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La situación económica en el núcleo duro de la zona euro preocupa, y mucho. Alemania es víctima de un evidente estancamiento industrial mientras que Francia vive en estos momentos una compleja situación política que amenaza con arrastrar financiera y económicamente al país, ya de por sí en una delicada situación. “Los que asuman el riesgo de enviar al país al paredón, porque esa es la cuestión (...), tendrán que asumir la responsabilidad de un debilitamiento duradero del país”, advirtió el pasado miércoles el primer ministro galo, Michel Barnier, un día después de que la prima de riesgo se situara en máximos desde 2012.
Las dificultades a las que se está enfrentando Barnier están provocando un severo castigo por parte de los mercados: la diferencia de la deuda francesa frente a la alemana –que es la que se toma como referencia– está en el nivel más alto desde la crisis del euro y la deuda española cotiza más barata que la francesa. El rendimiento del bono español se sitúa en el 2,83% frente el 2,94% del galo, que se encuentra al mismo nivel que el griego. Y este es un dato relevante: fue en septiembre cuando por primera vez en 16 años el mercado exigía más rentabilidad a la deuda francesa que a la española, y ahora la distancia se ha agrandado.
Tanto en el caso alemán como el francés, la situación política no puede desligarse de la económica. El Gobierno de coalición alemán saltó por los aires hace unas semanas por la incapacidad de los tres partidos de llegar a un acuerdo sobre los presupuestos, y ese es precisamente el caballo de batalla en la actual crisis política en Francia. En su intento de sacar adelante las cuentas, Barnier ha anunciado dos concesiones a la ultraderecha de Marine Le Pen: renunciar a un impuesto sobre la electricidad, que hubiera permitido recaudar 3.000 millones de euros, y renunciar también a las exoneraciones de cotizaciones patronales para los empleados con los salarios más bajos, lo que debía aportar varios cientos de millones de euros más. Sin embargo, a día de hoy, el Gobierno sigue pendiendo de un hilo, al igual que los presupuestos.
Proyecto de presupuestos
El gobierno francés presentó en octubre un proyecto marcado por una importante reducción del gasto público y un aumento temporal de impuestos a las fortunas y grandes empresas para sanear las arcas públicas. Este es un tema delicado si se tiene en cuenta que se prevé que el déficit de Francia alcance más del 6% de su PIB a finales de año, una cifra superior a la de casi todos los demás países europeos. El Gobierno de Banier está sometido a la presión de los mercados financieros y de la Unión Europea para equilibrar su presupuesto y su objetivo es recortar 60.000 millones de euros solo en 2025, es decir, el 2% de su PIB, una cantidad sin precedentes. La idea es reducir el déficit a “alrededor del 5%” el próximo año, acercándose al límite máximo del 3% de las normas europeas.
"Hay un riesgo de crisis financiera si se aprueba una moción de censura, ya que los mercados van a pensar que no se va a aprobar un presupuesto anual, al menos no uno que tenga suficientes recortes para reducir el déficit", explica a RFI Anne-Sophie Alsif, economista y profesora de Economía en la Sorbona.