ME he declarado en huelga. Me han dicho que la pelota con leds de colores pinchada en un palo que compré a un vendedor ambulante no la puedo pasar como gasto y, a estas alturas de las fiestas, sin un chirimbolo luminoso no hay quien se camufle. De hecho, los policías que montan guardia en las inmediaciones del Ayuntamiento ya me empezaban a mirar raro. Y eso que tengo purpurina hasta en el ombligo.
El caso es que me he negado a trabajar hasta que consiga descambiarla por una de esas coronas de flores o plumas con lucecitas que venden en la calle por si pierdes la cabeza o se te funden los plomos. Eso es pensar en los ciudadanos y lo demás son tonterías. También hay diademas con orejitas de conejo, pero una ya no está para playboys. La faena es que no encuentro al tipo de las pelotas. Las de los leds de colores pinchadas en un palo, quiero decir. Entre que la compré de noche, con las gafas de sol no veo un pijo y él llevaba puestas otras, además de cuatro sombreros apilados, la cosa está más chunga que ver el teatro de calle sentado. “Ponen lo que sea en las sillas, Joseba, y dicen que están ocupadas. ¡Que no estamos en el Arriaga!”, protestaba una señora y Joseba, por su bien, ni mu.
Como servicios mínimos, he ensuciado las zapatillas al infiltrado y lo he mandado a darse un garbeo por El Arenal. Dice que han avistado a bastantes jubilados en las colas de los bocatas de las txosnas. “Joé, qué bien, cómo se animan”, pensó un konparsero, hasta que vio que alguno, a punto de llegarle el turno, sacaba la cartilla: “¿Entonces no es esto la cola del banco?, majo”. Pues va a ser que no. “Están tan acostumbrados a que les hagan esperar... Estamos pensando en poner un trozo de barra solo para empleados de las entidades bancarias. ¿Qué quieres? ¿Un kalimotxo? Pues, mira, tienes una máquina de vending en la Plaza Circular”. Que esto dice el infiltrado que lo dice un konparsero, ¿eh? Que yo estoy en huelga.