La primera mujer en la Real Academia de Medicina del País Vasco

El 29 de septiembre Carmen Pérez Rodrigo hizo historia con su ingreso en la Real Academia de Medicina del País Vasco. La primera mujer en entrar en la institución es especialista en Nutrición y Salud Pública y nació en Alonsotegi. Tanto ella como su hermana, que ejerce en la localidad encartada, toman el relevo de varias generaciones de médicos en su familia, empezando por su bisabuelo.

“Vamos a ser muchas más y creo que esta situación tiene que normalizarse”, dice sobre el hito que acaba de lograr coincidiendo con el cincuenta aniversario de la Real Academia. En cinco décadas la sociedad ha evolucionado. Igual que en un principio “no se excluyó” la presencia femenina, sino que simplemente no se pensó que pudiera producirse por el entorno social de entonces, ahora se asume como algo natural. Pese a esta tardanza, “la medicina es uno de los campos donde antes nos hemos incorporado las mujeres”, aunque con los roles tradicionales que les asignan el cuidado de la familia y los hijos “resulta más complicado”. “Posiblemente, muchas ni se plantearan postularse para entrar en la academia, en ese sentido hay que visibilizarlo y que nos convirtamos en referentes para niñas y jóvenes”, expone, animando a seguir su ejemplo.

La institución trabaja en “actualizar el mundo de la ciencia, incorporarse a la red del sistema vasco de investigación, sensibilizar y concienciar en temas de salud, docencia, etc., así como servir de nexo de unión con otras organizaciones a nivel tanto de la comunidad autónoma como del conjunto del Estado e internacionales”.

Carmen Pérez Rodrigo ha desarrollado gran parte de su carrera “en el Ayuntamiento de Bilbao y la Universidad del País Vasco conjugándolo con la investigación”. En sus inicios, allá por la década de los ochenta, les veían “casi como extraterrestres” por sensibilizar sobre la relevancia de “dieta sana y hábitos saludables” en el día a día. Además de incidir en estos aspectos desde la infancia para conservar el hábito, “porque después cuesta cambiarlo”, en este momento “ponemos el acento en una fase anterior: para cuando nos quedemos embarazadas la prevención ya debe estar en marcha”.

Inflación y comida

Muchas veces las condiciones socio económicas impiden acceder a una dieta adecuada. El alza de los precios “nos está amenazando, ya vimos lo que pasó con la anterior crisis económica de 2008”. Aquel riesgo de que el coste recaiga sobre los más vulnerables se reproduce, “y no solo ellos: clases medias en un equilibrio justo que caen en la inseguridad alimentaria”. Se ha propuesto “añadir tasas impositivas a las bebidas azucaradas, pero el abanico de alimentos ricos en grasas, azúcares y sales ultraprocesados abarca más”. Por eso, “al mismo tiempo habría que hacer más asequibles frutas y hortalizas”. Por otra parte, “nos hemos acostumbrado a que la manzana tiene que ser preciosa y brillante y no hace falta”. Se necesita “un producto de temporada y cuanto más cercano mejor, porque va a suponer menos coste medioambiental, menos impacto y contribuimos a la economía local”.

En ese sentido, en Euskadi “somos afortunados por disponer de “un sector primario que representa un valor intrínseco”. El caserío “proveía producto de proximidad y conocemos bien cómo funciona la temporada en frutas, verduras y pescados y esperemos que no se pierda”.

Degustar la comida también desde lo social, al “compartir esos ratos con familia y amigos” reman a favor. Aunque conviene diferenciar “el hecho de cocinar de vez en cuando en el txoko de la rutina, donde todavía nos falta por profundizar”. En una sociedad que corre a un ritmo frenético recomienda “dedicar un tiempo a pensar qué vamos a necesitar, quienes conviven con nosotros”, y que el proceso de preparar los alimentos “no nos pese” como si se tratara de un tiempo perdido “porque en el supermercado nos lo ofrecen ya terminado”. Cocinar implica invertir en salud.