¿A qué huelen las nubes? Ha sido una pregunta que nos hemos hecho muchas veces a modo de broma tras ver un anuncio en televisión de una reconocida marca de compresas. Pero en un futuro no muy lejano, esa pregunta sí podrá resolverse gracias a la inteligencia artificial, que ya puede detectar hasta un billón de olores. Aunque el sentido del olfato lo tenemos menos desarrollado las personas que otros animales, es muy difícil replicarlo artificialmente. Y es que todo tiene olor, aunque no lo notemos porque los olores son básicamente moléculas que se desprenden de los objetos, las personas, etc.
¿Cómo funciona?
Primero se produce una interacción entre los olores, que son compuestos volátiles, y los receptores olfativos de nuestra nariz; entonces se genera una señal que se envía al cerebro y nos llega un estímulo, que se convierte en el aroma que percibimos. Para hacerlo de manera simulada, se utiliza un sistema electrónico en el que se procesa esa señal y se envía a un cerebro artificial, es decir, al sistema con IA.
Y a pesar de la dificultad hay investigadores que lo han conseguido. Dos de ellos son Raz Jelinek y su alumno Nitzan Shauloff de la Universidad Ben Gurion del Negev (Israel) que han desarrollado una nariz electrónica llamada Sensifi para protegernos contra bacterias alimentarias. Los investigadores afirman que las bacterias potencialmente mortales que pueden encontrarse en la comida, como la salmonella o la E. coli, tienen su propia señal eléctrica que Sensifi podría detectar. Cuando el dispositivo descubre esas señales, las envía a un sistema de software con IA que las compara con la base de datos e informa al usuario de la calidad de los alimentos para evitar posibles intoxicaciones.
Detección de explosivos, drogas y enfermedades
También se ha aplicado la IA con olfato a un robot para percibir estupefacientes y explosivos y sustituir a los perros que se dedican a ello, por ejemplo en los aeropuertos. Y también en este caso es un trabajo de investigadores de Israel, en concreto de la Universidad de Tel Aviv. Para replicar el olfato de manera tan exacta, han utilizado las antenas de una langosta del desierto conectadas a sistemas eléctricos. La elección de este insecto se debe a que su sistema olfativo está muy desarrollado. Y como este robot incluye una parte de ser vivo, se le puede considerar un cíborg.
A partir de ahí, se han planteado otras aplicaciones como la identificación de células cancerígenas en el cuerpo humano o pestes en los cultivos agrícolas.
Calidad del aire
Si una “nariz artificial” detecta estupefacientes o enfermedades, también puede ser capaz de descubrir gases nocivos para las personas presentes en el aire. Por ejemplo, investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han creado un dispositivo con unos sensores que identifican tres tipos de gases en tiempo real, entre ellos el dióxido de carbono, cuando llegan a niveles críticos y perjudiciales para la salud. Esta nariz se ha integrado en el sistema operativo de un perro robótico para acceder con él por distintos terrenos.
También en este sentido están trabajando investigadores de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos. En concreto, se centran en el desarrollo de un sistema que detecta gases como el dióxido de nitrógeno que contamina el aire.
Estos sistemas podrían salvar muchas vidas detectando de manera precoz niveles de gases nocivos elevados en hogares, fábricas o ciudades enteras.
Para evitar falsificaciones
El olfato también sirve como herramienta para descubrir a los falsificadores. No se utilizan los mismos materiales para un producto auténtico que uno falso, por lo que no desprende los mismos olores y eso es capaz de detectar el dispositivo creado por la empresa Osmo. Se trata de una máquina del tamaño de una mochila equipada con un sensor olfativo con inteligencia artificial que analiza productos por las moléculas que desprende su composición química y distingue así los que son falsificaciones.