La gloria ya no entiende de romanticismo. Los números no aman, no tienen color, debaten en blanco y negro, solo se abrazan en una calculadora; vigilan el paso del tiempo desde un púlpito privilegiado. El universo se ordena por las matemáticas, pero se afila entre los besos apasionados de Calíope. Las musas odian los números y hablar de dinero. La gloria actual en la Liga de Campeones odia el vulgo y el sabor añejo de los grandes equipos que rasgaron la historia con unos colores reconocibles. Es decir, viejos ricos que repartieron el pastel en una mesa en la que pocas veces irrumpieron nuevas y fogosas plantillas, como el Nottingham Forest dirigido por Brian Clough (1979 y 1980), el Steaua de Bucarest de la pareja de delanteros Marius Lacatus y Victor Piturca (1986) o el Oporto entrenado por José Mourinho (2004). Chelsea y Manchester City no entienden de romanticismo. El plan: tirar abajo la añeja puerta europea. Los londinenses lo lograron por primera vez en 2012. Chelsea y Manchester City son los planes futbolísticos y narcisistas del empresario Roman Abramovich y el jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahayan. Chelsea y Manchester City son los sueños húmedos de dos millonarios. La final del petróleo se disputa este sábado en el Estadio Do Dragao de Oporto, a partir de las 21.00 horas. Ni Kepa Arrizabalaga ni Aymeric Laporte, ex del Athletic, serán titulares.
La historia de los dos multimillonarios es la historia de la Premier, a la que accedió el magnate ruso en 2003 para liquidar la deuda blue. El número de inversores extranjeros aumentó de tal manera que quince de los veinte equipos en la temporada 19-20 ya estaban en manos de propietarios nacidos fuera de Inglaterra. Crespo, Duff y Verón fueron los primeros juguetes de Abramovich, que invirtió en su primera campaña 169,70 millones de euros, según los datos de Transfermarkt. Nunca había traspasado ese límite hasta la 17-18, tras coronarse en el campeonato doméstico de la mano de Antonio Conte –ese año llegó N'Golo Kanté del Leicester por 35,8 millones–. El técnico italiano dispuso de la billetera rusa para superar los 206 millones en futbolistas como Morata (66), Bakayoko (40), Drinkwater (37,9) o Rüdiger (35). Un año después llegaron Kepa (80), Pulisic (65), Jorginho (57) e Higuaín (7,5) para firmar 208,8. Esta campaña el Chelsea ha sido el conjunto que más dinero ha gastado en fichajes (247,2) en seis piezas: Havertz (80), Werner (53), Chilwell (50,2), Mendy (24) Ziyech (40) y Kovacic (45). Los cuatro primeros serán titulares en un once que cuesta casi 344 millones de euros y al que solo Thiago Silva, Christensen y Mount han accedido sin coste. Tuchel, que firmó con el Chelsea el 26 de enero, contará con Mendy en la portería; Chilwell, Silva, Rüdiger, Christensen y el capitán Azpilicueta en defensa; Jorginho y Kanté en la medular y Mount, Werner y Havertz en la delantera. Desde 2003, los blues han dilapidado 2.222 millones de euros.
Pep Guardiola se incorporó al cargo del City en 2016 proveniente del Bayern de Múnich. De la chequera bávara a los petrodólares árabes. De reto en reto. Mansour, entretanto, llegó en 2008 a Mánchester junto a Robinho (43 millones). El gasto, aun excesivo, mantuvo cierta coherencia: 157,35 ese curso, 147,3 en la 09-10, 183,61 en la 10-11, 91,05 en la 11-12 –año del fichaje de Agüero (40)–, 61,95 en la 12-13, 115,5 en la 13-14 y 102,8 en la 14-15, hasta que De Bruyne (76) rompió la baraja. Desde entonces, el derroche: con un desembolso superior a los 300 millones en la 17-18. Laporte fichó del Athletic por 65 ese curso. Este verano fundió 177,8. En total, 2.016 millones desde la llegada del jeque. El once inicial para la final ha costado al City 564,80: Ederson (40), Cancelo (65), Rúben Dias (68), Stones (55,6), Walker (52,70), Rodri (62,70), Gündogan (27), De Bruyne (76), Mahrez (67,80) y Bernardo Silva (50). El undécimo jugador es Phil Foden, proveniente de la cantera. Cabe destacar que Guardiola ha gastado 474,7 millones de euros en defensas en cinco campañas: a los ya nombrados hay que sumar a Mendy (57,5), Aké (45,30) o Danilo (30). ¿Quién necesita romanticismo cuando tiene petróleo?