Corren tiempos de incertidumbre para el comercio internacional, uno de los pilares del modelo económico surgido tras la Segunda Guerra Mundial y que se vio reforzado tras la primera fase de la globalización en la década de los 90. A la parálisis en la potente industria alemana, las tensiones geopolíticas por los conflictos en Ucrania y Gaza y el menor crecimiento en China se unen ahora las políticas arancelarias de la nueva administración Trump en Estados Unidos. El efecto de esta última variable está por comprobar -aunque lógicamente no será positivo-, pero las otras tres ya están actuando de forma muy dañina para el mercado exportador vasco, que retrocedió un 5,1% el pasado año. En cualquier caso, la industria vasca trata de adaptarse a un entorno cambiante, exhibiendo resiliencia y aprovechando las oportunidades allá donde se presentan. La diversificación geográfica y, más lentamente, la productiva, aparecen como dos vías de trabajo interesantes.
“Es una caída preocupante. Si a Europa le va mal, a nosotros también, porque exportamos a la UE dos de cada tres euros en ventas exteriores”, admite Pablo Martín, el responsable de Economía de Confebask, que destaca, no obstante, que ese retroceso se produce después de dos años -2022 y 2023- en los que se alcanzaron récords en la exportación por parte de las empresas. En una línea similar se expresa Ricardo Bustillo, profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV-EHU y especializado en comercio internacional. “Yo veo ese descenso más bien como una corrección en la situación, aunque es cierto que estamos inmersos en grandes transformaciones del comercio a nivel global que pueden encender algunas alarmas”, indica este docente.
“ Si a Europa le va mal, a nosotros también, porque exportamos a la UE dos de cada tres euros en ventas ”
PABLO MARTÍN - Responsable de Economía de Confebask
La situación en Alemania, donde ayer se celebraron elecciones, es la que más inquietud provoca. Pasan los meses y, pese a que los mensajes que llegaban desde algunos centros de análisis era que la ralentización de su industria iba a ser pasajera, lo cierto es que el anquilosamiento persiste. Como explica el profesor de la UPV-EHU, la situación es distinta a la de finales de los años 90, cuando la economía alemana se encontraba también en otro período de estancamiento justo cuando se estaba gestando la unión monetaria europea. En aquella época, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröeder ejecutó una serie de reformas en el mercado laboral -muy criticadas por su base electoral- que permitieron ganar competitividad a las empresas alemanas, que además se encontraron con nuevos mercados en los países del antiguo bloque soviético. A eso sumó acuerdos comerciales con Rusia -que entonces necesitaba divisas de forma desesperada- para lograr gas a precios muy baratos. Se inició un período boyante para la industria alemana, que además se vio beneficiada por el hecho de que logró acaparar casi todas las exportaciones de valor a Estados Unidos y China en la crisis de deuda de la década pasada, que afectó al país muchos menos que a Francia, Italia o España. Sin embargo, la situación ahora es distinta y Alemania paga en estos momentos por la energía un dinero que luego no recupera en sus ventas industriales. “Veo difícil que Berlín logre dar una solución a la economía a corto plazo. Además, no parecen los mejores momentos para encontrar nuevos mercados”, subraya el profesor universitario.
Toda esta situación repercute en la industria. De hecho, las exportaciones de productos no energéticos cayeron un 5,4%, mucho más que los energética (-1,4%). “Nuestra perspectiva es de un crecimiento moderado este año. La gran duda es saber cuándo van a acabar estos problemas en Alemania. Se está dando una crisis en la automoción que está frenando también a la inversión”, indica Martín. Este último punto es relevante porque para la mejora -ahora bloqueada- de las fábricas se necesitan comprar bienes de equipo, el punto fuerte de la industria vasca.
A vueltas con los aranceles
Las políticas arancelarias que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, planea para casi todos los países -de momento, parece que solo se va a salvar entre las grandes economías Australia porque hay un superávit comercial a favor de Washington- están condicionando todos los planes de de países y empresas. El arancel es un mecanismo de larga tradición en la historia económica, y cuya imposición -en forma de impuesto extra a la entrada de mercancías extranjeras- suele tener más que ver con cuestiones geopolíticas que de interés económico. En todo caso, será hora de adaptarse a ellos, porque van a penalizar a toda Europa. “Los aranceles al acero y a los automóviles van a perjudicar a Euskadi más que a otras regiones. Tenemos que proteger nuestra industria”, remarca el responsable económico de la patronal vasca, que no obstante apuesta por ver como se desarrollan las previsibles negociación entre Washington y Bruselas para encontrar un término medio que permita, al menos, paliar daños.
Una posición similar mantiene el profesor de Economía de la UPV-EHU. “No se trata de alarmar en exceso, porque al final eso genera desconfianza, y ya sabemos las consecuencias que eso tiene en la economía”, subraya Ricardo Bustillo. “Estamos casi en una guerra comercial abierta, y habrá que ver hasta donde llegan las intenciones de Trump”. indica. En este sentido, las políticas monetarias de Trump sugieren que se va a reforzar la apreciación del dólar. Esto rompería el equilibrio con el euro, pero daría a Estados Unidos mayor poder en las relaciones comerciales, lo que a su vez podría acabar beneficiando a las exportaciones europeas toda vez que el gigante norteamericano, de una u otra manera, seguirá necesitando importar bienes y servicios de los que carece.
Otra baza que puede beneficiar a la industria vasca puede ser la llegada de los fondos europeos de recuperación postcovid a todo el tejido empresarial, algo que podría incentivar las inversiones y los pedidos. Reforzar la cartera de encargos es básico, puesto que, en general, la industria vasca resistió el pasado año con pedidos de 2022 y 2023, mientras que los solicitados en 2024 cayeron con fuerza.
En cualquier caso, el sector industrial está dando señales de que sabe aguantar, y a pesar de que el año pasado se cerró con una caída en la facturación del 5,1% el año pasado según datos del INE, el trabajo de posicionamiento en otros mercados no cesa y se acometen las necesarias inversiones para garantizar el futuro. “La economía vasca está construida sobre fundamentos sólidos. Es cierto que existen riesgos en el presente y retos en el futuro que hay que afrontar, pero no creo que haya peligro de desmantelamiento o algo similar”, recalca Ricardo Bustillo.
“ Veo la caída como una corrección de la situación previa, pero estamos en una época de grandes cambios en el comercio ”
RICARDO BUSTILLO - Profesor de Economía de la UPV-EHU
“Se está invirtiendo tanto en mantener la posición competitiva como en abrir nuevos mercados”, recalca el responsable de Economía de Confebask. De hecho, Francia ya ha desplazado a Alemania como primer destino exportador, si bien es cierto que la deuda pública y el bloqueo gubernamental están dañando las perspectivas galas de recuperación. En este sentido, Pablo Martín destaca el camino que se descubre con la transición energética. La necesidad de generar, pero sobre todo de transportar y almacenar, toda la energía renovable, puede ser muy positiva para el tejido vasco. “Supone una cuestión con un potencial de desarrollo enorme. Se necesita una red de transporte mucho más grande para conducir todo el flujo de las energías renovables, lo que requiere inversiones para construir infraestructuras en las que la industria vasca puede estar presente. Además, podemos aprovechar una ventaja competitiva, porque las posibilidades españolas para la generación de esta energía son superiores a las de otros países, y eso puede beneficiar también a nuestra industria para cumplir los objetivos de descarbonización”, indica.