La dieta atlántica no es tan popular ni ha sido tan estudiada como la dieta mediterránea, pero se consolida como un buen ejemplo de dieta saludable y sostenible. En el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), celebrado recientemente, se ha presentado los resultados de un reciente estudio europeo que confirman el impacto positivo de la dieta atlántica en la salud.
En el trabajo realizado en cuatro países europeos (España, Polonia, República Checa y Reino Unido, cada uno de ellos siguiendo una dieta específica de su territorio) se revela que, después de aproximadamente 13 años de seguimiento, “una mayor adherencia a la dieta atlántica está relacionada con una menor mortalidad por todas las causas, por causas cardiovasculares y por cáncer, con beneficios similares a los de otros patrones dietéticos saludables”, subraya la profesora. Rosario Ortolá, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.
Aquellas personas cuya dieta se alinea más estrechamente con la dieta atlántica presentan una mortalidad un 15% menor en comparación con quienes siguen patrones alimentarios muy distintos. Estos beneficios se deben principalmente a una reducción en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares (19% menos) y cáncer (8% menos). Como destaca esta experta, “los resultados del estudio sugieren que hay muchas formas de comer de manera saludable, basadas en alimentos propios de cada entorno o país, es decir, que dietas relativamente diferentes pueden tener beneficios similares para la salud”.
¿En qué consiste?
La dieta atlántica es la dieta tradicional del noroeste de España y el norte de Portugal. Se caracteriza por un elevado consumo de alimentos frescos, de temporada y de origen local, como frutas, verduras, cereales integrales, principalmente en forma de pan, legumbres, patatas, pescados y productos lácteos. Los pescados y mariscos son elementos básicos de la gastronomía atlántica, con un consumo frecuente (alrededor de 3-4 porciones por semana), al igual que el consumo elevado de lácteos, especialmente de leche y quesos. Presenta un consumo más moderado de carne, principalmente de ternera y cerdo, y huevos.
El consumo diario de frutas y verduras, y particularmente de verduras de la familia de las Brassicas (como el grelo, la berza o el repollo), es una característica distintiva de la gastronomía atlántica. El aceite de oliva es la principal fuente de grasa para cocina y aliño, y el consumo de vino es moderado, generalmente en las comidas.
Pero más allá del tipo y frecuencia del consumo de alimentos, “la cocina atlántica es reconocida mundialmente por la calidad de su gastronomía”, señala la Dra. María del Mar Calvo. Este reconocimiento se basa no solo en la calidad de sus productos, sino también en el respeto con la que la tradición culinaria atlántica trata los alimentos, preservando tanto su apariencia como sus características nutricionales.
Además, “la convivencia durante las comidas, el placer y el disfrute de los alimentos están estrechamente asociados con los ideales atlánticos, reflejando la cultura de la gente del norte de España y Portugal, y enfatizando la importancia de la vida familiar”, concluye.
También frente a la obesidad
La adherencia a la dieta atlántica se ha asociado clásicamente con una mejora salud metabólica y las bajas tasas de mortalidad por cardiopatía isquémica registradas en el norte de España y Portugal.
También se ha correlacionado con una buena microbiota intestinal, y niveles bajos de varios factores de riesgo cardiovascular, como el colesterol, los triglicéridos, la proteína C reactiva (un marcador de inflamación), resistencia a la insulina, la presión sanguínea, el peso corporal y el perímetro de cintura, entre otros.
Como resume la profesora Ortolá, “la dieta atlántica se asocia con menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio, así como con menores niveles de marcadores de riesgo coronario y con menor mortalidad por causas cardiovasculares en personas de todas las edades”. Además, “este patrón dietético podría también reducir el riesgo de depresión e influir positivamente en la microbiota intestinal, lo que tendría implicaciones para la salud digestiva y general”.
En lo que respecta a la obesidad, “la dieta atlántica se asoció con una reducción del peso corporal, del índice de masa corporal y de medidas de adiposidad, y también del colesterol total y del colesterol LDL”, concluye.