Siendo para el Athletic la de Marcelino la primera opción, no está tan claro que el Athletic lo sea para el elegido
Sentar a Marcelino García Toral en el banquillo del Athletic ha sido todo un acierto. Superando reticencias iniciales, el técnico asturiano ha sabido dar personalidad al equipo y configurar una plantilla equilibrada con la práctica consolidación de nuevos valores de Lezama, difícil labor pero consustancial con lo que exige este club. También sus mensajes han sido claros y coherentes y han sintonizado con la afición. Ello, ojo, no puede evitar las críticas cuando éstas son fundadas y son constructivas, como las centradas en la necesidad de dar soluciones sobrevenidas a partidos trabados. Con todo, hay que convenir con Marcelino en que la palabra fracaso no puede utilizarse por el hecho de no alcanzar una nueva final copera, o incluso por quedar fuera de Europa. El Athletic con él ha sido y es un equipo sólido que ha competido con los mejores a un muy buen nivel. No creemos equivocarnos si afirmamos que la gran mayoría de la familia zurigorri desea que el de Villaviciosa continúe la próxima temporada, que la suya sigue siendo la primera y mejor opción para dirigir el vestuario rojiblanco.
Interpretando cabalmente ese sentir generalizado la actual junta directiva ha hecho lo que tenía que hacer: ofrecer a Marcelino la renovación. No se trata de una ocurrencia, ni de nada fuera de lugar. Tampoco puede calificarse como "hipoteca" para el club, porque si existe la convicción de que es lo mejor para el Athletic, la inhibición sería lo realmente criticable: dejar escapar a quien se debe amarrar. Esperar a junio por mor de que los futuros rectores se pronuncien sería tanto como opositar a perder esa deseada opción. ¿Que no se deben tomar ya decisiones "estratégicas"? Hay que recordar que el mandato de esta junta acaba con el año y todavía están pendientes temas tan sustanciales como los nuevos estatutos y la grada de animación. Renovar al entrenador o a los jugadores es igual de estratégico, más en una entidad como la rojiblanca, y ha de acometerse (como posibles fichajes) cuando se presenta la ocasión y el interés del club lo demanda. El Athletic no se para, el mercado del fútbol se mueve igual, y los trenes no esperan en el andén, que en Bilbao se ha llamado también apeadero.
Pero hete aquí que ante la expresada voluntad de renovarle ya, Marcelino lo ha declinado, remitiéndose con habilidad dialéctica a conocer a "la nueva dirección". Muchos hemos leído entre líneas, e interpretado que quiere darse tiempo, y no sólo (o no principalmente) por ver si quien acceda a Ibaigane le querrá, o tampoco cómo termina deportivamente la temporada. Porque alcanzar Europa podría mover a querer seguir, pero también a lo contrario, por aquello de misión cumplida y me voy por la puerta grande. Y no lograrlo puede desanimar la continuidad, o al revés, entender que no se ha culminado con éxito una labor y pretender hacerlo. No creemos que la renovación dependa, pues, de ello. Más puede hacerlo de algo muy comprensible, el que cualquier profesional cotizado (entrenador o jugador, se llame Marcelino o Dembélé) se resista a renovar si ve fuera posibilidades reales de mejora deportiva o económica. O si incluso ha sido ya seducido off the record.
Llegados a este punto, siendo para el club, y parece que para su entorno, la de Marcelino la primera opción para el banquillo, no está tan claro que el Athletic lo sea para el elegido. Y ello no es, insistimos, ni criticable ni sorprendente. Pero también es verdad que un entrenador cuando pone por delante la continuidad y se la ofrecen, negocia y firma un contrato, que supone estabilidad si las cosas se tuercen. Porque si "la nueva dirección", como la actual o cualquiera otra, se enfrentan a una mala situación ya sabemos cómo acaba la relación: despido sí, pero indemnizado. Ante eso, contrato en mano y ciento volando. Por eso sorprende que si el Athletic, que es de personalidad única, te lo plantea se rechace si ello es realmente lo prioritario. Por eso todo esto suena a agur en bable.
De lo que se desprende que el que venga que arree, ergo, los candidatos electorales parecen abocados a llevar un entrenador bajo el brazo, que tendrá que ser distinto y subsidiario del actual. Y ahí están los nombres en boca de todos. O las sorpresas. Tiempo habrá para contemplar y debatir sobre opciones, sean principales o secundarias.