La tarde del martes fue de preocupación para los vecinos de Ansoáin, Ezkaba, Villava y Ezkabarte. La evolución del incendio que arrasó la falda sur del monte Ezkaba no ponía en peligro sus viviendas, extremo que sí sucedió en los desoladores sucesos de junio, pero sí que les inquietaba ver arder el verde que les alegra cada día al mirar hacia el norte.
“Fue una tarde muy triste”, resume Ander Oroz, alcalde de Ansoain, que esta mañana echaba la vista al monte con sensación de impotencia. “La imagen es desoladora, es el pulmón de la comarca, nuestro lugar de esparcimiento”, lamentaba, viendo algo “que teníamos miedo que ocurriese durante el verano”.
Además de por la pérdida ecológica y paisajística, en el inicio el temor principal de Oroz fue que el viento empujase las llamas hacia el casco antiguo del pueblo, situado a escaso un kilómetro. “La preocupación era esa, pero finalmente no estuvo en riesgo en ningún momento” aclara. Por ello, la principal labor fue la de facilitar el trabajo de los servicios de Bomberos, cuyos helicópteros cogieron agua de las piscinas municipales. “Desde el primer momento las pusimos a disposición de los helicópteros, aunque si no avisan y ya está. Pero queríamos poner todos los medios posibles a su servicio”, afirma.
Otra de las localidades que tuvo que movilizarse para facilitar las labores de los equipos de extinción fue Villava. La dirección -y sobre todo, la fuerza- del viento empujaba la línea de fuego hacia el municipio, cuyos servicios tuvieron que retirar algunos vehículos del polígono Landazabal por si los vehículos de extinción necesitaban de espacio cercano a la ladera. Afortunadamente, la labor de los bomberos hizo que no llegase tan lejos.
“Sabíamos que por el terreno era difícil que llegara a zonas habitadas, pero estábamos expectantes”, reconoce Mikel Oteiza, alcalde de Villava, que llegó a hablar en un par de ocasiones con la directora general de Interior, Amparo López, para conocer una situación difícil de identificar al inicio. “Antes que ver el incendio vimos una inmensa niebla de humo y cenizas, y cuando se despejó vimos la línea de fuego”, atestigua. La luz provenía del denominado Ezkaba Txiki, “que estaba seco y con matorrales, ideales para que el incendio progresase”. Por ello, lamentaron que todavía no había comenzado un proyecto que ya hicieron el año pasado. “Cuando terminen las fiestas -en octubre- volveremos a repetir la limpieza del monte con pastoreo. Vienen unas ovejas que pasan unas cuantas semanas pastando. Y a todos nos quedó la sensación de ‘joe, llega tarde’”, lamenta.
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En Ezkabarte también tratan de cuidar del monte al que dan nombre previendo los incendios. “Tenemos un programa con animales que limpian el monte desde hace seis años. Son vacas y ovejas que pastan para ir limpiándolo”, explica el alcalde del valle, Pedro Lezaun. Este martes a esos animales -y a un caballo que también estaba en la zona- hubo que evacuarlos por precaución, ya que aunque en ese lado del monte “solo se ve quemados unos tres metros por debajo de la cresta”, cualquier cambio podría haber modificado el devenir del incendio. “Cerca hay una masa forestal grande, donde por suerte hace poco se hizo un aprovechamiento forestal, aunque desde aquí el fuego se veía un poco por la cresta”, narra Lezaun.
Como en los anteriores casos, también se ayudó indirectamente, en este caso a los afectados. “Las villavesas se metieron en Arre, en una campa que hace poco se hizo un derribo y habían limpiado. Me puse en contacto con los propietarios y me dijo que hiciesemos uso de ella sin problema”, cuenta, destacando de nuevo la importancia de la prevención para evitar males mayores. “Tenemos otro programa piloto, del que llevamos tres años detrás, para enseñar en todos los pueblos cómo actuar antes y durante el incendio, y también mantener los hidrantes”, explica.