CADA 12 de agosto, Bermeo amanece con un escalofrío. La vieja Torre de Ercilla ha soportado, en pie sobre la bocana del puerto de Bermeo, miles de galernas en sus más de quinientos años de historia. Todas han marcado las arrugas que lucen, como condecoraciones, los sillares de arenisca clara de su fachada. Pero ninguna como aquella de la noche de Santa Clara de 1910. La mar se llevó a 143 marineros de la costa de Bizkaia. La gran mayoría, 116, de Bermeo. El municipio perdió en unas horas a uno de cada cien habitantes.
El Padre Borrascas, el jesuita hernaniarra Juan Miguel Orkolaga, meteorólogo de sotana y bonete, había advertido de la posibilidad de un frente de tormentas. Sin embargo, patrones, marineros y txos debían llevar la partija a casa. Las boniteras, de 15 metros de eslora y 3 de manga, faenaban a la altura de Matxitxako, millas mar adentro, a la cacea del atún blanco. Si el Padre Borrascas tenía razón y el tiempo se ponía duro, arriarían trapo: fuera el trinquete y la mayor, bastaría con el tallavientos o el borriquete.
Sin embargo, ni recoger las velas, ni las oraciones fueron suficientes. Entró una galerna frontal, como un machetazo del cielo. Y, a su rebufo, lo que hoy denominamos ciclogénesis explosiva. Ninguno de los marineros de Elantxobe, Lekeitio, Ondarroa o Bermeo enrolados en aquellas compañías había visto nada parecido. Era el fin del mundo: oscuridad, un viento del demonio, espuma y una pared de agua tras otra.
Elena Atela, andereño jubilada de Bermeo, afirma que “la gente de aquí recuerda; saben el abuelo de quién desapareció con la galerna”. Atela es una de las personas que acudió ayer tarde a Arrantzaleen Museoa, en la propia Torre de Ercilla, al segundo pase del día del documental Galerna, el infierno en la mar. La andereño lo describe como “muy bonito, bien realizado”.
La entrada al museo era gratuita ayer con motivo del aniversario. Por la misma razón, en la sala de proyecciones de su segunda planta, se ofrecieron dos sesiones del trabajo audiovisual firmado por el bermeano Jabi Elortegi y producido por Pausoka en el centenario del desastre. Se proyecto a las 12.30 en euskera y a las 17.30 en castellano.
A la sesión vespertina se presentó la familia sevillana formada por Juan Carlos, Lucas, Helena y Luis Fernando Recio con María José Suaréz. “Nos alojamos en una casa rural en Artziniega y hoy nos henos acercado a ver Gaztelugatxe”, explica Juan Carlos. “Allí hemos leído una referencia acerca de la galerna de 1910 y, ya que nos encontramos aquí, hemos decidido ver el documental”. Dicen que notan el calor húmedo, “en Sevilla sube más la temperatura, pero esta humedad se pega”.
Tienen razón. El cielo sobre la isla de Izaro, 110 años después, se muestra cargado de nubes negras, aunque la brisa permanezca amable.
Pedro Igartua, de Zumarraga, y Juncal Fagoaga han visto el documental porque estaban “dando una vuelta por el pueblo” y se percataron del aniversario y la proyección en el museo. “El audiovisual está muy bien”, recalcan.
Mariona Rovira, de Granollers aunque residente en Bermeo, llevó expresamente a la proyección a Georgina Biosca y Marçal, Arlet y Genis Arenas, también de Granollers, “para que conocieran un acontecimiento relevante de la historia del lugar en el que vivo”.
También asistieron, entre otros, Kike Zuazo, Eneritz Egia o las hermanas Libe y Nile Uriondo. Atendió a todo el mundo Leire Gómez.
A partir de las 21.00 fueron botadas embarcaciones tradicionales, hubo reparto de velas y se celebró la ya habitual procesión, acompañada por Kankinkabara Txistu Taldea, por el muelle Olatu, a la que siguió una comitiva naval y una ofrenda floral.
Todo en memoria de quienes fueron sorprendidos por el temporal aquella aciaga noche de Santa Clara de hace 110 años.