Navarra

La epopeya existencial de Perico Arburua

Muy aficionado al juego a largo, segundo (izq.) en la primera fila de pie.

Lo primero que cuentan de Perico Arburua quienes le conocieron y trataron es que, al menos en una ocasión, encendió un cigarro puro con un billete de 500 o de 1.000 pesetas, según versiones. Fue un personaje controvertido, ostentoso para algunos, afectuoso, amistoso y muy generoso para muchos, emigró a México, se enriqueció y arruinó dos veces y amó profundamente a Elizondo y Baztan, sus usos y costumbres hasta su muerte en 1965.

En el aspecto social y humano, en lo popular, Pedro (Perico) Arburua Sala fue una de las figuras más singulares de Baztan, de auténtica leyenda. Nació en la casa Ardandegia (luego Cortea) en Elizondo, en plena plaza de los Fueros, el 19 de noviembre de 1880, hijo de Eusebio y Claudia, bautizado con los nombres de Pedro Francisco Acisclo.

LA FAMILIA

Perico, todos le decían así, era hijo de Eusebio Arburúa Altamira, natural de Doneztebe, destacado veterinario que ejerció en Baztan. Su madre, Claudia Sala, de Elizondo, se casó en segundas nupcias ya que era viuda de Juan Blas Iribarren, de Amaiur.

Los elizondarras recuerdan a tres hermanos, en el Registro Civil constan seis que el archivo de los mormones amplía a nueve, Manuel (no llegó al año de vida), Sinforiano, María Carmen, María de la Concepción (Concha), Evencio (murió al día de nacer), José Antonio y otro Manuel que falleció con 61 años.

EN MÉXICO

Perico llega a México, con un hermano, Eusebio (¿?), a trabajar con algún baztandarra (¿Braulio Iriarte?), se independiza pronto y trabaja por su cuenta. Como otros baztandarras, se asocia a Euskal Etxea, el Centro Vasco del Distrito Federal, que en 1934, lo expulsa por motivos desconocidos lo que ocasiona que, en solidaridad, otros socios, los navarros Victoriano Loperena y Martín Oyamburu entre otros, pedirán también su baja.

Pronto inicia su actividad comercial y forjará su leyenda. Representante de la fábrica de armas Astra de Eibar, y otras estadounidenses para lo que viaja en ocasiones a Estados Unidos. y de calzado de campaña. Sabido es que no hubo una revolución mexicana, sino la de Francisco Madero, otra de Emiliano Zapata, otra más de Francisco (Pancho) Villa y la triunfante constitucionalista.

Y, de acuerdo con el mito que le rodea, Perico Arburua hace su primera fortuna vendiendo las mismas armas a unos y otros y entregando botas camperas del pie derecho a unos y del izquierdo a otros, mientras le llegan nuevas remesas y soluciona el presunto "error". Igual se le atribuye que al entregar pistolas y fusilería a unos y la munición a otros, lo que sí hizo la fábrica Astra en 1936.

EL HOTEL VASCO

Finalizada la contienda mexicana, llega el momento de dirigir sus negocios a otro sector, la hostelería. En Coautla, estado de Morelos, abre el Hotel Vasco en 1939, incluye cuatro salones llamados Navarra, Álava, Guipuzcoa y Vizcaya, y logra gran fama al filmarse en él unas 300 películas en la época del Cine de Oro mexicano y estadounidense.

Allí estuvieron Jorge Negrete y María Félix, Mario Moreno Cantinflas, Emilio El Indio Fernández, Pedro Armendáriz y hasta Gary Cooper. Cientos de turistas de Estados Unidos y naturales del país llegaban al hotel, atraídos por los estrellas del cine y por sus magníficas instalaciones y sus inmensos jardines

EL REGRESO

Perico Arburua volvió a Baztan varias veces, en las que llaman la atención sus flamantes Cadillac y más su chófer, un mexicano que en Elizondo pasaba por negro en razón de su tez oscura, que le quería y respetaba con toda el alma. Él guardaba el fenomenal anillo de oro de Perico al jugar un partido de guante, la modalidad que más le gustaba, o en sus juergas que "duraban ocho días", si bien la persona que más lo hacía era Paquita S, una mujer vecina de toda su confianza.

Más que cazar, le gustaba ver hacerlo, cuentan que en una ocasión fueron a la pasa de palomas a Belate, donde se juntaron otros amigos. Al volver, no cabían en el coche y Perico decide conducir y que su chófer fuera ¡en el portamaletas! Llegan a Elizondo hubo fiesta y al día siguiente no aparecía el conductor, hasta que Perico recordó lo ocurrido, abrieron el maletero y... ¡allí estaba, dormido y tan tranquilo! Su último coche fue un Studebaker negro largo como una Semana Santa y su chófer, Jerónimo Zaldua.

Un sobrino nieto, le recuerda: "Era un gran hombre ayudaba a la gente necesitada siempre", lo mismo que hacía en Elizondo, cuando lo primero al llegar era regalar calzado a todos los acogidos en la Casa de Misericordia e invitarles a una comida. Asimismo, ya una vez retirado, las comidas del día de Santiago y Navidad corrían de su cuenta, refiere la señora Bernardita que le sirvió hasta sus últimos días.

Cuando festejaba se perdía. Invitó como tantas veces a sus amigos, Pedrito Casas era su más íntimo, y en la sobremesa quiso como un mago retirar el mantel sin que cayera la vajilla...¡que quedó echa añicos! De él cuentan rasgos contradictorios, ejemplares unos y otros no tanto, que han quedado en la memoria popular como para un libro.

Falleció el 31 de marzo, a los 85 años. Nos contaron de viva voz que murió "rogando que no le dejaran solo", lo que ahora descubrimos que no era cierto. En realidad, falleció en la Clinica San Ignacio, en el alto de Ategorrieta, de San Sebastián. Otra cosa es que se le trasladó a Elizondo, como consta en el Registro Civil, a causa de "arterioesclerosis" como certificó Eusebio Urrutia, el recordado médico de Elizondo. Un tipo de leyenda.

15/11/2021