Los golpes de mano sin avisar forman parte de la esencia de UPN desde su fundación. Decirlo no es exagerar. Una maniobra con ciertas similitudes con la que perpetraron Sayas y Adanero el año pasado fue el preludio de la formación de UPN hace más de cuarenta años. Solo que entonces fue el histórico Jesús Aizpún –que falleció a finales de 1999– el que protagonizó una de las jugadas más rocambolescas de la Transición en Navarra: la de un diputado de UCD que, sin haber hecho demostraciones previas de discrepancia –como Sayas y Adanero–, desobedeció la disciplina de voto de su partido –como los diputados– y se descolgó de una votación crucial que dejó a todo el mundo “boquiabierto” –lo mismo–. Y cuando su partido se dispuso a sancionarlo, se marchó al grupo mixto, conservó su escaño hasta que se disolvieron la Cortes y al poco tiempo fundó otro partido político.
Esta sucesión de hechos nos suena. Encaja bastante –con salvedades, claro– con lo que ha ocurrido en los casos de los diputados traidores, a juicio de UPN. Pero una jugada similar estuvo detrás de la fundación de UPN.
Hay que volver a junio de 1978. Transición en efervescencia pura. Las Cortes discuten el proyecto constitucional que se someterá a referéndum en diciembre. Ahí emerge la figura de Jesús Aizpún, diputado navarro de UCD que participa en uno de los debates más controvertidos: la disposición transitoria cuarta, esa por la que Navarra podría solicitar, vía referéndum, la incorporación a la Comunidad Autónoma Vasca.
Aizpún es un foralista convencido, pero como diputado de UCD asume absolutamente el texto de la disposición. Lo da por supuesto en sus intervenciones en las Cortes. Basta acudir al diario de sesiones del 20 de junio de 1978. Allí hace una encendida defensa del caracter independiente de Navarra, pero la disposición ya vive en el fondo de sus palabras. “Nosotros nunca hemos accedido a la autonomía, hemos descendido a la autonomía desde la soberanía”, aclara, antes de conceder que “mientras el pueblo navarro no decida libre y democráticamente otra cosa, Navarra es Navarra, no Euzkadi (...) por eso rogamos que cuando se trate de este tema se hable de Navarra, en tanto no se haya acordado lo contrario”. Es bastante claro. La intervención le gusta tanto a Fraga que pide la palabra solo para decir que la hace suya. Habla de montañeses vascos, de joteros riberos, de San Fermín, del viejo Reino hasta Nájera. Todos los tópicos del navarrismo que le permiten aterrizar con complicidad en el planteamiento de UCD: “El sentido profundo en el que muchos hemos apoyado esta disposición transitoria es justamente en el sentido que con todo acierto ha defendido el señor Aizpún”.
“Boquiabiertos”
Pero no todo era tan evidente. Porque luego Aizpún se descolgó. Fue en la votación definitiva del 31 de octubre que dejó el texto constitucional en rampa de salida hacia el referéndum. Hubo 14 abstenciones. Entre ellas la de Aizpún.
El episodio lo recordaba hace poco en este periódico un contemporáneo suyo. Jaime Ignacio del Burgo, compañero suyo en la UCD, reconocía que esa votación inició el “desentendimiento” entre ellos cuando se estaba “en el momento más trascendental de la nueva democracia española”. “Nos quedamos absolutamente boquiabiertos”, reconocía Del Burgo en agosto de 2022. “Pusimos las medidas disciplinarias en marcha, pero él se pasó al grupo mixto y poco después las Cortes se disolvieron”. Esa jugada “generó la creación de UPN”, recuerda Del Burgo, que sin embargo siempre apunta que “Aizpún había defendido la Transitoria Cuarta en nombre de UCD como acredita el diario de sesiones”.
Dos semanas más tarde, y ya desde el grupo mixto, Aizpún anticipaba que tenía entre manos un partido nuevo que vio la luz en enero del 79. El fundador explicaba, en una entrevista concedida a este periódico con motivo del décimo aniversario de UPN, que lo que le había llevado a dar ese giro fue la sensación de que no podía existir “una disciplina de partido en temas que afecten a Navarra”. Aizpún siempre repetía que los problemas de Navarra se tenían que resolver con la óptica de Navarra. Le echaba la culpa a “los acuerdos de Suárez con el PSOE y el PNV que dieron origen a la disposición transitoria”.
Qué duda cabe que ahora la situación es otra. Sayas y Adanero no han fundado un nuevo partido, pero sí que se han unido a otro que va a disputar el mismo espacio. Solo el tiempo dirá si una jugada similar a la que alumbró UPN en su día será, paradójicamente, el principio del fin de la hegemonía de los regionalistas en la derecha navarra.