Es su Apocalypse Now particular. La noche que seguramente más temen de todo el año. Tras las doce uvas, cada Nochevieja el cielo se llena de cohetes y petardos, causando el pánico en muchos perros. Se estima que en torno al 60% de los canes sufren algún tipo de efecto derivado de los fuertes ruidos, desde temblores y lloriqueos hasta consecuencias más graves como un paro cardiaco en los animales más sensibles. Para contrarrestarlo, los veterinarios dan varios consejos como preparar un espacio protegido y oscuro en el hogar o incluso administrar algún tranquilizante.
“Ante una fobia exagerada, se da una respuesta exagerada. Es exactamente lo mismo que nos ocurre a nosotros ante un miedo irracional”, cuentan los veterinarios Álvaro Jaurrieta y Arantxa Iglesias. Como consecuencia de los fuertes ruidos, muchos perros sufren dificultades respiratorias, salivan en exceso, lloriquean y tiemblan. Los más sensibles lo pasan todavía peor, con afecciones más graves que en “último caso pueden derivar en ataques al corazón”.
No obstante, el mayor peligro probablemente sea el miedo que les hace huir y escapar sin ningún tipo de control. “No hacen caso ante nada y puede pasar cualquier cosa, desde un accidente de coche hasta que salten por la ventana”, afirma Jaurrieta. Esta situación la vive cada año por estas fechas Cristina Ozollo con su perrita Mendi, una pastor de Gorbea que sufre epilepsia, lo que la hace especialmente sensible a los fuertes ruidos. “Tengo claro que si pudiera, esta noche –por el fin de año– se lanzaría por el balcón”, asegura su dueña.
Mendi fue encontrada en el monte con claros signos de haberlo pasado mal en el pasado, lo que le hacía temer acercarse a las personas. Poco a poco fue superándolo, pero no así su miedo a los petardos. “Si escucha una explosión, sale disparada. Se escapa y huye a casa, cruzando carreteras y lo que haya de por medio. Es un peligro para todos, para ella y para cualquiera por lo que pudiera provocar”, indica Ozollo, quien vive cada Navidad “con cuidado y tensión constante”. “Ya no me atrevo a soltarla, no me arriesgo. En casa cerramos todas las ventanas y le preparamos un pequeño búnker en el agujero más profundo de la casa con mantas para que se sienta lo más segura posible”, cuenta. No es suficiente, por lo que también la medican.
A Hunter, por su parte, un mestizo de terrier de diez años también le tienen que dar tranquilizantes. “Siempre ha sido asustadizo, pero con los petardos lo pasa muy mal. Puede pasarse días sin comer ni beber y no quiere salir de casa”, explica su dueña, Juncal Gil, al tiempo que cuenta que han tratado de calmar su miedo con especialistas y administradores sin éxito.
“No hay forma. Lo hemos trabajado mucho, pero no lo conseguimos. Estoy convencida de que el día de mañana, cuando sea más mayor, le puede dar en cualquier momento un ataque al corazón y morir”, asegura. Para evitarlo, estos días le preparan su cama en el baño más aislado de la casa o debajo de la cama, en el lugar al que lleguen menos los sonidos. Además, lleva siempre encima un GPS para dar con él en caso de escaparse. No obstante, estas medidas no son suficientes en otra época del año, durante las fiestas de su barrio en Larratxo, cuando el ruido es todavía mayor, por lo que llevan a Hunter a un hotel para perros.
Consejos para los animales
Aunque es muy difícil conseguir tranquilizar a los perros en días así, desde los centros veterinarios dan una serie de recomendaciones. La más común es dar con el escondite menos ruidoso y oscuro de la casa, en el que se sienta “lo más protegido posible”. “Tienen que estar todas las persianas y ventanas cerradas y lo mejor es habituarle durante los días previos a ese espacio. En la noche del 31 es incluso recomendable poner la música más alta de lo habitual para evitar los ruidos de fuera”, explica Iglesias.
Estas precauciones, en ocasiones, no son suficientes y es necesario medicar al animal. “Debe ser el último paso y antes hay que intentar otras cosas”, avisa la veterinaria, que añade que es común dar tratamientos que no son muy agresivos como ansiolíticos a los perros durante estas fechas. “Algunos solo los necesitan el día de Nochevieja, pero otros tienen que estar días así”, asegura.
Llegar a medidas así no sería necesario si “hubiese más convivencia y civismo”. “Si por mí fuese, prohibiría los petardos, o que únicamente se puedan echar los luminosos. La gente no es consciente de lo que sufren no solo los animales, también diferentes colectivos como los niños con autismo. Parece que tienen que sufrir muchas personas para la diversión de unos pocos”, señala Ozollo.
Gil es de su misma opinión y apunta que el lanzamiento de cohetes debería ser algo regularizado. “No es normal que haya niños con petardazos tan grandes. Entiendo que haya gente que quiera lanzarlos, pero debería ser en espacios concretos durante un tiempo concreto”, apunta.
Sobre este asunto, la Diputación de Gipuzkoa ha lanzado una serie de indicaciones para evitar incidentes. De este modo, recuerda que está prohibido lanzar fuegos artificiales en zonas con edificaciones cerca; no se pueden utilizar bengalas ni otros materiales combustibles; se debe tener en todo momento un medio de extinción cerca; y se debe respetar el derecho de todos los ciudadanos por disfrutar en paz de las fiestas, entre otros puntos.
“Desgraciadamente, no hay concienciación ni respeto. Estoy segura de que a la mayoría de la gente les parecen molestos, pero aún así se permiten. Hemos entrado en un bucle del que creo que no vamos a salir”, concluye Gil.