Tener curiosidad puede terminar de muchas maneras. Una de las más productivas, sin duda, escribir un libro. Le ha sucedido a Iñaki Zárate Apiñániz con Dama de bronce en el Paseo, una publicación “muy vitoriana” que surge como resultado de la mirada que un día, por casualidad, terminó fijándose en una pequeña parte de una escultura escondida tras una valla. “No fui buscando nada y ha terminado saliendo todo”, dice el autor de otros títulos como Vitoria desde sus ríos y Gastehiz-Victoria, miradas de ida y vuelta.
En realidad, esta escultura-fuente ubicada en el jardín privado de una casa situada en la zona entre el Paseo Fray Francisco y la calle Elvira Zulueta termina siendo una excusa para llevar a quienes se asomen a estas páginas por diferentes personajes y momentos de la historia reciente de la capital alavesa, más allá de que la investigación sobre la pieza también lleve al publico hacia las calles parisinas.
No es una novela ni aquí hay ficción, sino que se presenta el resultado de una larga y amplia investigación que tiene un punto de partida muy concreto. “Paseo todos los días para respirar y no fumar”, dice el escritor. Un recorrido que, más o menos, siempre sigue la misma senda. Unos pasos que un buen día, al escuchar el inesperado gorjeo de unos pájaros, le hicieron detenerse en un elemento en el que nunca había reparado y eso “que había pasado por esa casa mil veces”.
Hizo, sin darle mayor importancia, una foto con el móvil. Ahí se quedó todo hasta que un buen día de febrero del año pasado, de nuevo ante la escultura, pensó que si nadie reparaba en aquella pieza, él sí.
Varios caminos a recorrer
Ante la evidencia de que la casa no estaba habitada, dejó una carta en el buzón esperando una respuesta que a día de hoy no ha llegado. Aún así, entre las rendijas de la valla y desde la calle, intentó ver más de aquella escultura de algo más de tres metros de alto, encontrándose con un pedestal conformado por otras cuatro figuras.
Empezó a investigar quién había vivido allí o por la zona y se encontró con una referencia al Tren Vasco-Navarro y al ingeniero Alejandro Mendizábal. “Hay una calle en Vitoria con su nombre que no conocía”. En 1920 empezó a residir allí. De Gasteiz se marchó a Madrid en el 31. De ese hilo, el autor terminó encontrando a dos de sus hijas, las vitorianas Margarita Mendizábal Aracama –una de las primeras cinco mujeres en obtener el título de Arquitectura en España– y Teresa Mendizábal Aracama –doctora en Física y vicepresidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas–. No hubo respuestas sobre la escultura, pero ellas y sus historias aquí aparecen.
También el autor bucea en la historia de la construcción de las casas que están en la calle Elvira Zulueta, lo que en un momento dado incluso le lleva a averiguar dónde está enterrado el tercer Marqués de Álava... Y así se abren otras sendas más, incluyendo la pista que un rescatador de antigüedades que vive en Miranda le dio sobre la escultura. “Tenía un aire clásico y me dijo que investigase en París”. Así fue. De todo eso y más se habla entre estas páginas mientras la dama en el paseo sigue esperando.