Dentro del habitual seguimiento que tiene el Día de la Patria Vasca entre los partidos del espectro abertzale, EH Bildu también celebrará este domingo el Aberri Eguna, aunque lo hará en Iruñea, y en Ustaritze, de la mano de EH Bai. Esta convocatoria llega precedida por unas declaraciones más pragmáticas por parte de Arnaldo Otegi que chocan con la visión de máximos que ha tenido durante décadas la izquierda abertzale y que, en cierto modo, enmiendan una trayectoria de exigencia sin cuartel al PNV.
El coordinador general de la coalición decía esta semana que mantienen la aspiración de la independencia para los siete territorios, pero sin “ansiedad” ni “excesiva prisa”, y reconocía al mismo tiempo que hay otros debates que tienen protagonismo en este momento en la sociedad. Aquí sobrevuela la acusación que hace el PNV a EH Bildu, la renuncia a los postulados abertzales para ganar votos en la izquierda española. Por esa razón, el PNV le ha recriminado su respaldo a la Ley de Vivienda estatal pese a las invasiones competenciales que finalmente también han detectado los principales partidos nacionalistas catalanes y gallegos, incluida ERC, su socia.
Pero, más allá de ese debate más reciente, lo que subyace en esta polémica es la moderación de los planteamientos históricos de la izquierda abertzale. Ha afeado durante décadas al PNV su apuesta por la construcción nacional de manera gradual y progresiva, y ahora admite sin embargo que buscará la independencia sin ansiedad. Además, ha apuntado algunos ejes en el debate del autogobierno que coinciden con los del PNV, como el reconocimiento nacional y una relación en pie de igualdad con el Estado. Andoni Ortuzar se quejaba de que, hace unos años, la izquierda abertzale acusaba al PNV de “bajarse los pantalones”. En Sabin Etxea aún recuerdan que EH Bildu se desmarcó de la Ponencia de Autogobierno presentando su propio texto en la fase de los juristas, pero a día de hoy la coalición sigue defendiendo que fue el PNV quien desnaturalizó las bases políticas que habían acordado.
Tres fases: CAV, Nafarroa e Iparralde
Fue en octubre de 2014, en una reunión entre el entonces presidente de Sortu, Hasier Arraiz, y el lehendakari Urkullu, cuando la izquierda abertzale hizo oficial uno de los virajes más importantes en este debate: confirmó que aceptaría seguir distintos ritmos en la CAV, Nafarroa e Iparralde. Esto suponía aceptar la realidad administrativa actual y la voluntad de cada una de las partes, y que el proceso constituyente de Euskal Herria estuviera compuesto por otros tres procesos con puntos de partida y ritmos distintos.
Cabe recordar que, mientras el PNV impulsó la redacción del Estatuto de Gernika de la CAV en 1979, Herri Batasuna pidió la abstención e incluso dio la bienvenida a los que votaran en contra porque ese proyecto solo iba a tener en cuenta a Bizkaia, Gipuzkoa y Araba. “Sin Navarra, no daremos un paso”, decían. En la votación del Nuevo Estatuto Político propuesto por el lehendakari Ibarretxe, en 2004, Sozialista Abertzaleak optó por dar tres votos a favor y tres en contra, con el argumento de que estaba a favor de la consulta y la autodeterminación, pero en contra de una mera reforma estatutaria. Fue el propio Otegi quien explicó esta decisión.
El planteamiento que confirmó Arraiz en 2014 dio recorrido a la ponencia del estatus del Parlamento Vasco porque, si el criterio hubiera sido el de 1979 o 2004, habría estado en entredicho su participación. Además, el PNV ha puesto sobre la mesa en más de una ocasión que la izquierda abertzale en aquellos años no se implicaba en los debates del autogobierno porque delegaba en ETA la negociación del derecho de autodeterminación con el Estado.
Catalunya, la unilateralidad y la independencia en 2026
Tras el giro de 2014, el PNV y la izquierda abertzale parecían estar de acuerdo por fin sobre el perímetro de la reforma. Pero las diferencias de modelo persistían. Es cierto que hubo un acuerdo de bases en el Parlamento entre ambos partidos, que Podemos compartió solo en el apartado de los derechos sociales, pero el lehendakari Urkullu apostó por ensanchar los consensos sin perder de vista que la reforma la tenía que validar el Congreso e iba a ser imposible sin los socialistas. En la fase de los juristas, EH Bildu se desmarcó y planteó su propio texto con el experto Iñigo Urrutia, con el argumento de que no se recogía con claridad el derecho a decidir. El PNV, por su parte, atribuyó el desmarque a su incomodidad con los consensos. Todavía hoy, EH Bildu sigue apelando al acuerdo PNV-Bildu con el respaldo parcial de Podemos y no tiene en cuenta a los socialistas, a quienes respalda en Madrid.
Hay otro factor que ha distorsionado el debate en los últimos años: el procés. Sortu ya venía diciendo que el modelo escocés no era aplicable al Estado español porque el PP no estaba dispuesto a acordar una consulta. En aquella época defendía la unilateralidad, y Miren Zabaleta llegó a decir que “2026 o incluso antes” era una fecha “viable y realista” para la independencia de Euskal Herria. El descalabro catalán moduló las posiciones.
¿Los últimos matices de Bildu son una estrategia puntual para ocupar el carril central en estas elecciones? El PNV ya la ha acusado de no ser muy clara con los plazos del nuevo estatus. Primero se sincronizó con el horizonte irlandés, que mira hacia 2030 para su reunificación, y propuso dar un salto en el estatus de la CAV y Nafarroa en ese lapso de tiempo. Después concretó que la ponencia del estatus debería ponerse en marcha en los tres primeros meses de la legislatura, lo que parecía adelantar las previsiones.