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La espina de Iñigo Martínez con el Athletic en los derbis contra la Real Sociedad

Iñigo Martínez, junto a Lekue y Yeray, en el entrenamiento de ayer miércoles por la tarde en Lezama.

CON el tiempo añadido a punto de expirar, Iñigo Martínez retrasó el saque de una falta lo suficiente para que el árbitro sancionase su tardanza con una cartulina amarilla. El episodio tuvo lugar en el partido liguero con el Espanyol y significaba que el central acumulaba su quinta tarjeta y cumpliría la suspensión correspondiente en la jornada siguiente, el desplazamiento a Mallorca. A cambio, con la deliberada maniobra, se aseguraba su presencia en el encuentro con la Real Sociedad de este domingo, además de empezar de cero otro ciclo de amonestaciones en una fase determinante de la temporada. Tras el derbi que acogerá San Mamés, el Athletic visitará el Camp Nou. Así pues, Iñigo reaparecerá en el campeonato liguero frente a su ex equipo, el club donde transcurrió su etapa de formación y tuvo la posibilidad de estrenarse en la élite, y al que dejó de pertenecer en enero de 2018 para vestir la camiseta rojiblanca.

Contar con sus servicios es una gran noticia. No ya de cara a lo inminente, sino siempre. Al margen de la trascendencia de la cita de turno, ninguna aportación individual es comparable a la de Iñigo Martínez. Si se computasen los cuatro años que acaba de completar en Bilbao, resultaría imposible escoger otro jugador de la plantilla que esté a su altura, que se le pueda equiparar en términos de rendimiento. Se ha ganado a pulso la estima de compañeros, entrenadores y afición. Quizá carezca del favor mediático que ampara a otros jugadores, pero se ha erigido en el líder espiritual del grupo gracias a la intensidad de que hace gala y a un repertorio técnico, táctico y físico de primerísimo nivel.

La acreditada solidez defensiva del Athletic se explica en buena medida por él. No se limita a realizar su tarea, sino que contribuye a mejorar las prestaciones del resto de los hombres que se ubican en su línea y del colectivo en general. Sin desmerecer a nadie, cabe afirmar que tanto con Marcelino como bajo la dirección de Gaizka Garitano, el buen hacer del equipo en la contención ha descansado en la garantía que representa el ondarrutarra.

Ahora, si hay que buscar algo que no se le da bien, es precisamente la Real. Aunque dirá que es circunstancial, su balance personal en el derbi vasco por antonomasia resulta bastante negativo. Y, por decirlo todo, accidentado. Hasta en ocho oportunidades ha jugado contra el conjunto guipuzcoano y solo en una ha conocido la victoria. Fue en la liga 2019-20 en casa, 2-0. Con Iñigo sobre el césped, salen cinco derrotas y dos empates, que coinciden con los últimos cruces.

Incluso la igualada registrada en la primera vuelta de la campaña vigente, 1-1 en el Reale Arena el pasado octubre, tuvo un sabor amargo para él. Su participación acabó antes de tiempo. A seis minutos del final, Martínez Munuera le enseñó una segunda amarilla por propinar un golpe en el rostro a Isak. Un castigo que el interesado estimó muy riguroso en un lance que pudo interpretarse como accidental, un simple forcejeo por ganar la posición, y que se sumó a la primera tarjeta, recibida por cometer penalti a la hora de juego. Su prematuro paseíllo hacia vestuarios fue singularmente festejado por la concurrencia. Antes, en varios momentos, un sector de la grada se desfogó insultándole, hecho que fue recogido en un informe de LaLiga remitido a la Federación Española de Fútbol.

Ese día, su único consuelo llegó cuando el choque moría. Remiro, a quien se atribuyó una desmesurada reacción de alegría en el instante de la expulsión, se tragó un golpe franco de Muniain superado el noventa. Luego, el portero declararía: "Fue la peor noche de mi vida, no pude dormir". También Iñigo se explayó para desmentir que actuase "sobremotivado" contra la Real: "Me lo tomo como un partido más. Igual es porque lo veis así vosotros", añadió dirigiéndose a los periodistas. Dijo asimismo que volver a San Sebastián era una experiencia agradable y habrá que creerle. Hay futbolistas que no acusan los ambientes recargados; al contrario, les estimulan. Acaso sea lo que le ocurre a Iñigo, que tuvo que oír de todo la primera vez que defendió el escudo del Athletic en Donostia. Este episodio se produjo en abril de 2018, a los dos meses del debut en su nuevo destino.

la final de copa

Pero en el anecdotario del derbi amasado por Iñigo Martínez, ningún trago tan amargo como el que vivió diez meses atrás en la final de Copa. En Sevilla, en La Cartuja, con las tribunas vacías a causa de la pandemia, se asistió a uno de los espectáculos más pobres que se recuerdan en eventos de tal magnitud. Athletic y Real fueron una sombra de sí mismos; el equilibrio que se preveía fue cierto, lo inesperado fue la penosa versión de ambos contendientes. Con el agravante de que el título voló a las vitrinas del vecino, que se impuso con un solitario gol de penalti. Iñigo fue el autor de la falta que Oyarzabal subió al marcador. El árbitro decidió que por ello merecía la expulsión, revocada unos minutos más tarde a indicación del VAR. El central zurdo pudo seguir en el terreno, pero no hubo forma de alterar el resultado.

Reaparece en liga el domingo ante su exequipo, tras forzar una amarilla que le privó de estar en la visita al Mallorca

En la primera vuelta resultó expulsado en el Reale Arena, para regocijo de una grada que no olvida su cambio de aires

18/02/2022