No es la primera vez que sucede, pero esta vez los efectos de un estío muy caluroso y especialmente seco se han dejado sentir antes que nunca. Incluso en alguno de los lugares más frescos y húmedos de Navarra, que apenas han recibido precipitación en los últimos tres meses y donde acostumbran a pastar miles de cabezas de ganado.
Es el caso de los rasos de Urbasa y Andía, refugio tradicional todos los veranos para miles de cabezas de ganado. Esta vez, su estancia en altura está siendo mucho más corta de lo habitual, porque apenas ha llovido, no nace hierba y la poca que haya luce calcinada por la sucesión de jornadas con temperaturas por encima de los 30 grados.
“Ha sucedido muy pronto, estamos a mediados de julio”, explica Fermín Gorraiz, ganadero y presidente de EHNE, quien recuerda que otros años a las olas de calor suceden episodios de tormentas y anticipa las consecuencias de no poder disponer de pasto natural. “Muchos ganaderos han tenido que bajar ya a los animales porque no hay comida. Hay que comprarla y está muy cara”, explica.
No se trata solo del vacuno, que necesita hierba alta y fresca. También las ovejas y los caballos se están encontrando con dificultades para encontrar pasto. “Ha habido que quitar a las crías de las yeguas porque se van a morir, si no...”.
A estos pastos, a los que tienen derecho todos los ganaderos navarros, acudieron en 2019, último año previo a la pandemia, 38.827 cabezas de ganado pertenecientes a 339 explotaciones ganaderas de Navarra. De ellas, 4.395 cabezas correspondían a ganado vacuno, 3.384 a ganado caballar, 30.438 a ganado ovino (21.961 de raza latxa y 8.477 de raza rasa Navarra) y 610 a ganado caprino. En consecuencia, estos pastizales son los más importantes de Navarra; por su extensión, por la carga ganadera que soporta y por su valor ecológico, ya que constituyen hábitats de interés comunitario de la Zona de Especial Conservación (ZEC) de las sierras de Urbasa-Andia.