Doctor en Psicología, profesor jubilado de la Universidad del País Vasco e investigador en el campo del comportamiento sexual humano, Javier Gómez Zapian fue el fundador del Servicio de Psicología Aplicada de la UPV/EHU y profesor de Psicología de la Sexualidad desde 1983. Durante su dilatada carrera, el profesor Gómez ha centrado sus líneas de investigación en el estudio de las relaciones entre la vinculación, la experiencia sexual y la estabilidad en las relaciones de pareja y en el estudio de los mediadores afectivos asociados al riego inherente al comportamiento sexual de jóvenes y adolescentes. Es autor diversas publicaciones en revistas científicas de impacto (JCR) y monografías, entre ellas Apego y sexualidad (Alianza Editorial, 2009) y Psicología de la Sexualidad (Alianza Editorial, 2013). Además, este especialista es el impulsor de varios programas de educación sexual para los Gobiernos vasco y de Asturias y profesor en diversos masters en el ámbito de la sexualidad. Su programa Sexumuxu (2012) encargado a la UPV/EHU por la Comisión mixta de Educación-Sanidad del Gobierno vasco, fue galardonado con el premio a la excelencia e innovación en por la World Association for Sexual Health en su congreso mundial (Porto Alegre, Brasil, 2013). En esencia, aquel proyecto adecuaba educación sexual a las directrices del Curriculum Vasco, incidiendo especialmente en la incorporación de las nuevas tecnologías. Con anterioridad, lanzó el programa de Educación Afectivo-Sexual Uhin Bare, dirigido a la educación secundaria obligatoria, y cuya primera versión se publicó en 2000. Hoy, desde la atalaya que ofrece el retiro, el profesor Gómez Zapian observa con cierto escepticismo el aparente interés y urgencia que escenifican muchas autoridades sobre la necesidad de regular la educación sexual en la escuela a raíz del incremento de las agresiones sexuales y el consumo de pornografía a edades cada vez más tempranas.
La protección del menor frente a la pornografía ha saltado a primera línea de la opinión pública. ¿Debería de plantearse la educación sexual como una asignatura?
La respuesta no es fácil. Tengo serias dudas acerca de la implantación de la educación sexual como asignatura. Se intentó, años atrás, implantar la educación para la ciudadanía, cuyo contenido fue bastante menos polémico. Fue imposible alcanzar un consenso. Los proyectos de “Integración de la educación sexual en el proyecto educativo” que hemos propuesto desde la UPV/EHU al Gobierno Vasco (Uhin Bare, Sexumuxu) se basan en la interdisciplinariedad. Cada área de conocimiento es competente para impartir conocimiento y competencias en asuntos relacionados con la sexualidad. La cuestión es que existe una resistencia hasta ahora infranqueable a incluir y estabilizar materias relacionadas con la sexualidad, de modo que se establece una suerte de “reserva mental” sobre estos temas.
¿Cómo se enseñan ahora educación sexual en las aulas?
Tendríamos que aceptar que siempre existen honrosas excepciones pero, en general, diremos que la situación es paupérrima. Desde el punto de vista político la hipocresía es inaudita. Se habla de educación sexual a modo de apagafuegos. En la época de los años 80 fue necesario asociar sexo y muerte (sida) para poder ver un preservativo en la televisión. En la actualidad el apocalipsis que parece que se aproxima por la irrupción de la pornografía en los dispositivos electrónicos lleva a políticos y bienpensantes a decir: “Habrá que hacer educación sexual”. Si hubiese voluntad política, solo tendrían que considerar todo lo que se ha hecho en este país en educación, programas, investigación, publicaciones, muchos de ellos excelentes, en los últimos 40 años. Si la hubiese, solo tendrían que aplicar los contenidos y recomendaciones que las leyes vigentes indican, pero que no se cumplen. Si la hubiese, solo tendrían que implementar las propuestas tanto de la OMS como de la UNESCO al respecto.
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¿Existe algún país de nuestro entorno en el que haya una asignatura obligatoria?
Si, un ejemplo muy relevante es el de Alemania. Asumen los criterios de la OMS y de la UNESCO. Los padres no pueden interferir en los contenidos de la educación sexual del mismo modo que tampoco lo pueden hacer en los de Matemáticas, Historia o Lengua.
¿De qué hablamos cuando se habla de educación afectiva y sexual? ¿De ETS, embarazos, VIH, se diversidad sexual, de identidades de género, de erotismo; de todo a la vez, de una parte sólo?
Conviene fijarse en los modelos desde los que se plantea. Tradicionalmente han sido el modelo moral, el de la iglesia católica, el modelo de prevención de riesgos, propuesto por la sanidad, o el modelo prescriptivo, combativo, heredero de la sexpol de los años treinta del siglo pasado. Nosotros trabajamos desde el modelo biográfico / profesional: Se trata de dotar a las personas de los recursos necesarios para manejar sus necesidades afectivas y sexuales y por tanto para que las personas sean capaces de tomar decisiones al respecto, desde su autonomía personal. No se trata de adoctrinar a nadie en ningún sentido. Parte de la idea de que el deseo sexual es una de las motivaciones más importantes en el desarrollo personal y social, de modo que su integración en el conjunto de la personalidad constituye una fuente de riqueza que impulsa a las personas al encuentro con los demás.
¿Qué papel tienen las familias?
La sexualidad es un hecho multidimensional y por tanto su tratamiento debe ser interdisciplinar. La sexualidad es el modo sexuado de estar en el mundo en el que el deseo sexual y sus correspondencias en comportamientos tan solo son una parte de ella. En el fondo se trata de que los y las jóvenes y adolescentes encuentren su modo de estar en el mundo como mujeres o como hombres teniendo en cuenta que existen tantos modos de serlo como personas. De ahí, que la aceptación de la diversidad sexual es imprescindible en todo planteamiento de educación sexual. Decimos que es un modelo profesional porque no se basa en creencias u opiniones sino en el conocimiento científico, es decir, en aquello sobre los que contamos con suficiente evidencia empírica.
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¿La educación sexual es responsabilidad exclusiva de la escuela?
No, cada sector tiene que hacer lo que tiene que hacer. Educación tiene que aportar al alumnado el conocimiento y los recursos necesarios para que los y las jóvenes y adolescentes sean capaces de regular sus necesidades afectivas y sexuales. La mayor parte de los contenidos que una persona adolescente necesita están incluidos en el “Curriculum escolar para la educación obligatoria” donde se establecen contenidos y competencias. Cuando se plantea si la educación sexual en la escuela tiene que ser obligatoria, la respuesta es sí, en la medida en que el curriculum escolar, que es una ley que se recoge en el decreto 77/2023 de 30 de mayo, también lo es. Sanidad debe contribuir facilitando el acceso a los servicios sanitarios específicos para jóvenes y adolescentes, algo a lo que hace ya mucho tiempo renunció, promoviendo la salud sexual y reproductiva. En este sentido, Educación y Sanidad deben colaborar.
¿Quién debería impartirla?
La educación sexual no puede sustentarse en los especialistas. No somos partidarios de que el sistema educativo delegue esta responsabilidad en agentes ajenos al sistema educativo. La escuela debe hacer, lo que debe de hacer. El profesorado es competente en materias como biología, ciencias sociales y ética. Los especialistas en sexología deben intervenir en aquello para lo que el profesorado carece de formación específica, pero en ningún caso deben sustituir al sistema educativo, en todo caso colaborar con él. Nada de esto es posible sin contar con madres y padres cuya función no debe ser instruir a sus hijos/as sino actuar como base de seguridad para la exploración. En una de nuestras últimas investigaciones obtuvimos apoyo empírico en el sentido de que el principal predictor sobre la disposición al riesgo en adolescentes fue la vinculación afectiva con la madre, tanto en chicos como en chicas.
¿Cuál es la relación entre pornografía y educación sexual?
A mi modo de ver, existe una gran confusión acerca de la pornografía. En la actualidad cualquier manifestación erótica es pornográfica. El desarrollo psicosexual activa el deseo sexual a partir de la pubertad. Éste es una emoción que genera una tendencia de acción, la búsqueda de satisfacción sexual. Por ello, en estas edades, aparece una gran curiosidad, la conformación del imaginario erótico y la aparición de autoerotismo. Esto constituye una fuente de riqueza. La educación sexual debe contribuir a conocer el deseo sexual, reconocer sus manifestaciones y aprender a regularlo conforme a la ética de las relaciones. Este un principio irrenunciable para poder abordar la cuestión de la pornografía. No desde el apocalipsis, no desde el puritanismo, sino desde el uso de la razón y desde relaciones igualitarias que respeten la autonomía personal. La educación sexual debe de aportar al alumnado criterios básicos para poder manejarla, poniendo en evidencia la manipulación que se ejerce a través de estereotipos machistas, de distorsiones y de falsedad.
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Pedro Sánchez ha anunciado ahora un comité de expertos para garantizar un entorno digital seguro en el consumo de pornografía.
El foco no puede estar puesto en la extinción de la pornografía, sino en la potenciación de la educación sexual. Los cuarenta últimos años demuestran que estabilizar la educación sexual en el sistema educativo sobre bases científicas no deja ser un desiderátum. Probablemente la mercadotecnia electoralista es uno de sus mayores frenos. Para una integración estable tan solo es necesario cumplir con la normativa legal ya existente. La Ley Orgánica 2/2010 de Salud sexual y reproductiva, y de la interrupción voluntaria del embarazo, en el Título I dice: “Los poderes públicos en el desarrollo de sus políticas sanitarias, educativas y sociales garantizarán: a) La información y la educación afectivo sexual y reproductiva en los contenidos formales del sistema educativo. b) El acceso universal a los servicios y programas de salud sexual y reproductiva. c) El acceso a métodos seguros y eficaces que permitan regular la fecundidad”. ¿Por qué los políticos son incapaces de imponer los contenidos y las recomendaciones que ellos mismos promulgan?
¿Cómo habría que entender la pornografía y sus efectos en relación con la educación sexual?
La sociedad occidental actual se caracteriza por regímenes democráticos imperfectos y por el liberalismo propio de la economía de mercado. A pesar de ello, la dimensión erótica humana sigue tabuizada. Michel Foucault afirmó que el discurso de la sexualidad solo estaba presente en la alcoba y el confesionario. Hoy tendríamos que puntualizar que el discurso de la sexualidad se halla en las redes sociales, en los medios de comunicación y en el comercio sexual. Lo que se destabuiza son los espacios que la manipulan y la instrumentalizan con fines comerciales, como la pornografía, la trata de personas, la prostitución, siendo así que la sexualidad se presenta de modo desnaturalizado, mostrándola como una caricatura, un esperpento, del sentido profundo de la sexualidad humana. Este interés en manipular las necesidades eróticas humanas con fines comerciales está inyectando pornografía en los menores a través de dispositivos electrónicos del mismo modo que las mafias de los estupefacientes llegaron a colocar droga a la salida de las escuelas.