La Itzulia de Demi Vollering

Mendizorrotz, el monte con filo, cortante, la arista del desnivel al 8,4% en algo más de tres kilómetros, era el punzón dispuesto a agujerear las piernas de las ciclistas, a vaciar sus pulmones y elegir a la mejor en el cierre de la Itzulia Women. En ese ecosistema de cruel belleza se retorcieron los cuerpos, abrumados por el puñetazo del muro de Murgil, sus rampas duras, exigentes, tremendas, una mesa de autopsias.

La última cima de la Itzulia Women era un estallido y un calvario. La gloria y la miseria. El placer y el dolor. El reino de Demi Vollering, emperatriz de Euskadi. Emergió impecable la ascensión de la neerlandesa para posarse sobre el trono de Donostia en solitario tras rematar otra exhibición. La Itzulia Women le pertenece. Es su carrera. Otra vez.

A un mundo de la galaxia Vollering, Mischa Bredewold, su compañera y anterior líder, ocupó la segunda plaza en el podio, y Juliette Labous, la tercera. La sonrisa de Vollering cruzó el Boulevard de Donostia, que parece una calle de su infancia. Vollering se siente en casa en la Itzulia Women.

“Estoy muy contenta de haber ganado de nuevo la carrera. Además, he tenido unos pequeños problemas de estómago. Estoy realmente feliz”, dijo la neerlandesa, orgullosa de su equipo, que ha dominado la carrera de punta a punta. En las tres ediciones de la Itzulia Women han vencido las ciclistas de SD Worx y recolectado todas las etapas. Vollering es el epítome de la carrera. Ni los problemas de estómago pudieron derrotarla. Itzulia Vollering.

La neerlandesa conquistó la primera edición tras vencer las tres etapas, cedió la segunda a su compañera Marlen Reusser una vez dominada la prueba, con dos victorias de etapa, y en el tercer tomo de la Itzulia Women se regaló la txapela tras una exhibición colosal en Mendizorrotz, su trampolín hacia Donostia. Nadie como Vollering, que el pasado domingo festejaba la Vuelta femenina y una semana después disfrutaba de la alegría en la carrera vasca.

Vollering festeja la victoria de la tercera etapa con final en Donostia. Javi Colmenero

Exhibición de Vollering

Atornillada sobre el sillín, el compás idóneo, la silueta elegante, la pedalada profunda y dañina, Vollering cruzó la cima en solitario y tejió otra victoria enorme para su estupendo palmarés. Desde la cumbre observó el perfil de Donostia, su destino. A más de 30 kilómetros.

Allí le esperaba el abrazo de la Itzulia Women, su paraíso. Obtuvo una renta de 44 segundos sobre el grupo de la nobleza, que esprintó. Bredewold, que hizo tercera, y Labous viajaban allí. Acompañaron a Vollering en la orla final de la carrera.

Labous, a un palmo, tuvo que ceder, dislocada, cuando Vollering, formidable, despegó con furia entre las paredes de Mendizorrotz. La francesa fue la última en ver partir a Vollering, soberbia en las rampas y formidable en la crono que le llevó hasta el triunfo definitivo. Nadie pudo alcanzar a la neerlandesa, varios cuerpos por encima del resto.

Bredewold no se rinde

A su espalda, en el retrovisor, las cuentas de un rosario desperdigado se engarzaron para perseguir un sueño, que era la realidad de Vollering, inaccesible. Nunca se aproximaron. A Bredewold, magnífica durante la trama de la Itzulia, se le indigestó un puerto que sacude el organismo, que lo pulveriza. La líder no lo era. Aislada, quebrada por las fauces de un puerto que no hace prisioneras.

Sin embargo, no izó la bandera blanca y se agarró a la carrera con valentía. Carácter de campeona. Agarró por las solapas el podio. Pulgada a pulgada. Lección de coraje. Como la de Ane Santesteban, la líder del Laboral Kutxa, 14ª en la general.

Antes de que se resolviera el nudo gordiano, la egregia figura de Jaizkibel, imponente la montaña, era el umbral que aceleró la Itzulia Women y la introdujo a otra dimensión. Allí donde se enfatizó la imponente figura de la fantástica neerlandesa, otra vez coronada en su carrera. La Itzulia de Demi Vollering.