Las costumbres crean hábitos y ante la persistencia de la pandemia, que se ha llevado por delante cualquier atisbo de celebración festiva, los gasteiztarras volvieron a elegir la calle Cuchillería como punto en el que esperar que las manecillas del reloj llegaran a las seis de la tarde.
No invitó la mañana a salir de casa con una pertinaz lluvia pasadas las 13.00 horas. Sin embargo, el sol apretó lo suficiente para desterrar a las nubes y convertir las calles del Casco Viejo en un enjambre humano deseoso de celebrar de forma contenida y alternativa lo que hasta hace dos años era la tarde más emotiva y esperada por los gasteiztarras.
Los veladores se convirtieron en el pedazo de suelo más codiciado a mediodía de ayer y quienes lograron hacerse con una mesa y unas silla antes de la hora de comer, defendieron con arrojo esa posición. Solo de esa manera se entiende que un cuarto de hora antes de las seis de la tarde, hubo quien empezó a hincar el diente a su segundo plato del menú en un concurrido local como El 7.