La parroquia de San Ignacio de Loyola está de cumpleaños. Miles de familias han celebrado en esta iglesia situada en el corazón de Adurza sus jornadas más importantes desde bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios y funerales entre otros. Este sábado cumplirá 60 años de servicio a la comunidad.
Su origen se sitúa dentro de la llegada de nuevos trabajadores en los años 50 y 60 desde muchos puntos de España. A petición de Carlos Abaitua, fundador del Secretariado Social de la Diócesis y su responsable, en marzo de 1957 vio cómo la ciudad se iba ampliando por la zona sur para acoger a obreros y sus familias para las nuevas fábricas que iban inaugurándose en Vitoria.
El entonces obispo, Francisco Peralta, tras escuchar el plan de Abaitua para con el barrio, decretó la construcción de un nuevo templo, obra de los arquitectos Ramón Aspiazu y Enrique Marion Álava, dividiendo así la jurisdicción de la parroquia de San Cristobal, que veía su aforo lleno domingo tras domingo y sus servicios desbordados ante la ampliación del barrio y la llegada de nuevas familias, algo similar a lo que le pasaba a la parroquia de San Juan en Arechavaleta.
Nacimiento
Así, dividiendo los límites de estas dos parroquias, nació la de San Ignacio, en la calle Cauce de los Molinos con ámbito de actuación, según el decreto del obispo, "al norte hasta la vía del ferrocarril, al este hasta los límites del término de Vitoria con Elorriaga, Arcaya, Otazu y Mendiola, al sur hasta los límites del término de Vitoria con Mendiola, Arechavaleta y Gardélegui y al oeste hasta la jurisdicción de estas dos últimas en el Campo de los Palacios siguiendo por las traseras de la calle en proyecto que unirá el Campo de los Palacios con la calle Heraclio Fournier a la altura de la fábrica de Naipes para continuar por las traseras de la prolongación de la calle Nieves Cano hasta su
intersección con la vía del ferrocarril de Vitoria a Irun".
Así, el 31 de julio de 1961, festividad de San Ignacio de Loyola, el obispo de Vitoria bendijo la nueva parroquia siendo su primer párroco Jesús Romero, con capacidad para 500 personas sentadas y con un coste total de dos millones de pesetas.
Constaba de una torre independiente con dos campanas, una esculpida ese mismo año y otra de 1887 con un dibujo del calvario con la inscripción San Esteban ora pro nobis. Su fachada principal está sujetada por una gran cruz blanca; tres puertas de roble para la entrada principal con una gran vidriera sobre ellas donde se vislumbra una simulación del barrio con la nueva iglesia y el monte Olárizu con su cruz en lo alto.
Nuestra Señora de Ibernalo
Nada más acceder, a la derecha, el baptisterio con una pila bautismal de roca traída de la ermita de Nuestra Señora de Ibernalo en Santa Cruz de Campezo. Una única nave, grande y alta, con un altar sencillo con un gran Cristo tallado en madera de nogal blanco, muy estilizado, obra de José de Aguirre; a la izquierda, la capilla del Santísimo, ideada para las misas de diario.
Junto al templo, la sacristía, un amplio despacho y un edificio parroquial para las actividades pastorales del barrio donde pasaban al año más de 1.000 niños y jóvenes en los más de 70 grupos de catequesis, confirmación, montaña, coro, cultura, etc. Era la octava parroquia que se inauguraba en Vitoria.
En 1962, un año después de la inauguración, se colocó la imagen de una Andra Mari románica del siglo XIII, originaria del pueblo de Bolivar, con una manzana en su mano derecha y el Niño a su izquierda. En 2002 se colocó en el altar la imagen del titular del templo, San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, talla policromada del siglo XVIII. Esta parroquia ideada por el Secretario Social está ligada al nacimiento del Centro Social de Adurza y de la Escuela de Doce Grados que esta junto a la iglesia, además del las dos ya desaparecidas residencias para Obreros Solteros y el conjunto de viviendas asequibles para los nuevos trabajadores en Adurza y Errekaleor, todo ideado por el sacerdote Carlos Abaitua, hoy hijo adoptivo de la ciudad desde 2011.
Necesidades de la gente
Su compromiso con las necesidades de la gente y su trabajo incansable de servir a los más débiles de la mano de la Doctrina Social de la Iglesia fueron claves para dar forma y personalidad a este barrio. Para muchos, Abaitua, que en este 2021 se cumplen 10 años de su fallecimiento, fue una figura clave en la evolución de la ciudad desde mediados de los años cincuenta.
Desde 1961 y hasta la fecha de hoy, han pasado por esta parroquia un total de 24 párrocos, siendo el actual Satur Yangüas quien ya estuvo en 1982. En 2007, las parroquias de San Cristóbal, San Juan de Arechavaleta, Sagrado Corazón y San Ignacio se fusionaron para crear la Unidad Pastoral de Santa María de Olárizu y llevar así
conjuntamente los proyectos para con los barrios de Adurza y San Cristóbal.
En la actualidad existen 25 grupos para niños, jóvenes, mayores, salud y Cáritas entre otros así como tres coros de música, los cuales amenizan las principales celebraciones. En estas seis décadas han sido miles las familias que ahí pasaron y siguen pasando para hacer de esta iglesia un espacio abierto a todos.
Misa este sábado
En este sentido, el sábado 31 de julio, festividad de San Ignacio de Loyola –y que este año toda la Iglesia celebra al haber otorgado la Santa Sede un año jubilar por los 500 años de la conversión del fundador de los jesuitas–, esta parroquia acogerá una misa de acción de gracias a las 19.00 horas para celebrar este aniversario.
Celebrarán los actuales sacerdotes encargados de la Unidad Pastoral de Santa María de Olárizu así como varios
antiguos párrocos que por este templo pasaron. Las lecturas irán a cargo de vecinos que han nutrido esta parroquia a lo largo de estos 60 años y se homenajeará a todos los que trabajaron para hacer de este templo un lugar de referencia en el barrio con Abaitua a la cabeza.
Habrá control de acceso para garantizar el aforo máximo permitido y el uso de la mascarilla será obligatorio en todo momento. Todos los 31 de julio, tras la misa por el patrón de la parroquia, es habitual festejar este día con un concierto folclórico en la plaza del pórtico y un piscolabis, algo que, por la situación sanitaria actual, queda suspendido.