Si ustedes han invertido tres horas de su tiempo en disfrutar del filme 'El curioso caso de Benjamin Button' habrán llegado a dos lógicas conclusiones: 1- Que se trata de una película exquisita. Una megaproducción de Hollywood en la que el diario de Benjamin relata su extraordinaria vida, cuyo aspecto primordial (e inusual) es su envejecimiento hacia atrás. 2- Que Brad Pitt está para toma pan y moja en todas las edades de su vida. En un continuo ciclo sin fin de buenorridad que alcanza el clímax en la treintena, cuando todavía joven y rubio recorre en moto la costa Oeste de los Estados Unidos. Servidor todavía recuerda que la sala en la que disfrutó de dicho filme suspiró cachonda y enamorada ante semejante concatenación de imágenes y primeros planos.
Y es que Pitt (como el mejor de los vinos o de los sofás) mejora con los años. Basta con verle también en 'Érase una vez en Hollywood... ' para cerciorarse de que algunos nacen dioses y a otros muchos solo les queda el infierno del gimnasio. Pero como en todos los hogares, donde existen sonrisas también emergen lágrimas. Y el estadounidense de 58 años acaba de narrar al detalle a los medios de comunicación lo que supone para él vivir con una curiosa alteración neurológica. Una dolencia que él mismo confesó padecer en 2013 y que le impide llevar una vida social normal. ¡Todo lo contrario de la normalidad! La prosopagnosia ha reducido sus apariciones en público y él mismo admite que le resulta difícil interactuar con otros seres humanos.
El problema es que no logra reconocer las caras de las personas con las que interactúa y, según detalla la revista Pronto, eso hace que muchos le tomen por distraído, altivo o egocéntrico. Un problema para el que de momento no existe cura y que le lleva a vivir episodios de gran ansiedad cuando tiene que conocer a gente nueva. Incluso ha detallado en una extensa entrevista publicada esta pasada semana por la revista GQ que, en ocasiones, él mismo ya ni se reconoce cuando se mira en el espejo.