Veinte años atrás, los jóvenes soñaban con un volante antes de cumplir los dieciocho y había autoescuelas en todos los barrios. Hoy, en cambio, algunos progenitores prácticamente obligan a sus vástagos a sacarse el carné, convencidos de que saber conducir, al igual que nadar o manejarse en otro idioma, es un requisito imprescindible en su formación y desarrollo personal. Lo cierto es que la evolución de la sociedad propicia que el automóvil ya no sea percibido de forma unánime como el medio de locomoción que garantiza libertad de movimientos. De hecho, cada vez más personas renuncian a tener coche propio. La decisión no obedece tanto al desinterés por este tipo de movilidad privada como a un deseo de racionalizarla, recurriendo a fórmulas como el pago por uso del vehículo, ya sea continuo o esporádico.
El desarrollo del transporte y la concentración de población en grandes urbes, hace el coche cada vez más prescindible en ellas, aunque siga siendo absolutamente necesario para quien reside fuera de una ciudad. En cualquier caso, la compra en propiedad de un vehículo va perdiendo partidarios, mientras aumenta la contratación de servicios de movilidad a la carta.
Quienes se plantean poseer coche ya no peregrinan por los concesionarios, como era costumbre antaño. La selección previa de candidatos, el contacto e incluso la negociación son hoy más virtuales que presenciales; en muchos casos, las únicas visitas al establecimiento de venta son para la prueba previa y la posterior entrega del automóvil.
Por otra parte, cada vez más clientes apuestan por modalidades de alquiler a largo plazo, presentadas como ‘renting para particulares’, que camuflan como compra lo que no deja de ser un arrendamiento. Permiten disfrutar del coche a cambio de un desembolso inicial comedido y de cuotas mensuales durante tres o cuatro años. Si bien estos contratos no comportan las ventajas fiscales de las que disfrutan los profesionales, permiten programar gastos y protegerse contra imprevistos; algunas modalidades también incluyen en el precio coberturas de seguro y mantenimiento. Cumplida la vigencia del acuerdo, caben varias opciones: prorrogarlo un nuevo periodo, devolver el vehículo arrendado, adquirirlo definitivamente abonando una cuota final a menudo elevada, o bien suscribir un nuevo compromiso por otro coche.
Otra incipiente solución de movilidad plantea el alquiler por horas. En las capitales con un índice de población importante –por ahora en ninguna de las vascas– abundan las empresas de carsharing, que permiten arrendar por periodos breves coches sin conductor, a menudo eléctricos; también proponen motocicletas y patinetes.
El servicio se presta a través de una aplicación en el teléfono móvil, que indica dónde permanecen estacionados los vehículos disponibles, da acceso remoto al elegido y se encarga de la facturación una vez aparcado en la calle tras su utilización. Es una fórmula relativamente asequible y eficaz que permite disfrutar de coche solamente cuando se necesita; eso sí, no es recomendable para personas escrupulosas o reacias a improvisar.