PUDO deberse a la larga inactividad fruto del segundo parón competitivo de la Liga Endesa, unida a la mala semana de entrenamientos como consecuencia de la ausencia de varios internacionales y el puñado de jugadores puestos en barbecho por sus problemas físicos. También entraron en juego, probablemente, factores como el potencial del rival o el hecho de que los estados de forma van y vienen, provocando que las rachas triunfales no puedan ser eternas. Seguramente habrá habido un poco de todo. Lo único cierto es que el Surne Bilbao Basket no fue fiel a sí mismo durante tres cuartas partes de la cita del domingo ante el Joventut y pagó ese bajón de tensión con derrota, la primera cosechada en Miribilla desde el lejano 3 de octubre después de que sus últimos ocho compromisos al amparo de su gente se saldaran de manera exitosa.
Si algo demuestra ese encuentro desde el prisma del conjunto vizcaino es que si quiere sacar partidos adelante no puede sestear tanto. En Burgos, justo antes del parón, ya se dejó llevar cuando se vio 15 puntos arriba en el luminoso a seis minutos y medio del final ante un rival moribundo y lo pagó con una derrota tras dos prórrogas de la que ojalá no haya que acordarse en el futuro. El domingo regaló –el propio Álex Mumbrú utilizó ese verbo en su análisis del partido– como poco los dos primeros cuartos al rival –"nos han bailado y lo mejor era casi el resultado, hemos sido blanditos y hemos ido casi siempre por detrás", reconoció el entrenador catalán– y cuando decidió remangarse fue ya demasiado tarde. En ese acto final, meritorio pero insuficiente, los hombres de negro sí fueron más fieles a sí mismos, pero el terreno concedido era tan grande (47-62) que el intento de remontada se quedó a medias cuando Jonathan Rousselle falló, totalmente solo un triple, con 60-67 en el luminoso.
Hasta ese arreón final, los pupilos de Mumbrú registraron un llamativo déficit de acierto e intensidad. Lo primero puede ocurrir porque es intrínseco al propio deporte, pero lo segundo es evitable y altamente dañino para un equipo del nivel del vizcaino, que necesita los cinco sentidos a pleno funcionamiento y todas las alertas activadas porque su teórico potencial es habitualmente inferior al rival de turno. Y si ya se dan las dos circunstancias al mismo tiempo, el colapso está asegurado. El Surne Bilbao Basket no solo ha fabricado su excelente ascenso clasificatorio tras siete victorias consecutivas a base de buenas actuaciones ofensivas. Su verdadera metamorfosis llegó con su paso al frente defensivo cuando encontró una versión enérgica, aguerrida y chispeante que contra los de Carles Duran se vio durante demasiados pocos minutos.
Ese exceso de frialdad, unido al resultado final, debe servir de aviso a navegantes. "Está bien que tengas una buena racha de victorias y te vengas arriba, pero a veces te pegan una buena hostia y vuelves otra vez abajo; en la primera parte nos han puesto un poco en nuestro sitio", reconoció Mumbrú tras el duelo. Y es que abrir un partido con un 3 de 11 en tiros de dos puntos en el primer acto puede deberse a una mala racha o a una mala lectura inicial del partido, pero si se permite al rival facturar un 8 de 11 los síntomas de flojera empiezan a salir a la luz. Y sí además los problemas ofensivos siguen, con precipitación, malas lecturas y demasiados lanzamientos fuera de sistema, y tampoco se soluciona la inferioridad en cuanto a intensidad, permitiendo al rival alcanzar el descanso con más del doble de rebotes capturados (21 a 10), el horizonte se oscurece demasiado. Tras el descanso, el Surne Bilbao Basket fue más reconocible y en el acto final hubo momentos de muy buen juego y energía, pero todo ello fue insuficiente en el global de la contienda.
Aprender del error
Perder contra un rival que lleva todo el curso ubicado en la zona noble de la tabla no es para rasgarse las vestiduras. Sobre todo si al menos sirve para interiorizar que con el complicado calendario que asoma en el horizonte no se puede racanear en todo lo referente al esfuerzo defensivo y a la concentración si se quiere seguir alimentando con cierta continuidad el casillero de victorias y evitar de esa manera ver acercarse por el retrovisor a los equipos de la parte baja de la clasificación. Mumbrú ya comentó la semana pasada que justo antes del parón detectó que el juego del equipo estaba bajando algunos enteros tanto en defensa como en ataque. Ahora, la obligación es reactivarse.
Caer ante el Joventut no es para rasgarse las vestiduras, pero sí una advertencia sobre las consecuencias de racanear en lo referente a la intensidad