Una auténtica odisea, una vuelta para olvidar. Rosa C. y su pareja Jesús María C. todavía no se creen que la vuelta de un fin de semana de ocio se convirtiera en un momento tan incómodo.
Como si se tratara de un sketch pero muy largo, con una faena tras otra, la historia tiene su aquel, hasta el punto de resultar hasta cómica, si no fuera porque es real y decenas de personas la sufrieron. Esta pareja de bilbaínos viajó el viernes pasado a Valencia para disfrutar de un fin de semana de Fallas. La vuelta prevista el lunes, sin embargo, empañó todo ese fin de semana de disfrute.
“El lunes salimos del aeropuerto sobre las 12.15 horas, en un vuelo que nos traía de vuelta a Bilbao”, cuenta Rosa. El vuelo fue normal, pero al llegar a Bilbao “había bastante aire y al parecer el avión no podía aterrizar”.
Antes de tomar tierra el avión volvió a coger altura y “vimos que había ganado mucha altura, ahí ya supimos que nos llevaban para otro lado”. Sin embargo, lo que no imaginaban Rosa y Jesús María era que “nos llevasen de vuelta hasta Valencia”, recuerda aún contrariada.
A eso de las 15.30 estaban otra vez en Valencia, en el aeropuerto. Entonces “fuimos a los mostradores que nos indicaron para ver qué opciones nos daban para poder volver a Bilbao, y nos comentaron que lo único que podían hacer era organizar varios autobuses para volver, no recuerdo si fueron tres o cuatro”.
En principio les explicaron que “tardarían como una hora en llegar para cogernos y volver, pero no fue así”. Para la espera “nos dieron un vale para comer, pero de poco más de 7 euros y a mi un bocadillo ya me costó 9 euros, por lo tanto no cubría ni el gasto de una comida de bocadillo y bebida”, explica.
Lo que iba a ser una hora fueron al final más de tres, ya que “los autobuses llegaron sobre las 19.00”. Con esos primeros contratiempos ya salvados, emprendieron el viaje de vuelta a Bilbao, pero lo que no podían imaginar es que lo peor de esa odisea comenzaba entonces. “La verdad es que nos pareció un autobús bastante viejo, pero si lo habían traído para llevarnos pensamos que estaría en condiciones”, recuerda Rosa.
Durante el viaje “hacía algún ruido bastante raro pero fue a las dos horas cuando escuchamos un ruido bastante fuerte, aunque el chófer siguió conduciendo, estábamos bastante contrariados y comenzamos a ver que algunos camioneros hacían señas”. Era una de las ruedas, había “medio reventado”.
“Estábamos más o menos a la altura de Albacete, y tuvimos que parar en un área de servicio. Aquello fue un caos, el chófer llamaba a su empresa y no cogía nadie, tampoco la compañía aérea daba señales de vida…”. Por si fuera poco, “cuando aparecieron con unas ruedas para cambiarla resulta que no servía, vamos un despropósito”. Pasó tanto tiempo que eran ya las 3.30 de la madrugada cuando, una vez conseguido arreglar el tema de la rueda el autobús intentó arrancar, “¡y resulta que el autobús no arrancaba!”.
Finalmente el conductor consiguió arrancarlo y poner rumbo a Bilbao, llegando al aeropuerto ya de día. “Yo tenía que ir a trabajar y llegué sobre las 9.00-9.30, sin haber pegado ojo toda la noche porque en el viaje de vuelta del autobús íbamos muy nerviosos, ese autobús no estaba para hacer un viaje tan largo”, relata Rosa, que no sabe si reír, o llorar.