La Itzulia, que hoy miércoles pisa suelo alavés, es un rosario de clásicas. Territorio comanche, tierra hostil. En ese espinazo turbador, siempre nervioso, sobresale el frenesí que aguarda en las entrañas de Aiara. Camuflada entre caseríos desperdigados, carreteras secundarias que cimbrean la cintura y caminos vecinales que mueven los hombros, discurre la tercera jornada de la carrera vasca, una incitación a la locura, a la tensión y a los nervios. Lo estrecho de la carretera, emparedada entre lomas, el oleaje del asfalto, un continuo sube y baja, y el miedo que provoca la incertidumbre de lo desconocido, conceden a la etapa entre Laudio y Amurrio un neón que parpadea peligrosidad.
"Es una etapa con trampa, una encerrona. Tiene todos los ingredientes de una clásica. En buena medida será un sálvese quién pueda. Aquí se puede perder la carrera tranquilamente porque es un terreno muy difícil de controlar. No hay respiro", subraya Jonathan Lastra, ciclista del Caja Rural, que suele entrenar por la zona y conoce los entresijos del serpenteo del hilo de asfalto que alzará el gaznate para conectar con Opellora (3ª) y Ozeka (2ª), dos cotas que se subirán en dos ocasiones, en medio de un rompepiernas de 80 kilómetros.
"El problema no es tanto las dos cotas que hay que subir, aunque se asciendan en dos ocasiones. Lo que hace dura a la etapa en este tramo es que no hay descanso. No hay ni un metro llano. Es un rompepiernas. Está todo muy concentrado y no se puede desconectar. Si pierdes el paso, olvídate", desgrana Lastra, que junto a sus compañeros del Caja Rural repasó las arterías de un jornada intensa, concentrada y que se vislumbra difícil de gestionar. "Calculo que cuando falten 90 o 100 kilómetros para la meta se tensará todo para entrar bien colocados a esta zona. Habrá velocidad y nervios porque lo que espera es un embudo y es fundamental entrar bien situados. Se peleará mucho por la posición. Si la pierdes, tienes un problema porque no es nada fácil ganar posiciones y remontar en carreteras tan estrechas y sin descanso", vislumbra Lastra.
La vía que agitará la Itzulia es una prensa que presiona despiadada por los dos costados. En su lado más ancho caben dos coches, en otros, apenas entra un vehículo. Apreturas, agobio. "Por eso en carreteras así es tan importante la colocación. Si no estás bien situado, todo se complica. Así que se entrará a mil por hora y, luego, a buscarse la vida", desentraña Lastra sobre una camino claustrofóbico y que no concede respiro. "A la estrechez hay que sumarle que está lleno de curvas y continuas rampas. Las bajadas, además, pueden ser peligrosas más aún en caso de que llueva", destaca el bilbaíno del Caja Rural.
Un recorrido ratonero
Las costuras de Aiara pueden provocar que salten las del pelotón. Opellora es una pared con una pendiente media del 13% en apenas 1,1 kilómetro. El asfalto descarnado da paso al cemento rayado. Se peleará por cada pulgada de terreno en zonas de asfalto ajado y viejo. "Es un repecho duro, pero lo peor es que no paras de subir y bajar hasta cuando te encuentras con Ozeka y vuelta a empezar", apunta Lastra. Ozeka es más largo, 3,6 kilómetros al 7,4%. Otra vuelta de tuerca para las piernas, castigadas en un circuito infernal que penalizará los despistes y los errores. "Será espectacular, pero muy duro. Lo único bueno es que si saltas pierdes a la gente de vista porque hay muchas curvas y eso ayuda". Una ventana abierta en la emboscada.