El Tercer Sector Social vasco resiste a pesar de todas las dificultades que las entidades que lo forman han tenido que afrontar a lo largo de la crisis generada tras el estallido de la pandemia. No solo ha aumentado el volumen de personas al que atienden, sino que han visto recortadas sus fuentes de financiación.
A pesar de todo, el sector se renueva y el Barómetro del Tercer Sector Social de 2021 muestra que ese año se registraron 179 organizaciones más que las que recogía el informe anterior, elaborado en 2019. Su peso económico es notable. Las 4.119 entidades agrupadas en el Tercer Sector Social de Euskadi dieron empleo el año pasado a 39.916 personas, y tuvieron un volumen económico de 1.712 millones de euros, el 2,4 % del PIB vasco.
Además, el Tercer Sector Social está claramente feminizado. El 66,5 % de los más de 160.000 voluntarios que aglutina son mujeres, mientras que este porcentaje es aún mayor si nos referimos a las personas asalariadas. El 72,9 % de las plantillas del Tercer Sector son también mujeres.
La actividad principal del 37,1% de las organizaciones se relaciona con la promoción de derechos de las personas mayores, inmigrantes, mujeres, u otros colectivos, mientras que otro 22,5% proporciona algún tipo de servicio social. Por eso, el Tercer Sector Social es un fiel reflejo de las necesidades de la sociedad.
Efectos de la pandemia
Las entidades del sector coinciden al destacar que la pandemia ha tenido un impacto muy negativo en la ciudadanía, y se ha cebado en especial con los colectivos más vulnerables. El Barómetro muestra que tres de cada cuatro organizaciones consideran que la situación de las personas a las que atiende ha empeorado tras la pandemia. De hecho, el 41,7 % de estas entidades registró en 2021 un aumento de sus usuarios, y el 53,7 % preveía que a corto plazo crecería el número de personas a las que atiende.
Las entidades del Tercer Sector Vasco también son una fuente privilegiada para identificar las principales necesidades de la sociedad. El Barómetro refleja que el 74,1% de las organizaciones detectó que la salud psicológica de sus usuarios empeoró durante el primer año de la pandemia. Además, el 57% de las entidades identificó también un deterioro de la salud física de las personas a las que atienden.
Los continuos confinamientos también pusieron de manifiesto la brecha digital. Por ejemplo, el 44% de las entidades reconoce que el confinamiento y el aislamiento han ahondado en las dificultades que tienen los más vulnerables para acceder a la educación, provocando retraso escolar.
Además, la pandemia ha puesto de relieve otro de los grandes retos a los que se enfrenta la sociedad actual: la soledad no deseada. El 57% de las entidades la ha detectado entre sus destinatarios. Un 27,6% señala que sus usuarios se enfrentan a falta de atención en el domicilio.
Las entidades del Tercer Sector Social también confirman que el 55,6 % de sus usuarios sufrieron falta de recursos económicos un año después del estallido de la pandemia. Y la mitad de las organizaciones señala que las personas destinatarias de sus servicios se enfrentan a un aumento de la pobreza.
Futuros retos
La pandemia también ha fijado nuevos retos para las entidades del Tercer Sector Social. Por un lado, deben recuperar la presencialidad, la interacción y los servicios perdidos por la pandemia. Y además tienen afrontar esta situación con la incertidumbre sobre su financiación. Ocho de cada diez organizaciones tienen dudas sobre su futuro económico, y no es para menos porque el 41 % ha visto cómo sus recursos propios han bajado un 10 % respecto a 2019.