Bayern de Múnich, Zalgiris Kaunas y Unicaja Málaga pusieron de manifiesto la semana pasada que por el Buesa Arena han corrido mejores vientos para el baskonismo que los actuales. La propia cancha ha dejado de ser el fortín que siempre se desea, y a la espera de que cambie el rumbo, ahora, en apenas 48 horas, toca rehacerse lejos del hogar. Panathinaikos esta noche (20.15 horas) en el Oaka y en Euroliga, y Andorra el domingo (17 horas) en el Poliesportiú del Principado y en ACB, son las dos oportunidades que de manera inmediata se presentan para tapar la hemorragia. Límite 48 horas para alterar esta preocupante dinámica, porque Joan Peñarroya ha hecho el viaje de ida teniendo trabajo y puede que regrese sin él.
Y es que la preocupación ha ido in crescendo en Gasteiz. El equipo no carbura lo que de él cabe esperar y quien se halla al mando de su timón no es ajeno a un ambiente que se ha enrarecido, como siempre sucede cuando los resultados se tuercen, llegan tan seguidos y, para más inri, ante los miles de abonados y aficionados de a pie que han sufrido por triplicado el largo y desesperante vuelta a casa con u palmo de narices.
"Sé que el ruido ha ido creciendo, pero no hablado con nadie y no tengo noticias. Estoy tranquilo y consciente de todo, trabajando igual que el primer día que llegué, pero no puedo controlarlo. La figura del entrenador tendría que tener un poquito más de respeto, pero es lo que hay". Son palabras de Joan Peñarroya en su afán de enmienda y de que de estas ya ha vivido unas cuantas. Y que, después de diluviar, siempre ha escampado, a no ser que el mandamás de turno resulte de gatillo fácil. Ya hay quien tiene la convicción de que las ruedas de su maleta están enfiladas hacia la puerta de salida y que el inagotable Dusko Ivanovic prepara su cuarto desembarco en la Green Capital.
Peñarroya: "No tengo la sensación de que esto es una mierda"
La confianza en él depositada durante quince meses parece tambalearse en el alambre pendiente de un marcador que permita vencer y convencer, y el técnico de Terrassa no se sale en las malas de lo que no se sale en las buenas, manteniendo su comedido discurso. "Soy consciente de que las sensaciones en los últimos podrían haber sido mejores, pero no tengo la sensación de que esto es una mierda y un desastre".
Atajar, y ya, la racha negativa es el reto, llamativa por ser tres y las tres como local, pero conviene recordar que ha llegado tras otro tríptico, esta vez acertado, y a domicilio, entre Granada, Berlín y Zaragoza. También es cierto que no parece, la verdad sea dicha, que sea el mejor momento para salir del socavón si nos atenemos a los efectivos disponibles para las dos citas de este largo viaje, pero, dentro de las dificultades, a nada se renuncia. Con la ausencia de los lastimados Dani Díez, Khalifa Diop y Nikos Rogkavopoulos, y la seria duda de Chima Moneke, "vamos a ir jodidos porque con estos problemas es un hándicap", apostilla Peñarroya, quien confía en la mejor versión del "único que ha tenido el último balón para ganar esta temporada al Madrid".
Y con respecto a Panathinaikos, que, también en dinámica negativa, aguarda en su siempre enfervorecida cancha, el entrenador azulgrana destaca que es "un equipazo, con el mismo balance que nosotros y en construcción, con nuevo entrenador y muchos argumentos y muchas posibilidades en su plantilla". Desde luego que las tiene Ergin Ataman, con poderosas razones como Antetokounmpo, Kyle Guy, Juancho Hernangómez, Sloukas o el exBaskonia Luca Vildoza.