Este viernes se ha llevado a cabo la cuarta sesión del juicio que dirime el caso de corrupción de menores, abuso sexual, exhibición de pornografía y delitos contra la salud pública a adolescentes tutelados por la Diputación de Álava en el centro Sansoheta. Los testimonios de la Ertzaintza ha copado el protagonismo del día en la Audiencia Provincial de Álava.
Los nueve agentes que han testificado esta mañana han mostrado la relación que mantenían los acusados con las víctimas mediante los mensajes, mails, chats y fotografías que tenían en sus teléfonos móviles. En sus declaraciones, han expuesto varias conversaciones entre los inculpados y los jóvenes en las que establecían las prácticas sexuales a llevar cabo, el precio que debían pagar por ellas o el lugar en el que se iban a encontrar. Todas ellas, pruebas de los registros efectuados por la Ertzaintza en los móviles de los detenidos y los propios menores.
Minoría de edad
De los diez acusados, cuatro aceptaron los hechos y se declararon culpables; mientras que las defensas de los seis restantes inculpados se centran en argumentar que sus clientes desconocían que las víctimas fueran menores de edad. Durante esta semana, este ha sido el caballo de batalla entre defensa y acusación.
Además de describir las conversaciones llevadas a cabo, las preguntas del Ministerio Fiscal han ido encaminadas a intentar probar que los acusados mantenían relaciones fluidas con los adolescentes, y, sobre todo, que conocían la minoría de edad de los prostituidos. Varios agentes han confirmado este punto, ya que, en algún caso, era el propio menor el que declaraba su edad por mensaje: "Tengo 17 años" o "estoy en el cole" y, en otro, el propio acusado demandaba "algún otro amigo de tu edad para hacer un trío".
Según la opinión de los agentes, en la mayoría de los casos, el aspecto físico de los chavales era claramente de "adolescentes" al tener "caras de niños", a excepción de uno que por su aspecto físico podía "estar en el límite" de la mayoría de edad. Cuando se produjeron los hechos, en 2016, los jóvenes tenían entre 14 y 17 años.
El testimonio de la agente encargada de realizar el informe final que recoge las conclusiones de las investigaciones de todos sus compañeros ha ido más allá al asegurar que uno de los menores prostituido con varios de los imputados era claramente un menor. "Regordete, sin bello en la cara, con cara de niño y facciones sin haber desarrollado", ha descrito.
La defensa, por su parte, ha tratado de desacreditar la autoría de los mensajes y mails para tratas de demostrar que no habían sido escritos por sus defendidos. Sus argumentos se han basado en que los jóvenes anunciaban sus servicios sexuales como mayores de edad, la "relación de amistad" que mantenían en algunos de los casos, así como que se prostituían "de forma voluntaria".