Con un enfoque centrado en la psicología cognitivo-conductual, Rafael Santandreu no solo revisa sus fundamentos, sino que además propone aplicaciones prácticas para enfrentar y superar desafíos comunes como el sobrepeso, conflictos de pareja, la gestión del duelo y la búsqueda del éxito personal y profesional. “El 90% de las cuestiones que nos preocupan radican en la mente. Con la mentalidad correcta, la vida es sencilla y divertida. Si no, se convierte en una guerra y un conflicto”, subraya.
PERSONAL
Rafael Santandreu (Barcelona, 1968) es uno de los psicólogos más prestigiosos del país. Estudió en Barcelona e Inglaterra, y trabajó junto al profesor Giorgio Nardone en su Centro di Terapia Breve, en Arezzo, Italia. Ha dictado cursos para la Universidad Ramon Llull y la Universidad del País Vasco. A sus consultas de Madrid y Barcelona acuden pacientes de todo el mundo, presencialmente y por videollamada. Sus libros, El arte de no amargarse la vida, Las gafas de la felicidad, Ser feliz en Alaska, Nada es tan terrible, Sin miedo y El método para vivir sin miedo se han convertido en referentes internacionales de la psicología. Su última publicación es No hagas montañas de granos de arena.
Sostiene que la condición natural del ser humano es ser locamente feliz. ¿No quería decir bienestar donde escribió felicidad?
No. Es felicidad y te lo puedo demostrar. Cuando sacas a tu perro al parque lo ves dando saltos de alegría, moviendo la cola y exultante; el cien por cien de los animales están así. El ser humano es un animal más que debería estar así; evolutivamente hablando no sería adecuado que no tendiésemos a esa gran felicidad como el resto de los animales. Es una cuestión evolutiva, un mecanismo de la naturaleza. Entonces, ¿cómo es que muchas veces no lo somos? La respuesta es porque no vivimos de manera natural, porque nos llenamos de necesidades artificiales. Pero el estado natural de felicidad exultante lo podemos recuperar perfectamente, porque está en la naturaleza del ser humano.
Se define enfermedad como la falta de bienestar físico y/o psíquico, ¿la felicidad es un buen tratamiento? ¿Por qué no se fomenta más frente a quienes nos quieren infelices?
La razón está en la enfermedad de la terribilites, madre de la infelicidad, la malsana tendencia a decirte a ti mismo que cualquier adversidad es terrible, el fin del mundo. Esa enfermedad es contagiosa si te rodeas de gente que terribiliza. Si ves mucho las noticias de televisión puedes caer en esta trampa mental. Terribilizar lo hacemos entre todos y al final acabas neurótico sin saber cómo has llegado hasta ahí.
No soy cenizo, pero si engordo, suspendo, me acosan, me despiden…, no quiero hacer montañas de cada granito de arena, ¿pero mi vida no sería un desierto de infelicidad?
Se calcula que un humano tiene de promedio a lo largo de la vida unas 20.000 adversidades entre pequeñas y grandes. Es un promedio estable en todo el mundo; hay personas que con ese promedio son felices y otras infelices. La diferencia es que las personas felices no terribilizan ante una de esas 20.000 adversidades, las infelices sí. Con la pregunta que se hace la persona infeliz ya se está amargando la vida en cada una de las versiones de lo que le sucede.
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Usted da valor absoluto a lo que haga el yo, pero ¿no pesan en mi felicidad también los otros, genética, entorno sociofamiliar, … no juegan en la partida de mi felicidad?
Sí, hay un factor genético también en la felicidad, pero en mi experiencia clínica su incidencia es mucho menor de lo que imaginamos, te diría de manera no estrictamente científica que puede ser de un 5%. En la adicción al tabaco se ve claramente, hay una parte física y una mental; la física es muy pequeña, el 5%. ¿Cómo lo sabemos? Porque cuando a alguien le meten en la cárcel, donde no hay tabaco, no tienen síndrome de abstinencia; también pasa con otras drogas como la heroína y la cocaína. No es el milagro de la cárcel, pero es más fácil dejarlo. Los exadictos sienten molestias mientras lo dejan, cierta sensación extraña que se va en unos días como parte física de la adicción; el otro 95%, el de la desesperación, lo fabricamos nosotros con el miedo a la propia sensación, el miedo al síndrome de abstinencia. Con los trastornos emocionales también sucede, hay una parte genética, pero el resto es terribilites. Un estudio sociológico en EE.UU. explica cómo a partir de 15.000 dólares de renta anual, la felicidad de las personas no varía en absoluto; esto significa que a partir del mínimo para vivir, unos 1.200 dólares/mes, no cambia la felicidad; es un hecho demostrado científicamente. Tenemos la fortuna de vivir en el primer mundo, donde morirse de hambre y sed es prácticamente imposible y no lo valoramos.
Por cierto, mientras haya un ambicioso, ¿habrá felicidad para los demás?
Sí, absolutamente que la habrá. Si nos amueblamos mentalmente en profundidad con un buen sistema de valores y una gran filosofía personal, lo externo, lo que hagan los otros, te afectará muy poco. Para ello tienes que estar muy seguro de tu sistema de valores y trabajar mucho en ello. Te aseguro que así el que haya locuelos ahí fuera te afectará muy poco, porque no te lo tomarás de manera personal.
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“Si quieres ser feliz, ten grandes expectativas y pocas necesidades” me decían de pequeña. ¿Me engañaban, me educaban bien y me preparaban para un posible fracaso?
El análisis es correcto. En la vida está bien tener metas y objetivos, siempre y cuando no los conviertas en necesidades. Puedo desear ser el mejor tenista del mundo, pero sabiendo que si no lo consigo voy a ser igualmente feliz. Porque era un divertimento, una fuente de motivación para disfrutar, para aprender y competir, pero sin creérmelo. Digamos que es el equilibrio correcto de la felicidad que a mucha gente le cuesta hacer y, sin embargo, es el correcto. Yo intento ser el mejor psicólogo de España, pero seguro que no lo seré, así que en realidad es un juego para hacerlo bien, darlo todo y disfrutar haciéndolo; pero da igual, no necesitaría ser psicólogo en absoluto, porque vendiendo naranjas en una esquina podría ser igualmente feliz. Lo que me interesa es disfrutar de lo que tengo entre manos.
En los laboratorios se dice: “No existen los venenos, solo las dosis”. ¿Ser feliz tiene más que ver con la cantidad de frustraciones superadas que con la calidad de cada una de ellas?
Absolutamente, depende de no crearse el terreno para frustrarse; este terreno te lo formas cuando te creas necesidades absurdas. Vivimos en el momento histórico donde el ser humano se ha creado más necesidades innecesarias, absurdas. Para ser mínimamente presentable tienes que estar delgado/a, estar en forma, tener estudios, tener pareja, piso en propiedad, haber viajado, tener amigos, ser extrovertido y diez mil cosas más. Es absurdo, porque el ser humano nunca había generado esa presión hacia sí mismo de manera absurda. Ninguna de esas cosas da la felicidad.
Hablo con los médicos y aluden al preocupante aumento de una mala salud mental. ¿Es frecuente somatizar los problemas psicológicos?
Por supuesto, se psicosomatizan los problemas; el 30% de las consultas en España y en el mundo occidental son psicosomáticas; no tienen nada, pero el porcentaje va subiendo. Es fácil quitarse de encima todas las enfermedades psicosomáticas: dolores de espalda, cansancio crónico…; es sencillo, pero tienes que hablarle a tu mente, convencerla de que no produzca sintomatología física cuando estás saludable. En realidad, es un arte el saber hablarle a tu mente. Las personas dinamitamos nuestro potencial de salud y nos imaginamos a nosotros mismos como seres frágiles, cuando somos robustos orangutanes, resistentes como un tigre, una máquina de extraordinaria fortaleza que se cura sola en infinidad de casos, y con un gran vigor hasta los 80 años. Pero nos convencemos a nosotros mismos de que hay que ir mucho al médico, a vigilar esto o lo otro, y nos hacemos débiles a nosotros mismos.