Aquel fantasma en vida, melancólico, solitario, asexuado, poético y radicalmente huraño que respondía al nombre de Nick Drake, que se quitó la vida en 1974 entre la indiferencia absoluta tras sus tres maravillosos y únicos discos, se sorprendería si se levantara en 2023 de la tumba. El legado del cantautor británico ha influido a varias generaciones, de The Cure a REM, Paul Weller, Everything but The Girl, Norah Jones, Françoise Hardy o Robyn Hitchcock. Sus canciones, entre el pop, el jazz, la clásica, el rock y el blues, siguen vivas, como demuestra el homenaje The Endless Colored Ways-The Songs Of Nick Drake (Chrysalis), en el que hasta 32 artistas como Fontaines D.C., Self Esteem, Guy Garvey, David Gray, Philip Selway (Radiohead), John Parish, Ben Harper o Liz Phair se rinden ante la magia del autor de Northern Sky y Pink Moon.
Drake solo grabó 31 canciones entre 1969 y 1973, agrupadas en tres discos oficiales. Pocos con tan escaso legado siguen arrastrando el aura de mito –quizás propulsado por su muerte temprana, con 26 años– de este británico. Descubierto por Ashley Hutching, bajista de Fairport Convention, ni siquiera la ayuda del productor John Boyd y el músico Robert Kirby lograron que su melancólica, fatalista e introspectiva música lograran el éxito popular.
Voluntariamente alejado del estereotipo del cantautor folk de la época aunque sus gustos y su virtuosismo a la guitarra no le ayudaran a escapar del arquetipo, Drake creó un universo musical propio, cálido a la vez que fatalista y oscuro que se mostraba con intrincados arreglos orquestales o de jazz, o como una ofrenda radical, desnuda y pura.
Músico al que siempre persiguió una sombra de alienación y desasosiego, The Endless Colored Ways-The Songs Of Nick Drake está lejos de ser el primer tributo a su obra, pero sí quizás se muestre como el más ambicioso en planteamiento y resultados. Agrupa 23 canciones interpretadas por 32 músicos representativos de la escena alternativa y de cunas diversas, en solitario o compartiendo tema. La premisa era muy simple: ignorar las grabacciones originales y reiventar la canción con su estilo único. “Fue aleccionador escuchar tantas respuestas similares sobre lo importante que era la música de Nick. A medida que los resultados fueron llegando, nos emocionó la brillantez y la invención de cada artista. Habían hecho lo que esperábamos: hecho suya la canción”.
Solidez en la diversidad
Como en todos los proyectos compartidos, la antología, que incluye una grabación de Drake versionando el dylaniano Tomorrow is a Long Time y cobra vuelo con arriesgados vídeos del cineasta Bill Jackson, suena diversa estilísticamente en grabaciones exploratorias y más largas en duración que las originales, todas surgidas de la reverencia a Drake, pero ejecutadas con una lupa audaz y, en ocasiones, hasta irreverente.
El equipo es de Champions League, así que aclarado que no sobra nada ni nadie, sorprende la capacidad de varios músicos para llevar a su terreno la obra original. Ahí destacan los irlandeses Fontaines D.C., que reconvierten Cello Song, manteniendo siempre “los ejércitos de la emoción” de Drake, en un alegato eléctrico, tenso y post punk; Ben Harper, que traspasa al country folk blues el estilo West Coast de Time Has Told Me, la primera canción –¿de amor?– de Drake, o Joe Henry, quien firma un Time of no Reply con saxo junto a Meshell Ndegeocello.
Diversa y sólida, la antología ofrece revisiones de pátina electrónica, como la de su gema Pink Moon a cargo de Aurora, oscurecida en su carga melódica y sin coros ni piano, pero igualmente atrayente; la aportación entre sintética y clásica a lo Bach de John Grant en Day is Gone, o la escalofriante versión de Let´s Eat Granma de From the Morning. “Ha significado mucho versionarla. Siempre la he considerado la canción más esperanzadora de Pink Moon y escuchar su letra sobre la naturaleza mostrándonos la belleza en la luz y la oscuridad, y cómo la vida y la muerte están conectadas me ayudó a encontrar consuelo tras la pérdida”, explica.
Y sin que nadie desentone, David Gray convierte Place to Be en un bellísimo artefacto pop; la francesa Camille nos acaricia con Hazey Jane II; Mike Lindsay une acid folk y jazz en Saturday Sun; John Parish reconvierte Three Hours en rock psicodélico con Aldous Harding; Emeli Sandé traslada el tema de las oportunidades perdidas One Of These Things First al r&b; Karine Polwart y Kris Drever hacen un ejercicio entre el folk y el jazz –a lo James Taylor– en Northern Sky, una de las canciones más bonitas de amor de la historia; Skullcrusher & Gia Margaret desnudan hasta la desolación Harvest Breed.
En ella, Drake cantaba: “esto podría ser simplemente el final”. Parecía anunciar su suicidio mediante la ingesta de múltiples pastillas. También lo hizo en Fruit Tree, uno de sus clásicos, que no aparece en esta revisión. Allí cantaba: “nadie conoce el árbol de la fruta, salvo la lluvia y el viento, pero todos se levantarán y mirarán cuando se haya ido”. El spoiler se ha cumplido. Aunque ya no esté aquí, casi 50 años después, Drake sigue iluminando nuestro cielo, vivamos en el norte, el sur, el este o el oeste.