Las tradiciones no sólo se mantienen sino que año tras año cobran más fuerza en el municipio de Zeanuri en Arratia. Unas 200 personas han disfrutado de la tradicional fiesta que en febrero se celebra en torno a la ermita de la Piedad, en las inmediaciones de la barriada de Elizondo.
La jornada ha comenzado a las 11.30 horas con la misa que se ha oficiado en la parroquia de Andra Mari y el posterior traslado en procesión de la imagen de San Valentín a la ermita de la Piedad, ubicada a tan solo 50 metros de distancia y donde permanecerá hasta el próximo año. Ha sido el momento para honrar y mostrar la devoción que siente la barriada hacia un santo y una talla realizada, presumiblemente, en la segunda mitad del siglo XVIII y que fue restaurada en 2017 por el Museo de Arte Sacro para mejorar, sobre todo, rostro y manos ya que se encontraban deteriorados por los sucesivos repintes.
El grupo de dantza Arrikibar de Zeanuri ha ofrecido una exhibición de bailes tradicionales y posteriormente los asistentes han acudido hasta los pies de la ermita. Es allí donde da sombra la encina de Elizondo que todos los años se mide. Este año tiene un diámetro de 1,92, siete milímetros más que el año anterior. La mayordoma de este año Rosi Ipiñazar ha pasado el testigo a Itxasne Atutxa, que se encargará del cuidado de la ermita. Posteriormente los asistentes han disfrutado del barauskarri, un sencillo refrigerio a base de tocino, pamitxa, vino o agua. Superadas todas las restricciones, en esta edición, el festejo de San Valentín ha recobrado toda su esencia para el disfrute de vecinos y visitantes.
La tradición de la encina
La encina que todos los años se mide en el marco de la fiesta se planto en 1958 y fue traída por Guillermo y Marcos, del caserío Zutzute, en un carro tirado por una yunta de vacas desde el monte Eleizbaso y fue plantada junto a otros vecinos de Elizondo” A partir de ese momento, y en medio del ambiente festivo de las celebraciones San Valentín, el prestigioso tasador de montes Ceferino Lejarreta, ya fallecido, se encargaba de medir la anchura de su tronco para comprobar su crecimiento anual, un gesto con el que daban por concluidos los festejos.