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El evento reunió a expertos, aficionados al vino y destacados chefs, y puso de manifiesto el liderazgo de esta familia en la viticultura sostenible, consolidando su papel como referentes globales en la adaptación al cambio climático.
La bodega Torres, con más de 150 años de historia, y reconocida internacionalmente, pertenece al exclusivo grupo Primum Familiae Vini, que reúne a las familias vinícolas más prestigiosas del mundo, como Vega Sicilia, Château Mouton Rothschild y Tenuta San Guido. Este colectivo busca preservar la excelencia y la tradición en la elaboración de vinos.
Desde su fundación en 1870, la familia centenaria, ha pasado por cinco generaciones que han innovado y llevado sus vinos a más de 110 países, manteniendo siempre una esencia profundamente enraizada en Cataluña y el Penedés.
El compromiso de la familia Torres con la sostenibilidad trasciende el marketing, no es nuevo ni superficial. En los años 90, Agustín Torres, miembro de la cuarta generación, observó cómo las vendimias se adelantaban progresivamente. Esta preocupación lo llevó a adquirir terrenos en los Pirineos catalanes para plantar variedades de uva y estudiar su resistencia a estas alteraciones. Este gesto visionario sentó las bases para Torres & Earth, un programa integral lanzado en 2008 con la meta de reducir las emisiones de CO₂ en un 60% para el 2030 y aplicar medidas de adaptación de los viñedos al cambio climático.
Hasta el 2020, la bodega logró disminuir sus emisiones en un 30%, implementando medidas como el uso de energías renovables, balsas de agua para riego eficiente, sensores avanzados y sistemas de algoritmos para optimizar recursos hídricos. Además, la instalación de placas fotovoltaicas y calderas de biomasa les permite generar el 50% de la energía que necesitan en su bodega central.
El calentamiento global es uno de los mayores desafíos para la viticultura. Mireia Torres, Directora de innovación, destacó durante la jornada los efectos devastadores que ha enfrentado el sector, como incendios en viñedos de Chile y California, granizadas frecuentes en Ribera del Duero y sequías severas en el Penedés.
Como medida de adaptación, la familia ha apostado por plantar viñedos a mayor altitud, como los que tienen a 900 metros en Cataluña, y desarrollar técnicas de viticultura regenerativa que llevan haciendo desde 2021. Estas prácticas buscan no solo incrementar la biodiversidad y combatir la desertificación, sino también regenerar suelos, reducir la erosión y mejorar la capacidad de retención de agua en un territorio, con gran necesidad de lluvia. Los resultados ya son visibles, con diferencias de hasta cinco grados en la temperatura del suelo en verano y un aumento en la biodiversidad local.
Uvas ancestrales
Así mismo, la recuperación de variedades de uva ancestrales preservando el patrimonio natural es uno de los proyectos más emblemáticos de la familia Torres. Desde finales de los años 80 han identificado y rescatado más de 65 variedades que se perdieron durante la filoxera en el siglo XIX.
Este proceso, que puede durar hasta 19 años desde el hallazgo de una cepa hasta su inclusión en una denominación de origen, ha permitido a la familia reintroducir variedades más resistentes como la Pirene o la Forcada, con el que realizan un espumoso de un burbuja muy sutil e interesante y que pronto saldrá al mercado.
Con la innovación y cooperación como pilares del éxito, la familia Torres también ha impulsado colaboraciones globales para abordar el cambio climático. Son cofundadores de Wineries for Climate Protection, una iniciativa que reúne a bodegas comprometidas con la reducción de su huella de carbono, y de la Asociación de Viticultura Regenerativa, que promueve prácticas agrícolas sostenibles, donde han desarrollado un manual sobre ello y lo comparten con otros viticultores interesados en implementar estas medidas. Asimismo, han invertido en proyectos de reforestación, plantando árboles en la Patagonia chilena y en Cataluña.