Mañana sábado es la víspera de Santa Águeda (4 de febrero) y, como marca la costumbre, la población de Amurrio deberá afrontar la tradicional invasión juvenil de la jornada. Resignación, paciencia y buen humor son el mejor consejo que se puede dar a los viandantes, conductores y propietarios de comercios, viviendas y caseríos que serán acosados, de manera literal, por el centenar de chicos y chicas que este año alcanzan su mayoría de edad en el municipio. Son los kintos. Una fiesta que alcanza su 83 edición y que ha sabido llegar hasta la actualidad, generación tras generación, con un guión casi calcado, pero con importantes diferencias en lo que a sus protagonistas se refiere, consecuencia directa de la evolución social y del paso del tiempo.
Y es que en Amurrio, como en la mayor parte de Euskadi, grupos de todas las edades salían a cantar para celebrar la víspera de Santa Águeda, hasta que en 1924 hubo una reyerta en la que murió un joven. Entonces, el Ayuntamiento prohibió la fiesta para evitar incidentes. La tradición se recuperó en 1940 cuando el Consistorio permitió su celebración, siempre y cuando sólo salieran a cantar los mozos que habían sido llamados a cumplir el servicio militar. Así surgió la fiesta de los kintos que, en 2001, volvió a cambiar con la inclusión de las chicas en los coros tras haber desaparecido la mili de carácter obligatorio. Así se dio paso a una fiesta de la juventud sin matiz de género y una forma distinta de celebrar con todo el municipio la entrada en la mayoría de edad.
“La fiesta en sí no ha variado. Se sigue saliendo a cantar y con lo recaudado se organiza una verbena. Ahora festejan que ya pueden votar, sacarse el carnet de conducir o pedir una cerveza en un bar, y para nosotros era una despedida del pueblo porque nos íbamos a la mili”, recuerda Alfredo Cerrillo, de 81 años y perteneciente a la quinta de 1960. Este joven de ayer asegura que “los mozos de ahora tienen la suerte de compartir esta jornada con las chicas de su edad, pero nosotros comíamos angulas, que estaban más asequibles”, señala.
Al igual que hicieron Alfredo y sus compañeros de reemplazo hace ya 63 años, el centenar de jóvenes que este año alcanzan las 18 primaveras seguirán el guion y, por primera vez, de dos años a esta parte, sin mascarillas. Así, mañana sábado la generación nacida en 2005, ataviada con sus trajes típicos, se distribuirá en grupos mixtos de en torno a diez personas, para recorrer todos los rincones del municipio y su entorno cantando la tonadilla de Santa Águeda, a golpe de makila y recogiendo los donativos –en metálico o en especias– de los convecinos que se presten a colaborar. Unos irán a San José, otros a Izoria-San Antón, y el resto se distribuirá entre San Roque, Murga, Lezama, Saratxo y Amurrio centro.
Ensayos continuos
Para ello llevan ensayando ya varias semanas, en las instalaciones deportivas de Matías de Landaburu. “En 1960 ir a los caseríos era lo que más nos gustaba, porque eran muy habituales las matanzas de cerdo y nos daban mucho producto casero, sobre todo si metíamos como gancho en el grupo a algún mozalbete de la zona en cuestión. Eso sí, el clima era mucho más duro que ahora, con unas nevadas de espanto”, recuerda Cerrillo.
En cualquier caso, lo de lidiar con condiciones meteorológicas complicadas no es exclusivo de épocas remotas. De hecho, a varias de las quintas de la última década también les ha tocado bregar con la nieve, y la de éste plantará cara a lo que le venga con tal de cumplir con la misión histórica de recaudar fondos para regalar a su pueblo una jornada de fiesta (la del viernes 10) que, sobre todo, resultará intensa para ellos y ellas, los auténticos protagonistas.
Y es que les tocará madrugar para que les dé tiempo a hacer las últimas rondas por los centros educativos y comercios, como dicta la bien sabida tradición, antes de acudir a las 13.30 horas al entorno de la escultura Guk del parque para ofrecer una actuación conjunta entonando la canción en honor a la santa protagonista de la jornada. Después, la quinta de este año se dará un merecido banquete de auto homenaje en un restaurante local.