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Polideportivo

La pasión de Altuna, campeón del Manomanista

El delantero de Amezketa accede al club de las tres coronas de la especialidad junto a Miguel Gallastegi y Patxi Eugi
El campeón del Manomanista Jokin Altuna.
El campeón del Manomanista Jokin Altuna. / Óscar González

El delantero de Amezketa, un manista de época, conquista el Manomanista tras abrumar a Unai Laso por 22-5 y accede al club de las tres coronas de la especialidad junto a Miguel Gallastegi y Patxi Eugi

“Una pasión es una pasión. El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede … cambiar, no puede cambiar de pasión”. La frase corresponde a una escena icónica de El secreto de sus ojos, un filme de Juan José Campanella. Una joya extraordinaria sobre la condición del ser humano.

El secreto de Jokin Altuna (Amezketa, 1996) está en el deseo con el que vive la pelota. Respira frontón. Esa es su pasión. Innegable el talento, incuestionable el trabajo e innegociable el aprendizaje, ese amor puro y reverencial por la pelota le convierten en un campeón extraordinario, que se coronó con su tercera txapela del Manomanista al someter a Unai Laso, irreconocible, por 22-5 en el frontón Bizkaia de Bilbao.

En el mismo recinto donde el navarro le pulverizó en la liguilla de cuartos del torneo, cuando cayó por un doloroso 22-7, el mago de Amezketa accedió al Olimpo de las tres txapelas tras derrotar a su verdugo. Vendetta. Más dura aún. 22-5. En 2018 batió a Aimar Olaizola y en 2021 pudo con Beñat Rezusta, que sustituyó al lesionado Iñaki Artola.

Se adentra el fantástico guipuzcoano en el club de los campeones con tres laureles, lugar que ocupan Miguel Gallastegi y Patxi Eugi. Suma el de Amezketa su octava txapela en las distintas modalidades. A las tres del Manomanista le suma cuatro del Cuatro y Medio y una del Parejas.

Eterno aprendiz

Altuna es un campeón pasional porque es la pasión por la pelota la que fijan las coordenadas por su maravilloso viaje por la modalidad. Al genio de Amezketa, el mago capaz de imaginar un castillo donde el resto solo ve un montón de arena, es un apasionado de la pelota. No solo le gusta jugar, protagonizarla, le encanta verla. Sus mirada inquieta, su ojos hambrientos por la curiosidad, siempre dispuesto al aprendizaje, se asoman constantemente al frontón.

Disfruta aprendiendo, mirando a otros. Es listo, inteligente e intuitivo el de Amezketa, nunca perezoso cuando se trata de enriquecer su catálogo, sus capacidades y habilidades. Al igual que escucha con atención los consejos de los técnicos, en Altuna se vislumbra al eterno estudiante que jamás sacia su curiosidad. Ahí empieza todo.

Acumula conocimiento que luego emplea y despliega sobre la cancha. La Teoría de la Evolución de Charles Darwin sostenía que la criatura que mejor sabe adaptarse a las circunstancias es la que sobrevive, la que reina finalmente. Altuna sabe adaptarse mejor que nadie.

El que mejor se adapta

Eso le ha hecho evolucionar en la más hostil de las modalidades sin ser el más fuerte, el más rápido o el más potente. El Manomanista sirve como marco para comprender al de Amezketa. Derrotado por Laso, se repuso frente a Zabaleta y sobrevivió ante un excepcional Darío. En semifinales, de regreso a su mejor versión, despachó a Artola.

Poseedor de una técnica exquisita, de un sentido del juego excepcional, de una fortaleza mental formidable y de una gestión de las emociones extraordinaria que le convierten en un feroz competidor, en Altuna sobresale la capacidad de aprendizaje, el estudio del rival. Siempre sabe lo que tiene que hacer, lo que debilita al contrario y a él le fortalece. Capacidad de adaptación. Ese el hilo argumenta que teje a la figura guipuzcoana, el mejor marista de esta época.

La grandeza de Altuna III

Nada resultaba azaroso en su juego. En otro tiempo, más moderno y que demanda más juego de aire, Altuna III es un fiel apóstol de ese modo de entender la pelota y descifrar el juego. En una especialidad que demanda competidores cada vez más fuertes y atléticos, Altuna rompe el modelo. Su grandeza obedece al catálogo de su juego, al que siempre añade matices por su capacidad de adaptación. Las especies que sobreviven son aquellas que mejor se adaptan al medio.

Inteligente en lo táctico, exquisito en la técnica, determinante en ataque y numantino en defensa, solo de ese modo se puede enmarcar a un pelotero jerárquico e intimidan que se resume en Altuna es Altuna, una referencia suficiente para conocer el impacto del fenómeno. En el genio de Amezketa confluye el frac del mago, las manos veloces y el discurso del prestidigitador, con el mono azul de mahón, el esmoquin del trabajador, con las manos duras y fuertes que nacen del tajo.

El talentoso genio y el proletario cohabitan en Altuna, un manista cincelado por las horas entre las piedras del frontón de Amezketa, la cuna que meció a un manista único. Nació pelotari Altuna, que nunca se abandonó a la simple genialidad. No es su luz una sucesión de fogonazos inconexos de grandilocuencia. El suyo es un discurso bello y firme. Poesía y prosa. Continúa Altuna alimentando el hambre, las ganas de ganar, lo más complicado una vez repleta la tripa con sabrosos manjares en grandes festines.

Un manista de época

El delantero de Amezketa compite mejor que nadie entre los de su generación. Su vitrina lo atestigua. También la excelencia que ha alcanzado en la cancha. El guipuzcoano es un manista que maneja con muchísimos registros, pero que irreverente, nunca se ha parado para contemplar su obra en el espejo y contentarse. Persigue la excelencia, ser mejor.

En esa senda, ha sabido disimular sus inapreciables poros para convertirse en un pelotari colosal, que observa al resto desde las alturas. Alejado del vicio de la condescendencia, siempre atento, dispuesto al aprendizaje, convive con su posición de estrella. La más brillante. La pasión de Altuna.

2024-06-03T17:31:02+02:00
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