Hoy toca encontrarse con el público. Igual que pasó ayer y que sucederá mañana. De hecho, desde el pasado día 10, cada tarde se sube el simbólico telón de la sede de Ortzai en la calle Pintorería para compartir con los espectadores la versión que la compañía gasteiztarra ha realizado de Tartufo, coincidiendo con la conmemoración del 400 aniversario del nacimiento de Molière. El éxito está siendo tal, que el grupo ha tomado la decisión de ampliar las jornadas de representación, que no terminarán con este mes como estaba previsto, sino que se alargarán hasta el próximo 3 de septiembre.
La decisión no es casual. Por ejemplo, esta semana que ya está terminando está sirviendo para colgar el cartel de completo varias veces. Parece evidente, por tanto, que el público quiere acompañar esta duodécima edición del ciclo Los Clásicos del Verano, propuesta que tras dos años apostando por el humor de carcajada fácil ha optado esta vez por una comedia que va más allá, que tiene sus zonas oscuras. A lo largo de este 2022, Or-tzai está llevando a cabo diferentes acciones con respecto al Año Molière, aunque el fundador y director del grupo, Iker Ortiz de Zárate, comparte la idea de que tal vez la conmemoración del aniversario, a nivel general, no está teniendo la repercusión esperada. “Igual hay demasiadas cosas adversas en el ambiente”.
“ En el Festival Internacional de Teatro, el grupo estrenará ‘Perra’ en el Principal, una mirada al concepto de la justicia partiendo de Eurípides ”
Miradas a esta obra ha habido muchas. En su caso, Ortzai ha optado por acercar tanto en lo temporal como en lo geográfico la historia. “Hemos respetado absolutamente el esquema de Molière, la situación que propone, los personajes y las escenas”, pero enmarcándolos en la España del inicio de la posguerra. Esto ayuda a hacer más entendible hoy el final, pero también a recuperar el espíritu del autor cuando escribió la pieza. “Levantaba muchas ampollas. Por eso lo censuraban. Hacía reír mucho pero, al mismo tiempo, irritaba. Y conseguía atraer el público de su momento porque hablaba de lo que sucedía en su época. Eso es justo lo que quería hacer, buscaba experimentar a Molière lo más posible con referencias cercanas que nos escocieran un poco y al mismo tiempo nos dieran risa”.
En este sentido, Ortiz de Zárate apunta que las representaciones están demostrando el acierto de esa decisión. “Hay puestas en escena de esta obra tal vez más intelectuales o más respetuosas con el formato original. También pasa muchas veces que se fuerza la comedia, buscando más hacer gracia. Pero yo entiendo que Molière era como un cuchillo y es lo que el público está encontrando” en un montaje que vuelve a demostrar lo poco que, en determinados aspectos, ha evolucionado el ser humano con el paso de los siglos. “La manipulación y la hipocresía siguen a la orden del día, tanto a nivel individual como social”, describe Ortiz de Zárate, que critica al nuevo puritarismo, a ese “buenismo permanente”, a “esa especie de euforia perpetua y felicidad impostada” que pivota en torno a lo políticamente correcto. Son reflexiones que se encuentran en una producción que cada día se cita con el público en un maratón sin descanso, más allá de que el director y actor apunte que “lo duro se vive durante los ensayos. A mí me encantan, pero significan estar en la incertidumbre. Hay obras que van muy encauzadas desde el principio, pero hay otras, como es el caso, en las que no está tan claro dónde te lleva la propuesta”. Es más, este Tartufo vivió varios cambios fundamentales justo antes de su estreno.
Son decisiones que el público no percibe. Solo ve el resultado final, una comedia con poso con la que Ortzai mantiene firme su apuesta por la escena estival, como ha hecho estos dos años anteriores a pesar de la pandemia. “Teníamos que estar aquí y ha habido un compromiso total en ese sentido por parte de todos”. También de muchos espectadores que se han convertido en auténticos fieles. “Notamos mucho cariño y apoyo, lo cual es de agradecer pero que también supone un reto”, una exigencia, describe un Ortiz de Zárate que, en paralelo a las representaciones de Tartufo, está ultimando el estreno de Perra.
La obra se podrá ver en el Principal el próximo 4 de noviembre dentro de la nueva edición del Festival Internacional de Teatro de Vitoria. Dos creaciones de Eurípides, Hécuba y Las Troyanas, sirven como referencia para construir una pieza que gira en torno al concepto de la justicia. “Van a resonar muchas cosas cercanas” en un montaje de Ortzai que “es el grito de una mujer anciana y extranjera después de una guerra”, un personaje que hablará de cuestiones como la memoria.