iñaki Peña. Mimbres de nivel a los que se busca encaje en una estructura donde conviven jóvenes de enorme proyección formados en La Masía y vacas sagradas en la recta final de sus carreras.

Como jugador ya necesitó dos campañas para convencer a propios y extraños de que merecía la batuta del equipo

En cualquier sitio semejante panorama llevaría aparejado un margen razonable para que el técnico trabajase con cierta tranquilidad, una aspiración fuera del alcance de Xavi. Días atrás se atrevió a deslizar: “Estamos en construcción… calma y paciencia”. Era consciente de que predicaba en el desierto. Lo sabe bien un culé confeso como él, pues la desafección del entorno es una experiencia que conoció como jugador.

Entonces trataba de hacerse un hueco en el primer equipo que cerca estuvo de ser vano. Su menuda figura no calaba en la grada y el club barajó su marcha. Ni Van Gaal ni Rijkaard apostaron fuerte por un Xavi que se benefició de una lesión de Guardiola para instalarse definitivamente en el once. Necesitó casi dos años para convencer a propios y extraños de que merecía la batuta de la orquesta azulgrana. 767 partidos oficiales en 17 campañas contemplan hoy al cerebro del particular estilo que hizo del Barcelona el modelo más influyente en el fútbol moderno.

Ahora, desde el banquillo, Xavi se afana en reeditar ese pasado glorioso, una empresa ardua por la presión que ejerce la historia de la entidad, su prestigio, el eco que obtiene en la sociedad catalana. La complejidad se agrava si el enemigo predilecto exhibe su pujanza y colecciona los títulos mayores, como es el caso. En el Barcelona, las crisis lo son de veras con el Madrid legítimamente subido a la parra.

Acaba de pasarle por encima al Villarreal con una formación que quizá anuncie un cambio de rumbo en la pizarra

Apoyado en el instinto de un Lewandowski que hace goles como churros y por tanto asume el rol de Messi, en el sentido de la dependencia que ha generado en apenas tres meses, el Barcelona comprueba el trecho que debe recorrer para volver a ser favorito en cada compromiso. Los evidentes problemas que padece en la zaga y en la transición defensiva, pero asimismo en ataque, no constituyen un impedimento serio para competir en la liga. Era líder hasta que disputó el clásico, había recibido hasta entonces un único gol en ocho jornadas, y persiste a rebufo del Madrid en la tabla. Acaba de pasarle por encima al Villarreal con una formación que anuncia un cambio de rumbo en la pizarra.

La densidad del calendario, pues el domingo recibe al Athletic y la semana próxima visita al Bayern Múnich, habría aconsejado una serie de variaciones. Xavi comentó la obligatoriedad de conservar la frescura del juego para justificar una elección que deparó un convincente balance defensa-ataque, cuya factura abonaron religiosamente los chicos de Unai Emery. Rescató a De Jong para que hiciese de Busquets y el holandés, que en agosto tuvo pie y medio fuera del club, destacó sobre todos, aportó solidez y equilibrio a una estructura demasiado vulnerable hasta la fecha, aunque siempre queda Ter Stegen para adecentar las estadísticas. Ansu Fati revivió, al igual que el postergado Jordi Alba o Ferran. Gavi y Pedri se sintieron más cómodos y la zaga agradeció que Koundé vaya olvidando sus molestias físicas. Pero todavía a Xavi le falta para dominar la escena a su voluntad.

23/10/2022